Una mujer enamorada de un repartidor de embutidos, percibiendo lo inteligente que es su pareja, le convence para dejar ese trabajo. Ella que es funcionaria de una universidad le consigue un trabajo de mensajero interno de la institución, con menos salario y también con menos esfuerzo y molestia para su pareja. Ella lo convence de estudiar y hacer una carrera. Con sus contactos internos en la institución facilita todo para que su hombre se matricule en una de las facultades de la universidad.
Pasados pocos años el individuo está graduado, y haciendo acopio de grandes habilidades asciende, ambos empiezan a disfrutar de un cómodo estilo de vida y la proyección social de aquel hombre se dispara. Entonces sucede lo que canta Luís Miguel en uno de los famosos boleros que interpreta, y es que esa mujer, artífice de su éxito, termina, a ojos de ese hombre, no siendo del todo de la “estatura de su vida”. La desprecia, la maltrata y termina sustituyéndola.
Su vida y su éxito da pie a que sea observado y analizado por mucha gente y hacia el final de sus vidas vierte en unas memorias la “historia de mi vida”. Una historia en la que se describe su origen humilde, su vida en el hogar materno, sus relaciones con sus hermanos, los distintos trabajos que desempeñó y cómo duramente se hizo profesional y todo lo que ocurrió después, sin mencionar apenas a aquella primera mujer con la cual labró su futuro.
Esto ocurre de muchas otras maneras, pero siempre el patrón es el mismo. Gabriel García Márquez, en su biografía dijo “la vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, como la recuerda, para contarla” esta magnífica afirmación no cuenta con algunos vicios de algunos autores autobiográficos y esos vicios son la mezquindad y la ingratitud, y si tomamos en cuenta esos vicios al aproximarnos a una autobiografía veremos que “la vida no es la que uno vivió, sino la que nos da la gana de recordar y cómo nos da la gana de contarla” así es, en definitiva y tristemente que sucede muchas veces.
Así pues, muchos pretenden mirar atrás y describir su vida omitiendo deliberadamente el aporte y la ayuda—muchas veces desinteresada—de personas sin las cuales su éxito no hubiese sido posible.
Afortunadamente Dios es testigo de las buenas acciones y en su memoria quedan las obras reales de todos, que es lo que importa. Por tanto, los hechos de amor de esa mujer no están olvidados, aunque no sean mencionados.
PD. Este artículo utiliza el recurso de la alegoría. Los hechos descritos no corresponden a nadie en específico, aunque mucha gente, en sentido general podría ser encuadrada en los mismos.