Debo ante todo expresar que soy un lector incurable de Memorias, Autobiografías, Portraits, Confesiones, Semblanzas y Biografías, y aunque su autor sea el más humilde ciudadano de apartadas comunidades como Sanate, Baiguate, Comate, Guaymate o El Aguacate, siempre me apasiona entregarme a la lectura de este género literario muy socorrido por escritores en el otoño de sus vidas.

Por mas gris e insípida que sea una existencia humana, desde el momento en que su propietario acude a  la tinta y el papel para relatarla por escrito aquella adquiere de inmediato para mí una épica dimensión, porque contrariamente a lo sostenido por muchas confesiones religiosas, el vivir es lo  más trascendental que puede sucederle a  un ser humano.  El asunto del más allá no es más que una poética utopía.

Como ocurre con quienes cultivan este tipo de literatura sobre todo sí son políticos o revolucionarios, siempre encontramos: la autodefensa, la distorsión de ciertos hechos, el silencio sobre otros y en particular un abierto o solapado ajuste de cuentas con las realidad o contra quienes les adversaban.  Esto es moneda corriente en las “Memorias” y la de Despradel no constituye una excepción.

Este trabajo de Fidelio además de resaltar su protagonismo en la historia política del país en las últimas décadas, también trata de enrostrarles a diversos cronistas y comentaristas de la realidad nacional que lo dicho por él es la verdad, no la de ellos, aunque para un lector no comprometido como el autor de este artículo hay cosas  de gran interés reseñadas en sus páginas.

Debe ser un leyente empedernido quien al  observar el gran tamaño de los dos tomos de estas “Memorias” decida leerlos.  El primero tiene estas dimensiones: 10.5×7.2×1.2 pulgadas y pesa 3 libras, mientras que el segundo de 10.5×7.2×0.9 pulgadas pesa 2 libras y cuatro onzas.  Esta edición que calificaría de Jumbo o XXL desencanta a cualquiera –al igual que “El Quijote”- que intente conocer su contenido excepto los involucrados en el mismo.

Al tener el hábito de leer acostado fue todo un suplicio la lectura por varios días de las 1,106 páginas –incluyendo anexos- que conforman al texto, cuyos resultados fueron intensos dolores musculares en brazos, antebrazos y tórax.  Si el interés del autor no es presumir del tamaño de su obra sino más bien que se divulgue lo escrito, le sugiero que los tomos III y IV que completarán sus “Memorias” sean de un formato mucho más reducido.

Aunque no tiene ínfulas de prosista son fascinantes las páginas donde el autor describe el Gascue de los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado, así como también sus visitas a la casa de Doña Cofeta Ricart de González.  Este Gascue visualizado como un jardín, una huerta, me hizo rememorar el libro escrito por Marcelle O. Pérez Brown titulado “Gascue jardín urbano” donde sus viviendas más antológicas y sus más ilustres habitantes están bellamente dibujados.

Su amistad con Oscar González y su primo Leíto Ricart me retrotrajo a la que establecí en los años sesenta con un hermano de este último Rodolfo Ricart-Fofi- en especial las sabatinas comilonas en la casa de su abuelo Salvador Sturla- Chuchi- en la ave Independencia casi Pasteur, cuyos asiduos visitantes Tongo Sánchez, el Dr. Melgen entre otros animaban las veladas con sus historias.

A pesar de ser ahijado del dictador Trujillo, ser un invitado a las fiestas de las Estancias Ramfis y Radhamés y su padre ser un funcionario de importancia del régimen –dos veces canciller y rector de la Universidad – fue de mi particular agrado comprobar que en ningún momento renegaba de su participación en esos guateques ni tampoco de su padre a quien reverenciaba al igual que a su maternal parentela.

A diferencia de los presuntos políticos o revolucionarios de izquierda que leerán esta obra provistos de una lupa, mi lectura no fue de ninguna manera exhaustiva pero esto no impidió percatarme de algunos errores de fondo que me gustaría ver enmendados en futuras ediciones.  También que se corrigiera el término  endulcoramiento o endulcorar que a menudo usa en lugar de edulcoración o edulcorar empleándolos como sinónimos de suavizar o mitigar una situación.

La primera errata figura en la página No.51 Tomo I cuando al indicar que el Ing. Leonte Bernal, como exageración de su despiste personal, olvidó diseñar las escaleras de un edificio – caso único en esta ciudad- ubica el mismo en la calle Dr. Piñeyro No.8 de la zona universitaria cuando en verdad su emplazamiento real es Julio Ortega Frier No.8 (antes Colón). Como veremos a continuación la omisión o descuido del ingeniero no fue total sino parcial.

Cuando en Enero de 1962 vine a estudiar a Santo Domingo mi primer alojamiento que se extendió por varios años fue precisamente en ese inmueble que sí estaba provisto de las escaleras de rigor en su interior.  Ahora bien, los tres apartamentos del fondo carecían de comunicación interior lo cual fue asegurado gracias a una escalinata o escalera exterior adosada a su pared sur que estaba desprovista de techo.  Al llover sus usuarios obligatoriamente se mojaban.

