Ustedes dirán que soy un tipo raro porque me gustan los cangrejos y simpatizo además con las arañas. Hay personas que se conectan o entienden con negacionistas, con tipos raros, y hasta con alienígenas de otros mundos, dicen. Pues bien, las arañas, sobre todo las de esta isla, me caen bien, es más, las considero amigas. Me parecen unos seres muy especiales. Las arañas tienen ocho patas para, como le pasa a Pedro Navaja con sus zapatillas, ¨pa´ salir volao¨,  en caso de haber problemas o si deben trepar por troncos, las ramas de los árboles o por las paredes.

Tienen ojos despiertos grandes para su tamaño, bien puestos, atentos a todo lo que pueda pasar o suceder en su entorno, algunas especies poseen seis u ocho en la cabeza como si estuvieran distribuidos en una especie de torreta de tanque de guerra. Y lucen un abdomen hacia atrás de buen bebedor cervecero alemán, aunque son abstemias, que les queda muy bien pues les dan volumen y una forma muy característica.

Me gustan también porque son trabajadoras, no como otros insectos haraganes que apenas se mueven de sus nidos, mis amigas tejen y remiendan sus famosas telarañas de seda, verdaderas obras de ingeniería de arte textil y cuya dureza y resistencia se ha comprobado científicamente, conservando la proporción, que igualan al mismísimo acero. Permanecen atentas a cualquier movimiento de los hilos para cuando cae una de sus presas acudir rápido, inyectarle su veneno si lo tienen, envolverla en la seda y comérsela, y no hay por qué asombrase, esa es su naturaleza, nosotros los humanos acuchillamos una vaca o un cerdo, los desangramos, los descuartizamos y nos los comemos a pedazos, y nadie dice nada, es lo normal. Algunas de ellas, viven en sociedades comunitarias de millares de individuos, tienen redes de telarañas de decenas de metros y una altura en la que cabe dentro un ser humano.

La gente les tiene bastante temor y las mujeres hasta pánico, cuando en la realidad la gran mayoría suelen ser inofensivas si no se las molesta o amenaza, no van por ahí como los marines norteamericanos buscando Bins Ladens ocultos que matar, ni atacando a Juanes, Pedros, Marías o Altagracias por nuestro país, nunca hemos visto una esquela que diga Fulano murió por la mordedura de una araña. Ni usted, amable lector, seguro que tampoco.

Pero hay un miedo digamos que ancestral que se transmite de padres a hijos hacia ellas y por eso en cuanto se las ve en algún rincón de la casa o el jardín se coge la escoba o el periódico doblado y se las mata sin saber que son beneficiosas. Sí, beneficiosas porque gran parte de su dieta son las sucias y molestosas moscas y los peligrosos mosquitos que causan picores, ronchas, el dengue y el zika. O sea, son un una especie de Baigón natural, constante, gratuito, y cada vez que se acaba con una araña se está propiciando la vida de esas nefastas plagas voladoras. Además son unas madres muy protectoras, cuando nacen las crías a veces sesenta o más les dejan subirse por todo su cuerpo y les ofrecen muchos cuidados, ya quisiéramos ver los padres y madres humanos con sesenta bebés a cuestas tratando de echarlos para adelante. Y además feministas, muy feministas, solo se llaman arañas y no araños.

Hace unos días vinieron a visitarme unos nietos que residen en Punta Cana y en uno de sus bultos apareció una araña negra de tamaño mediano, de inmediato quisieron acabar con ella, per se lo impedí, puse la mano abierta en su camino, se encaramó por los dedos y la palma y la puse a salvo. No me mordió, y posiblemente me dio las gracias en idioma arácnido pues aunque lo estoy aprendiendo, no lo domino suficiente.

En nuestro país tenemos una variedad que me fascina, las ¨cacatas¨, arañas grandes y hasta enormes, oscuras, peludas, con patas largas y cuerpo grande, la verdad son impresionantes. Antes, aparecían con frecuencia en las casas, en los armarios, en las cocinas, en las habitaciones, ahora con la proliferación de edificios han ido desapareciendo o retrocediendo a otro hábitat menos peligroso para ellas.

La gente les tiene verdadero terror, pero tampoco hemos visto a nadie fallecer por sus picaduras, aunque hablando  sobre ese tema siempre aparece uno dando el testimonio de que tiene un amigo que su cuñado le contó que un tío de su prima, que conocía a su vez un pariente lejano de su suegro, le dijo una vez que a su bisabuelo le mordió una cacata y lo pasó muy mal. Algo como el famoso ¨Saltacocotes¨ de los campos que nadie ha visto ni ha sido atacado por ellos, pero existen el imaginario colectivo. Les contaré mi encuentro con una cacata.

Caminaba por el Parque de Las Praderas ya hace un tiempo cuando era menos visitado, su vegetación más espesa y con una iluminación escasa. Era ya de noche y prevalecían las sombras. De repente noté que algo se encaramaba por el pantalón y en un dos por tres y antes de reaccionar estaba en mi cabeza, en el cabello, me di cuenta que era una cacata de buen tamaño y lo único que hice fue sacudirla levemente con la mano y apearla sin peligro para ella. Una vez en el suelo se marchó para esconderse. Tampoco me mordió . Estoy seguro que tuvo más miedo ella que yo, y pensaría con qué tipo de cabeza tan peluda me he topado.

Además las arañas inciden en el lenguaje humano con  los ¨arañazos¨ causados por accidentes o rozaduras -nunca por arañas- y hasta en personajes de ciencia ficción como el ¨Hombre araña¨ de los gringos, un tipo que va por la vida saltando de edificios en edificios gracias a una tela de araña que tiene o produce. Un disparate más que va por las pantallas y los comics produciendo  millones y millones de dólares. En fin, me gustan las arañas ¡Qué le voy a hacer!