El presente artículo tiene un toque personal y un sentimiento de gratitud por las buenas cosas y experiencias que aún pueden ocurrir en nuestro país y que de hecho ocurren, aunque no tengan el reconocimiento público que uno esperaría en condiciones distintas a las que vivimos por la pandemia. A pesar de ello, reconocer las buenas experiencias precisamente nos viene mejor que nunca. Pero ¿a qué me refiero? ¿Cuál fue la experiencia gratificante que me ha llevado a experimentar un sentimiento de gratitud y reconocimiento?
Hace pocas semanas mientras actualizaba el contenido del programa del curso de Análisis y Evaluación de Proyectos, que imparto en el Doctorado en Ciencias Ambientales del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC), viví el agradable déjà vu de poder acceder a literatura científica de primer nivel y calidad e incorporarla de forma activa en la programación académica del curso. Desde el portal de la Biblioteca Emilio Rodríguez Demorizi pude conectarme por primera vez desde territorio dominicano y sin ningún tipo de inconvenientes a Science Direct y navegar por su colección. La experiencia no era nueva para mi, pero era la primera vez que podía hacerlo en territorio dominicano. He tenido la suerte de trabajar en una universidad que cuenta con una de las mejores bibliotecas universitarias del país, pionera en el despliegue de tecnologías y acceso a recursos remotos, repositorios y redes globales. No obstante, poder navegar y utilizar los recursos indicados fue una experiencia renovadora. Ese déjà vu fue posible gracias al despliegue del “Portal Web Dominicano de Información Científica, Tecnológica, Humanística y Social”, presentado al país a inicios de febrero por el Ministerio de Educación Superior Ciencia y Tecnología en las instalaciones de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), pero disponible desde finales del pasado año.
Esto no tiene nada que ver con utilizar un navegador de internet y escribir un par de palabras y descargar material por más scholar que se denomine dicho navegador. Esto es mucho más. Se trata de tener acceso sistemático al conocimiento científico y técnico, es acerca de la posibilidad de poder hacer búsquedas booleanas y enriquecer la propia actividad creadora de conocimiento, pero también de actualizar los contenidos que se comparten con los alumnos enriqueciendo la experiencia de enseñanza-aprendizaje.
En los Estados Unidos cualquier college, pero sobre todo universidad debe garantizar el acceso a bases de datos de conocimiento de las principales casas editoras científicas (Science Direct, JStor, Springer-Nature, Sage, Taylor & Francis, etc.), así como conectarse a las redes tecnológicas avanzadas de cooperación científica y tecnológica. Algo similar ocurre en Europa en donde en algunos países los sistemas de educación preuniversitarios tienen acceso a tales recursos. Se puede cuestionar el modelo de negocios de las grandes casas editoriales y sin dudas mis amigos del movimiento de Open Access están de acuerdo de que la industria editorial está abocada a cambios importantes en los próximos años. No obstante, en lo que ese futuro se aproxima el lanzamiento del Portal Web Dominicano de Información Científica, Tecnológica, Humanística y Social es un paso en la dirección correcta.
En el ámbito universitario en países como México, Costa Rica, Panamá, Colombia y en las economías más avanzadas del Cono Sur (Argentina, Brasil, Chile y Uruguay), hace varios años que se crearon los consorcios universitarios con una significativa participación pública para el acceso a conocimiento como parte de una política de estado en la que el conocimiento científico, humanístico y técnico se considera un recurso con atributos de bien público o cuasi-público (esa es otra historia).
El Consorcio Nacional de Recursos de Información Científica y Tecnológica de México, o el Consorcio Colombia, entre otros tantos de la región muestran el compromiso de los estados para democratizar el acceso al conocimiento. En el caso mexicano se trata de un consorcio en el que participan el poderoso Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT), la Secretaría de Educación Pública y las principales universidades del país. El consorcio colombiano lo integran el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (antiguo COLCIENCIAS), el Ministerio de Educación Nacional y la Asociación Colombiana de Universidades. Estos modelos se replican por toda América Latina y finalmente y luego de una larga espera, le llegó el turno a la República Dominicana. ¡Enhorabuena!
