En una reciente entrevista realizada con motivo de la donación de unos archivos a la Universidad Pompeu Fabra, de Barcelona, el filósofo Gianni Vattimo ha retomado su célebre concepto de “pensamiento débil”.

Vattimo, nacido en Turín, Italia (1936), ha sido uno de los filósofos más relevantes de la postguerra. En la línea del pensamiento de Friedrich Nietzsche, ha promovido una crítica radical de la tradición metafísica occidental y del supuesto de la existencia de valores absolutos.

En otras palabras, Vattimo nos invita a cuestionar la idea de que existe una verdad absoluta en vez de una diversidad de interpretaciones y una sola mirada sobre la obra artística en vez de una multiplicidad de lecturas, incitándonos a cuestionar la existencia de prácticas culturales con pretension de universalidad.

En la entrevista, Vattimo retoma una vieja idea defendida por el filósofo Richard Rorty, según la cual, la creencia en verdades absolutas nos lleva a situaciones violentas. En otras palabras, la mentalidad dogmática construye relaciones de  conflicto y atuoritarismo.

Desde la perspectiva del filósofo italiano, asumir la perspectiva del pensamiento débil nos hace mejores personas, porque nos permite superar las actitudes que producen proyectos totalitarios.

Uno de los defectos del pensamiento débil es su matiz relativista. Desde el relativismo se hace difícil asumir una perspectiva razonable sobre problemas como el de la verdad, las ideologías, el relativismo cultural, o el de una fundamentación racional de la política. Si todo es relativo, cualquier creencia es válida. Si las prácticas culturales son relativas, entonces todos los valores son racionales. Si todas las ideologías tienen el mismo estatus, entonces cualquier proyecto politico es justificable.

Pero, por otra parte, una dosis de pensamiento débil nos coloca en la actitud razonable de que existen multiples interpretaciones de la realidad -lo que no significa que todas sean válidas-. Nos recuerda que las actitudes fundamentalistas son peligrosas y destructivas. Nos advierte de ser arrogantes en nuesras pretensiones de verdad y nos incita a ser dialogantes, porque en el punto de vista que creemos falso puede “habitar la verdad”. Con semejante actitud, se habría evitado mucha violencia en el pasado y en el presente.