Por Doña Celeste, que no es por joder. Pero que vaina nos han tirado con esta justicia virtual.
Debo depositar dos recursos de casación ante la Suprema Corte de Justicia, para ello, debo redactar un memorial a tales fines, y al mismo tiempo, depositar copia certificada de la sentencia recurrida, así como los documentos que fundamentan mi recurso, en materia civil. Eso dice la ley de Casación.
A estos fines, envío a un paralegal, luego de la apertura de los tribunales el día 29 de julio, pasado, ante la Tercera cámara de lo civil de la Corte de Apelación del Distrito Nacional, y ante la cámara de lo civil y comercial de la Corte de Apelación de San Cristóbal.
El proceso anteriormente era sumamente sencillo, uno indicaba el número de la sentencia y expediente, llevaba los sellos, impuestos y tasas correspondientes, y se iba con un ejemplar de su sentencia certificada. Acabado el trámite. Ahora, me indicaron a través del paralegal que hay que hacer una cita, que esa cita, tiene que indicar el propósito de la misma, y a que tribunal va dirigida.
En el Distrito Nacional, es peor, aun, ya que ahora, una mente brillante, como el título de la película, ha creado una secretaria general para todo, y los abogados y ¨usuarios¨ no tenemos acceso ni siquiera a la secretaria del tribunal en el cual debemos hacer nuestras diligencias.
Hecha la cita virtual, y enviando a la persona que hace estas diligencias en nuestra oficina a tales fines, para que solicite y le entreguen la sentencia certificada, le indican, que no es posible, porque esta debe hacerse también de manera virtual.
Estoy en Ciudad Nueva, haciendo una diligencia, y el para legal, me llama y me indica el nuevo impasse. Le explico que no es posible hacerlo virtual, porque la LEY, la M……LEY, exige que se deposite un ejemplar de la sentencia CERTIFICADA, y que esta no puede ser virtual o por internet, porque entonces la Suprema Corte de Justicia, puede declarar el recurso inadmisible.
La genialidad de la secretaria quien recibe a mi enviado, se vuelve más brillante aun, y afirma que no, que conforme a las nuevas normativas, la sentencia que me envíen vía correo electrónico, sirve como sentencia certificada. Le explico que no, que la ley no prevé ni admite eso, y que necesito mi simple y sencilla sentencia certificada.
Me contesta que si no lo hago virtual, no tendré la sentencia. Entre el aguacero, la mojada que me di, y las escaleras que estaba subiendo en ciudad Nueva, hasta la cuarta planta, me entró una vaina y casi me da un infarto al miocardio.
Dios me tranquiliza, pasa su mano sobre mí, y me calmo y empiezo a llamar al (809) 533-3191, teléfono de la Suprema Corte, a ver si encuentro a alguien que entienda, que si se me vence el plazo del recurso sin depositarlo, vamos a tener un problema serio. Nadie toma mi llamada y como no se la extensión marco el cero (0), como indican las instrucciones de la voz que me habla. Suena, suena, suena, suena, suena y luego se cae; y así en más de diez ocasiones.
Me dieron unas ganas de encuerarme frente a la Suprema, como muestra de locura, desazón y desesperación. Esto solo lo evitó el hecho de que, no tengo mucho que exhibir o presumir en esa posición, y más bien, hubiera servido mi desnudez de confirmación de mis poquedades.
Pero si no, por mi Madre que hago un lio frente a la digna Suprema. Que joder.