"Los científicos dicen que estamos hechos de átomos,
pero a mí un pajarito me contó que estamos hechos de historia"
Eduardo Galeano
En el acontecer cotidiano nacional existe una tendencia a mantener el debate en lo coyuntural, en la mirada a corto plazo. En el argumento de que no se puede ignorar que estar viviendo en un clima electoral hace posible y hasta exige el “cortoplacismo” está la primera explicación de los problemas que no se resuelven nunca. Varios de estos problemas insisten en mantener altos “rating” en las encuestas -verdaderos oráculos contemporáneos- y pocas esperanzas de ser solucionados.
Con esa impresión estaba cuando el tema de la seguridad ciudadana volvió a estallar en las primeras planas (podrían enumerarse otros) y como siempre las soluciones que se anuncian son, por ejemplo, “mano dura” o elevar el salario de los policías a veintitrés mil pesos. Todos saben que ninguna de estas propuestas resolverá la grave dificultad, pero está claro que ambas se inscriben en una visión coyuntural, que no nos va acercar a ciudades más seguras (la inseguridad en República Dominicana es un fenómeno fundamentalmente urbano). Desde mi punto de vista el Sr. Montas, de EDESUR, es quien ha hecho una anotación muy certera al declarar como aporte a la seguridad de la institución que dirige su compromiso con el alumbrado público. No se equivoca el dicho repetido mil veces por los expertos de que “no hay mejor policía que el alumbrado público”. Lamentablemente, lo sabemos, eso es insuficiente.
Otra visión recurrente y equivocada, es la que considera que la “desigualdad” es la causa de la inseguridad. No existe ninguna prueba de que esto sea cierto: países con índices de desigualdad similares a República Dominicana tienen indicadores de seguridad mucho mejores y cuando la causa se equivoca, la solución no llega. “Barrio Seguro”, por ejemplo, “policializó” políticas sociales y … ya sabemos lo que ocurrió con ese programa.
Estamos ante un problema estructural, es decir provocado y mantenido por el “espíritu del sistema”, un sistema político que no resiste la pruebas de una sociedad que ha cambiado y que por lo tanto es incapaz hasta de entenderla.
Según la Constitución – con todas sus reformas- la institución responsable de la seguridad ciudadana es la Policía Nacional y sobre este tema se debieran atender las opiniones, por ejemplo, del ex ministro de Interior Franklin Almeida. Ignoro si la condición de “ex” se la ganó por esas opiniones, pero llama a la preocupación que se anuncie que para la nueva ley ya está consensuado el 95% de los temas. Seguro que en el 5% que falta, estarán los aspectos estructurales, que una vez más quedarán para después.
No es responsable seguir con la historia de la desigualdad o de los graves problemas sociales como un factor que determina la inseguridad: ya es muy tarde para rescatar a Fanon y sus “Condenados de la tierra”. El que atraca para robar un celular ni lo hace para provocar cambio social, ni producto de su situación económica. Y si de refranes se trata “la oportunidad hace al ladrón” parece más decisivo a la hora de encontrar explicaciones.
Algo que es común a los países inseguros son sus Estados precarios, incapaces de proteger el derecho de sus ciudadanos a vivir en un ambiente libre de riesgo a su vida, su integridad física y sus bienes. Pueden ustedes comprobarlo aún mucho mejor si le agregan otro componente, el de la impunidad. La impunidad es el pasaporte para que el irrespeto a la ley sea transversal socialmente, es decir para ricos y pobres.
Y como la única verdad es la que se busca, según Galeano, algo encontré que me atrevo a recomendar como lectura para quienes tienen el deber de promover, restituir y hacer vigente el derecho a la seguridad de todos y todas. También para quienes quieran conocer y acercarse a los misterios de la “transición política y económica”. Se trata de un libro que aunque voluminoso, se lee con facilidad, con bibliografía, artículos y testimonios: “Militares y autoritarismo. Cien años de evolución política (1916-2016)” del Vicealmirante retirado Eurípides Uribe Peguero.
De verdad vale la pena leerlo, a mí por lo menos me acercó al espíritu del sistema y sobre todo me confirmó la sospecha de cuál es el sistema.