Los números que hablan sobre robos y homicidios en República Dominicana son inquietantes.Con relación a su población, República Dominicana tiene una de las tasas más altas de robo que se registra en toda la región, según las estadísticas del Índice de Desarrollo Humano, aportadas a final del año pasado por el programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
Ahí se establece que la República Dominicana tiene anualmente un promedio de 556 robos por cada 100 mil habitantes. Eso es superior a los robos, por cada 100 mil habitantes, registrados en Perú, Nicaragua, Paraguay, Panamá y México, entre otros.
Además, hay un enorme sub-registro de los robos ejecutados en República Dominicana, porque la mayoría de la gente no pierde tiempo con denuncias ya que piensa –muy acertadamente- que la policía no va a resolver nada o que le va a pedir dinero y a veces teme -con razón- ser asaltada por la misma policía.
Al menos en la Encuesta realizada por la Oficina Nacional de Estadísticas en el 2005 se establece que el 87.9% de la gente que es víctima de los llamados "descuidistas" dice no haber puesto ninguna denuncia formal, mientras que tampoco pone ninguna querella el 73.8% de quienes sufren atracos. De igual forma, el 70% de la gente con casas asaltadas no hace denuncias a la policía.
Según los niveles establecidos por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) un país tiene un índice "normal" de esas tragedias cuando registra entre 0 y 5 homicidios por cada 100 mil habitantes al año. Cuando el país tiene entre 5 y 8 homicidios por cada 100 mil habitantes al año, se considera que la situación es "delicada" y amerita estrategias para contrarrestar la situación. Cuando un país tiene más de 8 homicidios por cada 100 mil habitantes al año, se considera que tiene una epidemia.
Actualmente, en la República Dominicana se están registrando más de 23 homicidios por cada 100 mil habitantes al año. Es decir, que tenemos por lo menos tres veces la cantidad de homicidios requeridos para que sea una epidemia.
De 1991 hasta el 2008 en la República Dominicana se produjeron 25,684 homicidios, según la tabla estadística realizada por los doctores Mayra Brea de Cabral y Edilberto Cabral, en uno de sus estudios sobre el tema, donde también se describe la clasificación de la OPS con relación al número de homicidios.
La cantidad de homicidios registró una elevación permanente y significativa en la primera mitad de la década pasada y tuvo su máximo pico en el 2005, cuando el porcentaje de homicidios superó el 26%.
Este año parece que vamos a romper el record porque solo entre enero y mayo se han registrado 1,063 homicidios, según leí el otro día en un periódico y después de mayo han pasado numerosos hechos de violencia con desenlaces trágicos, incluyendo los episodios de Santiago, suficientemente notables como para llamar la atención del Presidente.
Hay una multiplicidad de factores que han desencadenado esta situación y hay muchos estudios que tocan esos factores de forma detallada. El propio gobierno tiene sus estudios. No soy una especialista, ni nada parecido, pero las partes que yo he visto me parecen muy bien hechas y las diversas intervenciones sugeridas también lucen acertadas.
Incluso el gobierno tiene ya una experiencia con "Barrio Seguro" en la que se han registrado algunos pequeños éxitos, según algunas evaluaciones, pero el problema es de tal dimensión que se necesita algo más que un parche y eso desborda toda capacidad del gobierno, que además tiene sus prioridades completamente centralizadas en el juego político, sin dedicarle atención sistemática e institucionalizada a los problemas reales de la población.
Una intervención eficiente para la reducción de la criminalidad tiene que pasar por cierto nivel de reestructuración económica, en pos de una repartición más equitativa de los recursos. Indispensablemente hay que confrontar la corrupción y el clientelismo , hacer la reforma policial que hay pendiente desde hace 500 años y contrarrestar el auge del crimen organizado dentro de las Fuerzas Armadas y La Policía Nacional, que son los dos grandes focos de criminalidad organizada, entrenada y armada que tiene el país.
La sociedad dominicana también ha registrado un interesante proceso de sacudimiento y concientización, que se manifiesta en la resistencia presentada por diversos sectores de la sociedad civil, cuando le recuerdan al gobierno cuál es el bien común, ya que el gobierno no lo ubica nunca. Y ni hablar de la mayor parte del sector privado. Un buen ejemplo es el movimiento que exige el cumplimiento de la ley que asigna el 4% del PBI para la educación, lo que también puede incluirse dentro de las medidas para contrarrestar la delincuencia.
Ayer encontré en Acento con un título extendido, dramático y desgarrador: "¡No me mate! y el Capitán contestó ¡Cállese! Y disparó, le dio tres tiros".