Este edificio era una especie de falansterio o vecindad formando parte de sus inquilinos en aquellos años: Américo Monegro, Velázquez Mainardi, Máximo Bernal, Hostos G. Geliz Pepín, Henry García, una rusa, Jimmy Fernández Mirabal, Abel Rodríguez del Orbe y los profesores de la UASD Carlos Curiel, Reyito, Valle Espejo, Sánchez Consuegra y Santos Candelario.  A esto se agregaba un comité del 14 de junio en los bajos.

Esta célebre edificación, que tenía como vecinos frontales al general anti trujillista Ramírez Alcántara y a la familia Heredia Bonetti, constituía como una mina antipersona, una bomba a punto de explotar en cualquier momento al extremo que Marullo Amiama Tío le recomendó a mi hermana Maritza que vivía junto a mí y laboraba en la Cancillería, la conveniencia de mudarse a la mayor brevedad posible.   Contra todo pronóstico pesimista aun sigue en pie después de más de 50 años.

En la página No.600 Fidelio señala que en el 1962  se realizaron en Jamaica los Juegos Olímpicos cuando lo cierto es que lo celebrado del 15 al 28 de agosto de ese año fueron los IX Juegos Centroamericanos  y del Caribe.  Finalmente en la página No.603 expresa que Francisco Martínez Alba- Paquito el de la Caribbean Motors- era primo de María Martínez de Trujillo siendo en realidad hermano de la esposa del Dictador.

Al igual que otros jóvenes pertenecientes a la llamada “elite” dominicana, Fidelio -como Yuyo Alessandro- se identificó prontamente con el antitrujillismo primero y con el izquierdismo después y su recalcitrante militancia en esta última trinchera parece desconocer, ignorar los grandes errores cometidos por sus más connotados dirigentes.  El y sus compañeros de lucha actuaban como si las experiencias frustratorias que tenían no se hubieran convertido en conciencia, en crítica a los principios que orientaban su actuación.

Despradel es zurdo no solo de brazo sino también de cuerpo, pierna y  alma.  Si adelanta un paso lo hace con el izquierdo. En sus movimientos avanza inicialmente su lateral izquierdo. Si cruza las piernas coloca la izquierda sobre la derecha y al volver la cara lo hace por su parte izquierda tal y como aparece en la portada de sus “Memorias”.  Por estas particularidades creo que el título más apropiado que debió llevar su obra sería por ejemplo éste: “Por algo el corazón está a la izquierda”.

Aunque su zurdera psicosomática  no explica absolutamente nada con respecto a sus posturas políticas, estoy en la creencia que su visceral idealismo, su ingenuidad, su inexperiencia y ciertas vivencias personales se amalgamaron para que aceptara como palabras del evangelio los principios y planteamientos filosóficos de la utopía marxista, que en sus años de juventud estaba con viento en popa en buena parte de Europa, Asia y en fase embrionaria en Centro y Sur América.

Deslumbrado quizá por el triunfo del marxismo en el país más extenso del mundo (Rusia); por la victoria de éste en la nación más poblada del planeta (china) y por su implantación en una isla muy próxima a la nuestra (Cuba), el autor de estas “Memorias” asumiendo una actitud similar a la de Pablo Neruda en “Confieso que he vivido” estimó fuera de toda duda la instauración inexorable del socialismo en los cinco continentes y su incuestionable establecimiento en cada uno de su países.

Las purgas selectivas de Stalin; el asesinato de Trotsky en Méjico; la insurrección de Budapest en 1956; la muerte de Guevara en 1967; la ocupación de Checoeslovaquia en 1968 por la URSS; la invasión de Afganistán por esta última y su disolución total en 1991 no fueron disuasivos suficientes para que Fidelio pusiera en entredicho las bondades y excelencias de un sistema no solo incapaz de producir bienestar sino que no consiente la disidencia ni la diversidad.

De espaldas muchas veces a la realidad circundante, los revolucionarios de todo el mundo parecen encontrar sumamente atractivo la ideología redentorista de un partido político o  un inesperado Mesías; les encanta el ambiente de conspiración prevaleciente en sus filas; les seduce el papel de héroe o perseguido derivado de su actuación y en especial, que en las reuniones tenidas a escondidas comportarse como si en sus manos estuviera el destino del país o el mundo.  Su vida es un suspense permanente.

Llegar furtivamente a la Escuela de cuadros que clandestinamente funcionaba en el Km. 12 de Haina; el envío a Cuba de jóvenes para su adoctrinamiento; la impresión y venta subrepticia del periódico 1J4; la organización secreta de mítines; el espionaje a las agrupaciones rivales o no y el uso de pseudónimos para la comunicación entre ellos formaban parte de esa vida a salto de  mata, de extrema peligrosidad, muy del gusto de la juventud levantisca.

