Sin dudas que el mundo moderno está complicado y viene complicándose cada vez más. El deterioro de la calidad de vida, del medioambiente, el aumento de la pobreza, las enfermedades y todo tipo de carencia, se contrapone al nivel que alcanza el bienestar en otras regiones del mundo.

Esa oponibilidad de vida, genera tensiones, desequilibrio del modelo, desatensiones y guerras. Los intereses de grupos económicos y políticos por mantener ciertas hegemonías y control de recursos naturales, empujan a conflagraciones, más que ideológicas como antaño, lo son de naturaleza económica. Podríamos afirmar que a diferencia de la Guerra Fría, hoy las confrontaciones de las potencias, se basan en razones de posicionamiento en la geopolítica mundial, el control de riquezas y mercados y el liderazgo mundial.

Como sistémico se ha definido el mundo globalizado que incluye  el sistema financiero mundial, este también se ha tambaleado, ha afectado determinadas economías y bloques económicos anteriormente sólidos como el caso de la Unión Europea. No obstante, el mundo actual vive una frágil estabilidad. Sin contar que a esta delicada situación se le suman conflictos de orden cultural no superados aún por la humanidad como el racismo, el prejuicio y la discriminación, sumado a una desproporcionada migración poblacional que va incrementando estas relaciones sociales conflictivos entre sociedades, cultura y grupos humanos.

La crisis de liderazgo es generaliza como parte de un cuadro social que caracteriza el mundo de hoy

Vivimos otra Guerra Fría sin ideología, el conflicto de Siria es parte de esa realidad actual. Esta vez carecemos de liderazgos sólidos que permitan aglutinar, conducir y orientar conglomerados, sectores sociales y sociedades enteras, lo cual dificulta aún más el panorama actual. La crisis de liderazgo es generaliza como parte de un cuadro social que caracteriza el mundo de hoy.

A ello sumaríamos la crisis de la clase política mundial que no representa el sentir y deseo de los grupos con los cuales ha de identificarse y la política es vista como un proyecto comercial más, dejando de lado su sensibilidad humanista y sus compromisos con el devenir de las generaciones de relevo.

La atomización acompaña las iniciativas, caminos sin rumbo y tropezamos frecuentemente con viejos errores históricos y nos percatamos que la historia da traspiés y zigzagueos, no siempre avanza hacia adelante, también retrocede, es lo único que explica los resurgimientos de ideas fundamentalistas de intolerancia.

Todo no resulta negativo, en medio de tan cruda realidad, la gente construye futuro, se detiene para repensar el mudo, busca alternativas, se niega al exterminio, anidando un espacio en su cotidianidad a la esperanza y la derrota a la anomia social.

Por el otro lado, los pueblos se debaten en sus agendas, muchas de ellas marcadas desde fuera, que reconduce las individualidades de los gobiernos y obliga a recomponer los planes del ejercicio político, sabiendo que nos conducimos en la frontera entre democracia y autoritarismo en un mundo convulso, una economía que avanza, se detiene y desacelera, como reflejo de la propia incertidumbre en que nos encontramos.

Marchamos hoy sin paradigmas, sin apasionamientos únicos, con la desesperanza en cada día, pero no queremos perder el aliento de vida. El vacío existencial lo llenamos de cualquier manera: la religión, los fundamentalismos, la indiferencia, los compromisos con las causas perdidas, los retrocesos históricos y los antivalores.

Cómo protegernos de tanta desolación, qué hacer ante tan desconcertado momento, cómo y de qué nos abrigamos, sería la forma de cuestionar el momento histórico presente. A veces decimos que este planeta no nos merece, pero hablamos por los errores de algunos, todavía hay gente buena, con humanidad, no maleada, con vocación de servicio, deseosa de disfrutar la vida, la naturaleza, la belleza que nos quien arrebatar.

Sin embargo, sabemos que muchas de nuestras aspiraciones son idealizadas por nuestra mente. El poder decide mucho de los entuertos en que nos encontramos y el ser humano sigue plegado a sus pies, ¿lexiste en la naturaleza una inclinación a la sumisión?

Contar la historia para dejar una encrucijada, tampoco tiene sentido, en peores momentos se ha encontrado el mundo y hemos superado la desventura, por tanto, podemos contraponer al desaliento, el porvenir promisorio y a la decidía, la acción para cambiar este mundo.

Ser capaces de sustituir el modelo de ejercicio de control social y compartir una manera organizada de convivencia sin que nadie piense que es superior a los demás y de estar por encima de sus leyes. Todo esto parece una ilusión, un sueño, una irrealidad…solo los sueños y las ilusiones cuando son empoderadas por la gente, se transforman en utopías y esa es la que propongo.