Esa no es una estadística. Es una historia, con nombre, Junior Tontón Santiago y hasta un apodo, "Salivita", que quien se lo puso parece que podía adivinar lo poco que valdría su vida y lo fácil e impune que resultaría escupirla.
La historia, contrario al inerte dato frío, late con toda su sangre y Junior –detectado, tratado, y confinado, en su condición de un nadie, una escoria, una mierda, un tíguere de orilla, un lumpen, una chusma, un desechable- se siente en la edición digital del periódico, como si todavía estuviese tibio y pudiera sentir a los policías (sádicos de pacotilla que no han podido ascender ,como la hiena taimada ubicada más arriba) haciendo presión sobre las balas alojadas en el abdomen para que les duelan más. ¿Qué clase de gente hace o manda a hacer eso? ¿Cuál es el diagnóstico para un país en el que sus autoridades ordenen o toleren algo así?
Sé que es cierto, como si lo hubiera visto, porque de hecho lo vi. Y no solo yo, sino el país entero cuando observamos la grabación de la aprobación del Presupuesto Nacional en la Cámara Baja, con el que una vez más se dejó de lado lo correspondiente a la Educación para llenarle el buche a Leonel Fernández y presenciamos al Presidente de la Cámara Diputados, Abel Martínez, disparando contra el país igual que el Capitán que asesinó a Junior:
-¡No me mate!- dice el país
– іCÁLLESE! Responde Abel sacando el arma de reglamento- ¡BANG! іBANG! ¡Voten honorables diputados! ¡BANG! ¡Voten Honorables! ¡BANG! ¡Voten honorables! іVoten!іVoten! іBANG! іBANG!іVoten honorables! іBANG! іVoten honorables!іVoten! і Voten honorables! ¡Voten horobles! ¡Voten! ¡Voten! ¡BANG!іBANG! ¡Voten Honorables! ¡Voten! ¡BANG! ¡¡JOSE COSME!! і¿PARA DONDE VA?! іVote! ¡Voten honorables! ¡Voten, honorables! ¡Voten! ¡BANG! ¡BANG! ¡Voten honorables! ¡PEDRO MOTA! ¡Vote! ¡Voten honorables! ¡Voten honorables! ¡DILEXIO! ¡Vota! ¡BANG! ¡Voten honorables! ¡Voten! ¡Voten honorables! ¡ FRANCISCO BAUTISTA! ¡Vote! ¡Voten honorables! ¡Voten honorables! ¡BANG!¡Voten!¡Voten honorables!…
Paré de contar las repeticiones del "voten honorables", cuando iba por veinticinco, porque yo no soy José Cosme, ni Pedro Mota, ni Dilexio, ni Francisco Bautista, para sentarme a oír con objetividad contable y docilidad bovina a este crispado y ridículo trujillito satélite, arquetipo del tigueraje abusador y desenfrenado, que tanto se ha reproducido con los auspicios del Presidente Leonel Fernández -irresponsable, inepto , cobarde y vago, según los cables de Wikileaks-.
Sobre el cuerpo baleado de un país, alguien presiona para que duela más. Suponemos que no es La Primera Dama, que tan amable, desinteresada y transparentemente nos educa sobre los valores como la integridad, poniéndose ella misma en la sacrificada posición de práctico ejemplo invertido.
Cada día recuerda un poco más a la piadosa Doña María Martínez y sus inspiradas prédicas sobre los valores morales que deben adornar a los otros. Si por casualidad no le va bien en las próximas elecciones, tendrá material para hablar con sobrada elocuencia sobre las falsas amistades, a menos a que ella también consiga sacar del Palacio una Fundación sin fines de lucro, como la del Presidente.
La verdad es que hasta apropiada combinación hace un país con un parásito hinchado en la presidencia de la Cámara de Diputados, un titiritero rapiñoso en el poder ejecutivo, una presidenta consorte con más ventosas que un pulpo y un grupo de oficiales militares que se roba un avión en un aeropuerto llamado Joaquín Balaguer.
La crónica en la que se cuenta la historia de "Salivita", describe algunos de los testimonios recogidos en República Dominicana por Amnistía Internacional, sobre los asesinatos que comete la Policía Nacional.
¿A cuánta gente han matado en las calles para que crímenes cometidos por la propia policía queden impunes?
La brutalidad de La Policía y la brutalidad del Congreso son expresiones de la brutalidad del gobierno y de la brutalidad de Leonel Fernández, quien actualmente lo encabeza.