En el caso de las redes avanzadas en los Estados Unidos de Norteamérica existe el consorcio Internet 2 creado en 1997 como la Corporación Universitaria para el Desarrollo Avanzado de Internet o UCAID por sus siglas en inglés. Este consorcio ofrece servicios y soluciones de banda ancha para el intercambio de información y minería de datos en el ámbito de la investigación científica y tecnológica, cubriendo las necesidades de universidades, centros de investigación, organismos públicos y organizaciones de tipo cultural. En Europa existe la red GÉANT o red de datos paneuropea para la comunidad investigadora y educativa, que ofrece una plataforma similar a la red norteamericana, con la diferencia que conecta e integra a las redes nacionales de los países europeos, como la red académica y de investigación de España (RedIRIS) o la RENATER francesa, entre otras. En América Latina existe la Red CLARA (Cooperación Latinoamericana de Redes Avanzadas), creada en 2003 en Montevideo, Uruguay como un mecanismo para integrar las distintas redes avanzadas de investigación y educación de los países latinoamericanos. Nuestro país no está conectado a CLARA ya que a la fecha carecemos de una red avanzada de investigación y educación. Hasta 2016 en el país se hizo el intento de impulsar la iniciativa RADEI (Red Avanzada Dominicana de Investigación e Investigación), lamentablemente es posible que ese esfuerzo se adelantara en el tiempo y murió por inanición.
Lo importante en este punto es que finalmente el país cuenta con acceso equitativo a conocimiento científico y técnico. Que este proyecto beneficia por igual a todas las universidades del sistema y que por extensión tiene el potencial de impactar a los más de 600 mil estudiantes universitarios dominicanos, así como y los miles de profesores y relativamente pocos investigadores con los que cuenta el sistema. Por cierto, el punto de entrada para los usuarios son los portales de las bibliotecas universitarias que se conectan a través de herramientas específicas de descubrimiento académico.
Se debe reconocer a las actuales autoridades del Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (MESCYT) en la persona de su ministro el Dr. Franklin García Fermín, por darle continuidad a una iniciativa de la que muchos ayer y antes de ayer han sido parte y que otros la habían soñado. Las pasadas Ministras de Educación Superior Ciencia y Tecnología las doctoras Ligia Amada Melo y Alejandrina German, jugaron un papel importante al identificarse y apoyar esta iniciativa, así como los distintos viceministros de Ciencia y Tecnología que han ocupado la posición. Desde su gestación el proyecto contó con el impulso y decidido apoyo de la Asociación Dominicana de Rectores de Universidades (ADRU) y en particular de la Asociación de Bibliotecas Universitarias Dominicanas (ABUD), que desde hace muchos años ya tenían organizado un club de compras de contenidos universitarios, que ahora se ha magnificado y transformado en un consorcio en toda regla con la puesta en marcha del portal universitario. Gratitud a la ABUD y a las almas luminosas que la han conformado y la conforman. Las bibliotecas universitarias muestran con esto que están más vivas que nunca y que deben ser tomadas en cuenta de forma activa en las políticas públicas de educación, ciencia y tecnología.
Pero ¿por qué este lanzamiento es tan importante? La respuesta ya la hemos adelantado: este proyecto coloca una de las piedras angulares en el edificio de la sociedad del conocimiento. En términos más concretos el impacto será de calado en la calidad de la educación superior y en el nivel de la investigación científica y tecnológica. Me referiré sólo a lo primero. En el corto plazo se puede mejorar el contenido curricular de los planes de estudio de grado y postgrado con conocimientos de vanguardia y por extensión las competencias cognitivas de los profesionales que ingresan al mercado laboral. En el mediano y largo plazo este tipo de iniciativas impactará de forma directa en los procesos de evaluación y acreditación universitaria nacionales e internacionales ya que el acceso a literatura científica de calidad es siempre un punto significativo de la lista de chequeo de estos procesos de avalúo. Del mismo modo servirá de soporte para los planes de reforma y desarrollo curricular del nivel universitario y en particular para fortalecer el nivel de postgrado y sobre todo el nivel doctoral, que no puede avanzar sin acceso a las corrientes de conocimiento de vanguardia.
Asimismo, el acceso a conocimiento de frontera puede incidir de forma más indirecta en la dinámica de innovación en las empresas gracias a la llegada de profesionales con competencias cognitivas más sofisticadas, que pueden contribuir con el desarrollo de mejores productos o servicios. En otras palabras, este tipo de iniciativas empujan desde abajo la transformación de la matriz tecno-productiva al crear un ciclo virtuoso de desarrollo, mejorando el perfil innovador y la posibilidad de incorporar conocimiento para hacer mejor lo que ya se hace bien en determinados sectores. Aquí no hablamos de “ciencia de cohetes”, sino de mejorar y expandir nuestras capacidades a partir de una mejor formación profesional gracias a las ganancias de conocimiento de frontera.
Quiero resaltar tres cosas. Primero lo evidente que esto es sólo una pieza del armazón que nos debe preparar para edificar una sociedad del conocimiento. Entre otras cosas se debe avanzar en el acceso, disminución de costes y universalización de la banda ancha en el país. Sobre este punto todo parece indicar que el Estado Dominicano ha tomado nota debido a que por la pandemia nuestros estudiantes preuniversitarios se encuentran recibiendo educación a distancia. No se debe cejar en estos esfuerzos ya que la equidad requiere de compromisos de todos los sectores para mejorar tanto nuestras infraestructuras como los servicios tecnológicos que se derivan de las mismas.