Los acontecimientos de la calle Espaillat en Santo Domingo en 1961; declarar el barrio Los Pepines de Santiago como territorio libre; las escaramuzas callejeras después de una manifestación o protesta; lanzarle una molotov a una “perrera” de la Policía o incendiar transformadores lanzándoles un cordel eran para los jóvenes catorcistas actitudes heroicas, épicas pero que el paso del tiempo ha despojado de toda transcendencia histórica salvo para sus protagonistas.

Estas muestras de exaltación juvenil eran propias en una organización donde dirigentes  y militantes –según Fidelio- tenía en su mayoría menos de 25 años de edad, unos pocos menos de 20 y contadísimos alrededor de los 30 años.  Este enardecimiento juvenil explica también la conducta de Emilio Cordero Michel al ser nombrado responsable de formación y cultura entre los presos políticos en la cárcel de La Victoria luego de la insurrección de Manolo.

A estos reclusos pertenecientes al 14 de junio, MPD y PSP ya curtidos en su formación ideológica el historiador les prohibió leer durante su encierro novelitas de vaqueros, del FBI o Corín Tellado permitiéndoles solamente “Así se templó el acero, “Escucha yankee”, “Qué hacer” y manuales de Blas Roca y Nikitín”.  Esta cruel e inhumana disposición hacia quienes de seguro deseaban olvidar momentáneamente la realidad que les oprimía, provocó por necesidad resistencias y críticas en el colectivo.  La literatura de evasión es lo más aconsejable en estos casos.

Dos hechos probatorios de que la repentización, la candidez y la impaciencia presidían el accionar catorcista fueron los siguientes: repudiaron y se abstuvieron de participar en las elecciones generales de 1962 pero justo un año después de su celebración sus principales dirigentes murieron luchando por el presidente electo y la constitución surgidos del evento que rechazaron.  El segundo fue la de participar en las elecciones generales de 1966 llevando a Despradel como senador y Fafa como diputado  a sabiendas de que se trataba de un matadero electoral donde ni siquiera Bosch podía salir de su casa.

Indudablemente la lectura precipitada de textos que conducen a una visión esquemática, dogmatica y falsa de la realidad; la comisión de evidentes errores de perspectiva; balances incorrectos de la situación; estar más pendientes de la situación internacional- Tricontinental, OLAS, Douglas Bravo, Tupamaros etc- que la nacional en fin, la ingenuidad y madurez conllevaron a que una aguerrida organización revolucionaria, se convirtiera luego en una agrupación política para finalmente hundirse en el olvido.

Como en toda autobiografía hay, como dije al inicio de este artículo, un velado o abierto ajuste de cuentas, son patentes las críticas de Fidelio hacia Marcio Mejía, Juan B. Mejía, Ramón Pérez Martínez (Macorís), a los miembros de la Línea Roja, al Departamento América de Cuba dirigido por Barbarroja por escamotearle a Caamaño y sobre todo al PACOREDO y Pín Montás al que define como un personaje retorcido de mente enferma dentro de la izquierda dominicana.

Aprecié sobremanera su tendencia a mencionarse en el texto como si fuese un desconocido.  Dice por ejemplo: Fidelio era todavía fiel reflejo……………   Después de dos meses en USA se produjo en Fidelio…………… También estimé descubrir algo que ignoraba: la humana posibilidad de dormirse caminando como dice que le sucedió a Baby Mejía cuando fue víctima de un agotamiento excesivo monteando con fines insurreccionales en las lomas de San José de Ocoa.

Dice Despradel Roques que su internamiento durante tres años en Villalobos, una localidad perdida en la Línea Noroeste, obedeció a su necesidad de reflexionar, autocriticarse y revisar críticamente prácticas realizadas, pero pienso que lo más decisivo fue el principio maoísta de reeducación por el campo.  Suponía que al término de esa penitencia renunciaría a su pasado y se reconciliaría con la pluralidad democrática.  Inútil espera ya que en él parece cumplirse aquella castellana sentencia: genio y figura hasta la sepultura.

No volvió reciclado como activista medioambiental, tampoco como próspero agroempresario tabaquero, ni como Viceministro en un gobierno del sistema o un investigador acucioso de la música típica dominicana como su camarada Rafael Chaljub.  Sin embargo ya no es aquel fogoso dirigente que en años pretéritos proclamaba de voz en cuello que la liberación del pueblo dominicano sólo será el resultado de una gran guerra nacional y revolucionaria que tendrá por escenario el campo.  En cierta forma ha cambiado.

Aunque Fidelio no tiene conocimiento de mi existencia y talvez algunos comentarios míos vertidos en este trabajo no sean de su total agrado, espero que no  demore la aparición de los tomos III y IV que completarán sus “Memorias”, pues ello me brindará el placer de seguir leyendo a un dominicano fuera de serie que no se deja abatir por los reveses y sinsabores que la política le depara a quienes se dedican casi en exclusividad a su práctica.