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(Papeles de Panamá, Wikileaks 2016)

La compresión de una teoría de la ciberpolítica hay que articularla con una relación social digital entre sujetos cibernéticos (hackers, cibertrabajadores, ciberpolíticos, cibereducadores, ciberciudadanos), el poder digital (gobierno electrónico, automatización del proceso electoral, control virtual y cuerpo de seguridad digital) y su base de sustentación la cibereconomía (innovación, conocimiento, tecnociencia y cibercultura).

Los sujetos cibernéticos,  el poder digital y la cibereconomía forman rizoma ciberespaciales, redes sociales y medios informativos digitales. Es un sistema digital planetario. El cibermundo

Es sobre esa relación  que puede focalizarse la posibilidad de que una  hacker de formación contestataria como Birgitta Jónsdósttir, de la generación X (nació 1967) y excolaboradora de Wikileaks, tenga hoy amplia posibilidad de convertirse en la primera Ministra de Islandia, una isla en el Ártico, con apenas 330.000 habitantes y que fue de los primeros sacudiones que han provocado los papeles de Panamá (Wikileaks 2016)  con la renuncia del primer ministro islandés, Sigmundur David Gunnlaugsson, que junto con su esposa, está implicados  en dichos papeles, con cuantiosas inversiones en las Islas Vírgenes Británicas, en donde depositaron más de tres millones de dólares en bonos, tras la crisis mundial de 2008.

Pero antes de situar la posibilidad de que esta hacker se convierta en la primera Ministra de Islandia, con el Partido Pirata a la cabeza, es bueno explicar  la relación filosófica de lo cibernético con lo social y el poder,  que es donde  los hackers entran en una relación con el poder digital y que dependiendo de  esa relación se pueden clasificar.

Hay que aclarar que el sujeto cibernético llamado hacker no es un sujeto que vive incursionando en un portal digital o un correo de una persona por puro placer, sin estrategia bien definida. A lo mejor es un ciberintruso que quiere fastidiar. En el hacktivismo, la política de Anonymous no tiene nada que ver con una cultura delincuencial, sino de lucha por la transparencia y la democracia, aunque muchos puedan tergiversar su visión filosófica y política. Incluso realizar sabotajes digitales y decir que son de Anonymous.

A este movimiento se le conoce por grandes causas como la lucha por la libertad en el Medio Oriente y por la democratización de la información, como el caso Wikileaks.  Hay una gama variopinta de hackers, que dependiendo de su relación con el poder del cibermundo, se clasificarían en empresarios, mercenarios, revolucionarios y anarquistas, entre otros.

No es lo mismo el accionar del legendario hacker Kevin Mitnick que el del empresario Bill Gates. No son los mismos los movimientos de hackers chinos que constantemente enfrentan las redes computacionales de Japón, en recordación de la matanza de miles de chinos en la Segunda Guerra Mundial, que los movimientos de hackers de extrema derecha que libran batallas cibernéticas desde los Estados Unidos contra la China e Irán.

Un ejemplo basta: el hacker de Argentina, Julio Ardita, apodado Gritón, fue apresado por los norteamericanos en 1995  por haberse introducido en  los sistemas informáticos del Pentágono, en  bases militares norteamericanas  y a la NASA. Hoy Ardita, luego de una condena leve, que no implicó prisión, se ha convertido  en un hacker de seguridad informático para los bancos mundiales y otras empresas.

Los hackers que incursionan en la seguridad e instalaciones nucleares de Estonia, Japón o Irán no son necesariamente hackers mercenarios o criminales, sino que pueden ser  hackers militares de otras naciones o entre ellos mismos, ya que los principales países del cibermundo (Estados Unidos, China, Comunidad Europea) viven en permanente infoguerra o guerra de información.

El  hacker es un sujeto con formación en el mundo digital, capaz de irrumpir los sistemas de información computarizados, en las redes del ciberespacio, y que no es el único sujeto del mundo digital o cibermundo, ya que encontramos otros sujetos cibernéticos, entre los cuales se encuentran los ciberpolíticos, que pueden ser hackers o no, y participan en las actividades políticas con un dominio en redes sociales y parte de lo que es  la política social digital.

Es, pues, en este ambiente entretejido de redes ciberespaciales que han emergido diversos movimientos sociales, entre los que se encuentran las decenas de partidos piratas, algunos de los cuales cuentan con diputados en el Parlamento Europeo, como es el caso del Partido Pirata de Islandia, con un 43% en la intención de voto, y el cual podría convertir a la hacker y poeta Jonsdottir en la primera Ministra de Islandia.