Es de uso común en el lenguaje popular utilizar la expresión “Una de cal y otra de arena” para referirse a aquellas situaciones de la vida que suponen aspectos positivos y negativos, alternados entre sí; es una contraposición entre la prosperidad y laadversidad; las satisfacciones y las penurias.
En dicha expresión, la cal y la arena son imágenes tomadas del ámbito de la construcción, pues éstas eran, conjuntamente con el agua, los ingredientes utilizados para la preparación de la argamasa, material de construcción utilizado en lugar del cemento actual para unir los bloques o piedras utilizados como si fuesen ladrillos; en el entendido de que para que la mezcla fuese buena, era necesario mezclar la cal y la arena en las proporciones correctas.
Algunos se preguntarán cuál de estos elementos representa lo positivo y cuál lo negativo. No son pocos los que consideran que la cal representa lo negativo, ya que tiene un efecto irritante en la piel y en las vías respiratorias, además de los serios daños oculares que puede causar; de su parte, la arena es asimilada como el elemento positivo, por ser un producto benigno y sin riesgos para la salud del ser humano. No obstante, podría igualmente sostenerse que la cal representa el elemento positivo, por ser más noble y caro que la arena.
Ahora bien,la expresión no persigue calificar a uno y otro ingrediente como benigno o perjudicial, sino que se trata de una simple metáfora utilizada para referirse a las alternancias entre los períodos de bonanza y aquéllos de calamidad, pues ninguna de ellas puede extenderse en el tiempo de manera indefinida –al menos en teoría-.
Una vez expuesto lo anterior, e independientemente de cuál de los ingredientes represente la desdicha o la felicidad, considero que al pueblo dominicano nos están llenando las manos con uno solo de dichos ingredientes: el pernicioso y dañino, sea éste la cal o la arena.
En efecto, el pueblo dominicano lleva mucho tiempo sufriendo y soportando los embates delGobierno y de los funcionarios de turno y, para muestra de ello, empecemos por señalar la cuestionable gestión del ex Presidente Fernández, quien cerró su mandato con broche de oro dejándonos un déficit fiscal sin precedentes en la historia dominicana, aún sin justificar. Asimismo, y a menos de tres meses de haber tomado posesión del cargo, el Presidente Danilo Medinanos premió con la promulgación de la Ley No. 253-12, de Reforma Fiscal, bautizada con el eufemismo de “Ley para el Fortalecimiento de la Capacidad Recaudatoria del Estado para la Sostenibilidad Fiscal y el Desarrollo Sostenible”, con la cual el Estado persigue, entre otras cosas, recaudar de los bolsillos de los contribuyentes unos 46,000 millones de pesos y combatir, supuestamente, la evasión y el contrabando.
A lo anterior, sumemos los diversos y sonados casos de corrupción y nepotismo que involucran a funcionarios del Gobierno, quienes, en el remoto caso de ser perseguidos por la vía judicial por sus actuaciones ilícitas, son beneficiados con la desestimación de las querellas interpuestas en su contra, riéndose con la “muela de atrás” de un pueblo sumido en la indignación y el atropello.
Como si todo esto no fuese suficiente, ahora debemos presenciar cómo unos cuantos, amparándose en supuestos certificados de título cuyo carácter fraudulento ha sido puesto en evidencia más de una vez, pretenden repartirse, cuales buitres detrás de la carroña, terrenos que pertenecen al Estado, quien, en un acto piadoso frente a los alegados titulares de derechos sobre los terrenos en cuestión, permitirá que estos últimos conserven el 45% de los beneficios que se obtengan de la venta de dichos terrenos.
Particularmente, estoy cansada de tanta cal –o arena, según el caso. ¿Cuándo llegarán los tiempos de bonanza para el pueblo dominicano? ¿Por cuánto tiempo más nos ahogarán con el robo, la corrupción y la impunidad? ¿Algún día contaremos con servicios públicos de calidad aceptable? ¿Cuándo tendremos argumentos para sostener que República Dominicana no es un Estado fallido? A menos que no asumamos un papel activo ante los males que nos aquejan, no nos queda más que abrir bien las manos para seguir recibiendo cal –o arena.