Hay ideas que nos dan vueltas durante días y semanas. Parecen fantasmas, genios malignos que atormentan los espacios de ocio (muy breves, por cierto) o esos silencios sonoros que inquietan en la soledad. No son aquellas ideas efímeras que vienen, desordenan y se marchan. Estas se quedan y si encuentran un texto que las evocan, que las nutren y las invitan a habitar cada espacio de las facultades interiores se quedan y hacen de las suyas. Frente a estas últimas, solo la escritura ayuda a exorcizarlas. Así que las escribo.
La cuestión de la identidad nacional es una herencia del discurso colonial. Entiendo discurso colonial como un conjunto de prácticas políticas, de conductas sociales, de textos literarios y no literarios (administrativos, jurídicos, legales, pedagógicos, propagandas) que establecieron unas relaciones de poder entre colonizador y colonizado. Está claro que en el momento de gobierno de la metrópoli la cuestión por la identidad nacional no es posible. Ejemplo de ello tenemos de sobra, doy uno: Antonio Sánchez Valverde en su Idea del valor de la isla Hispaniola se ve a sí mismo como criollo y en perfecta armonía con la metrópolis.
El problema de la identidad nacional es una experiencia vital para el sujeto liberado de la metrópolis; resurge de las ruinas del sistema colonial por lo que se constituye en el núcleo del pensamiento postcolonial que reflexiona sobre la colectividad y su futuro. En Latinoamérica será el principal tema después de los procesos independentistas y la frágil constitución de los estados nacionales en los inicios del siglo XIX. Atendiendo al espíritu de la época, si hay que buscar un origen del problema de la identidad nacional en nuestro país debemos situarlo después de José Núñez de Cáceres y su proyecto independentista. ¿Podemos hablar de una protoidentidad nacional? Aún más, ¿de qué manera los años de dominación posibilitaron la pregunta por la identidad nacional? ¿En qué momento y cuáles han sido las razones para que la cuestión de la identidad resurja en el periodo posindependencia? ¿Qué influencias tuvo la primera ocupación norteamericana en la representación de la dominicanidad? ¿De qué modo y por qué se ha recuperado el tema de la identidad nacional en el periodo postrujillo? Sobre la dictadura y el uso del discurso identitario hay bastante.
El tema de la identidad nacional hoy es una muestra de la permanencia del discurso colonial en la vida social actual. No es cuestión de añoranza del pasado o de vocación de historiador “remenear” la mata del discurso de la identidad nacional. La pregunta por la identidad no es cualquier “paja de coco” y los discursos que se construyen para responderlas merecen una atención especial; aunque nunca definitiva porque a cada renovación generacional habrá quien descubra la ausencia, el fallo, la insatisfacción a la respuesta por el quién colectivo.
La identidad personal es problema de cada uno y, aunque esté relacionada con la mirada que se hace sobre la colectividad, compete a la persona configurarla desde su realidad y su responsabilidad. Cada uno que arme su flu y se lo ponga, a ver cómo le queda.
El problema para mí es la identidad colectiva, la representación que hacemos del nosotros y desde dónde la hacemos. Ahí es cuando se esconden los intereses de poder, la discriminación, los prejuicios, la valoración de sí y de los otros; la conciencia de los que nos une y nos separa de otros grupos humanos, de la dignidad construida a fuerza de solidaridad, del miedo a las diferencias incubado y mantenido en lo dicho y en lo no dicho. En suma, la idea de un proyecto nacional que regule éticamente la acción pública.
La dimensión política de la pregunta por la identidad nacional muestra una carencia. Carencia que raya en lo enfermizo. La renovación de la pregunta es solo el síntoma observable de la dolencia interior. Así como la cura del cuerpo puede tratarse desde las ciencias médicas o desde las tradicionales fórmulas cuasimágicas de la abuela, cuyo ingrediente definitivo era el cariño, del mismo modo puede uno proceder en la cura del alma.
La pregunta por la identidad nacional solo se resuelve haciendo la pregunta. Sin miedos. A sabiendas que nada es definitivo.