Dentro del quehacer de cualquier presidente, el promover relaciones diplomáticas y comerciales con el mayor número de naciones posible es indispensable. En este siglo, globalizarse es tarea obligatoria. De ahí que sea legítimo el apasionado acercamiento que comenzamos a tener con China; y plausible la visita que les hiciese nuestro mandatario.

Teniendo en cuenta las necesidades financieras del actual gobierno – provocadas por el excesivo gasto público y la corrupción – y conociendo el vicio que tienen de coger prestado, no es de extrañar que fuesen allí dispuestos a ofrecer medio territorio nacional, y a pedir fiado. El histórico viaje tuvo sentido, pintaba bien.

Pero se supo el tamaño de la comitiva: cerca de cuarenta y tantas personas. Un “entourage” que sacó el cobre del gobierno, y puso al país de mojiganga. ¡Macondo viajó a Oriente! Ni siquiera cupieron en el avión que envió a Cuba el gobierno chino. Esa parranda fue indignante y se pagó con dinero nuestro. Un irrespeto a la ciudadanía. Otro más.

Casi toda esa comitiva fue a darse un viajecito, a turistear a expensas de la caja chica de la presidencia. Ese cortejo de funcionarios cherchosos volvió a estrujarnos en el rostro la desfachatez con la que desperdician el dinero público. Estuvieron en la China comiendo pato asado, comprando chucherías, y tomando fotografías. Un regalito de lealtad del líder a costa de nuestros bolsillos.  

Entiendo que estuviera en la trulla parte del empresariado, beneficiarios felices de la macroeconomía. Tienen que velar por el futuro de su patria, que para ellos está en el negocio, pues están conscientes de que “donde está el pan, está mi patria”. Aceptaron la invitación, pensando que una limpiadita de saco al socio presidente y unos saluditos a los jefes de Beijing asegurarían ganancias futuras. De si fue exagerada la conminativa y si la pagó un pueblo desposeído, que se ocupen otros.

Los servicios de inteligencia del camarada Xi Jinpig conocen los resquicios sociales, psicológicos y políticos de la República Dominicana. Saben de cada miembro del gabinete, de sus trampas, desfalcos y vida personal.  Están bien documentados sobre el atraso del cual no salimos y sobre la corrupción en que vivimos.  No se les escapa nada; su obsesión por el detalle y su vocación imperial vienen exhibiéndola desde antes que naciera Cristo. No les sorprendió la comparsa criolla. Esperaban algo parecido. 

Imperios son imperios, y lo demás buenas razones. Nadie cometería la simpleza de pensar que ese emergente imperio oriental anda negociando con nosotros a ciegas, en plan buen samaritano. Ver esa comitiva extravagante les llenó de alegría al comprobar las debilidades del nuevo aliado. Se sentarán con ventajas en la mesa de negociaciones.

La cumbancha que llegó a la China – histórica charada bananera encabezada por Danilo Medina – resume la realidad de un país donde pocos se hacen ricos, los que gobiernan dilapidan el dinero público, y, de paso, nos empeñan hasta la quiebra.