Lo segundo es que un proyecto de esta importancia tiene que aumentar en su visión integradora y de inclusión. Este portal es en parte respuesta a las necesidades de contenidos para la formación de profesores de los distintos niveles preuniversitarios, pero también es una herramienta que puede estimular el autoaprendizaje. El Ministerio de Educación debe ser parte de este consorcio y seguir el ejemplo de modelos como el mexicano y el colombiano y de otros tantos países. Pero igual entidades como el Instituto de Innovación en Biotecnología e Industria (IBBI), el Laboratorio Nacional de Salud Dr. Defilló, los Hospitales Docentes Universitarios o las estaciones experimentales del Ministerio de Agricultura entre otros espacios con vocación de producción de conocimiento e innovación, deberían poder acceder al Portal Web Dominicano de Información Científica, Tecnológica, Humanística y Social. De esta forma se puede avanzar en la configuración de un sistema de innovación, ciencia y tecnología nos aproxime aún más a la sociedad y a la economía del conocimiento. Sé que esto puede ser posible y que se tiene la mejor actitud para ello.
Una fracción de los recursos para inversión en tecnología que maneja el Ministerio de Educación (MINERD), pudieran utilizarse para ampliar contenidos y avanzar en la configuración de una nueva red dominicana de investigación, educación e innovación, en la que el sector telecomunicaciones y actores como el Instituto Dominicano de las Telecomunicaciones (INDOTEL), tienen mucho que decir y aportar.
Lo tercero es que proyectos de esta naturaleza requieren que en el Estado y en la sociedad en general se instale lo que algunos filósofos contemporáneos, como el australiano Ronan Krznaric, llaman “pensamiento de catedral”. La pandemia nos obliga a pensar diferente y adquirir una perspectiva de largo plazo en la que las políticas públicas nos hagan más resilientes como sociedad. En la Edad Media la construcción de una catedral podía tomarse doscientos o trescientos años. La catedral la “Sagrada Familia” inició su construcción en 1882 y aún continua. Esta idea más que ser entendida literalmente nos hace una llamado a pensar en el legado responsable que dejamos a nuestros hijos y más allá. Este es un reto para cualquier sociedad contemporánea y más la nuestra, en la que las inacabables urgencias cotidianas nos distraen a menudo de lo que realmente importa. Proyectos como el “Portal Web Dominicano de Información Científica, Tecnológica, Humanística y Social”, la formación avanzada en el nivel doctoral, la contratación de profesores con nivel doctoral bien remunerados que se dediquen a la vida académica (docencia, investigación y vinculación), la consolidación de una cultura académica y científica en las universidades dominicanas requiere de la capacidad de imaginarnos el largo plazo y un futuro alternativo de desarrollo e inclusión social.
En un ya distante 2008 cuando con el apoyo de un amplio número de organizaciones públicas, privadas, de la sociedad civil incluyendo las universidades, fue presentado al país su primer “Plan Estratégico de Ciencia, Tecnología e Innovación 2008-2018”. Con todos sus virtudes y defectos este plan y otras iniciativas como el Plan Decenal de Educación Superior 2008-2018, sentaron las bases de los cambios importantes que poco más de una década después comienzan a configurar una mejor universidad dominicana. Quizá de una manera un tanto sorprendente y posiblemente con más pasión que intención, varias de las iniciativas previstas en dichos planes han venido cristalizando. Por ejemplo el relanzamiento y crecimiento experimentado por del Fondo Nacional de Innovación y Desarrollo Científico y Tecnológico (FONDOCYT) desde el 2008 hasta a la actualidad; la formación de doctores en el país mediante programas de doctorado interuniversitarios es hoy una realidad; los premios nacionales de ciencia, tecnología e innovación llevados a cabo con sus particularidades; iniciativas como la conformación de la carrera nacional de investigación y el sistema nacional de investigadores, el sistema nacional de información científica y tecnológica (bajo sus lecturas particulares), entre otras más, muestran que fue posible soñar y avanzar. Todos y todas que de una manera directa, indirecta, tácita o explícita han contribuido con los cimientos de este edificio que es la sociedad y la economía del conocimiento, por pequeño que nos parezca, ha venido creciendo y se erigirá como una catedral en unas décadas.
Desde el modesto espacio de mi aula virtual, como académico e investigador quiero expresar mi gratitud a todos los que a lo largo de estos años han sido parte de la construcción de una experiencia que bloque a bloque nos aproxima a la posibilidad de una universidad y una sociedad mejor. Gracias por el déjà vu.