Suecia tiene un poco menos población (unos 10 millones de habitantes) que República Dominicana y proporcionalmente tiene muchos más adultos mayores y menos escolares. A la fecha, ese país escandinavo ha perdido tres veces más vidas (casi 6,000) al COVID-19 que nosotros. En muy alta proporción los fallecidos han sido adultos mayores encerrados en hospicios: aproximadamente el 95%, unos 5600 de los fallecidos por COVID-19 en Suecia, tenía 60 años o más, y menos de 250 personas no habían cumplido 60. Suecia admite su error en el manejo de las residencias para adultos mayores y ha tomado las medidas pertinentes para minimizar esas trágicas pérdidas de vidas humanas a futuro.

Por otro lado, los niños suecos han continuado asistiendo a las aulas con muy pocas alteraciones en su rutina y sin perder un solo día del calendario escolar durante toda la pandemia. No utilizan tapabocas y siguen con el aforo usual en todas las aulas, desde guarderías hasta finalizar el primer ciclo de la secundaria. Han intensificado las medidas de higiene de superficies y manos. No permiten alumnos ni docentes con síntomas gripales en la escuela, ni eventos y reuniones de más de 50 alumnos, una limitación general en Suecia. Han exonerado a los maestros y personal de apoyo con sesenta años o más de las labores presenciales y los más jóvenes toman las usuales precauciones en los lugares de trabajo, pero nada más: ni siquiera es obligatorio el uso de mascarilla en la escuela.

El empeño de los suecos en mantener a los niños en las aulas no se debe a dificultades técnicas para conducir clases virtuales en todo el país, pues Suecia es la tercera nación (de 79) en el ranking del Índice Global de Conectividad 2019. De hecho, los estudiantes de secundaria superior (16 años y más) y los universitarios continuaron sin interrupción sus clases en línea a partir de marzo. Recién retornaron a sus respectivos planteles a mediados de agosto, con estrictos protocolos y programas flexibles para responder a las cambiantes circunstancias de cada localidad, utilizando los medios virtuales como apoyo permanente para lograr los objetivos de aprendizaje planificados.

¿Y los resultados de este audaz experimento? Según Martin Kulldorff, epidemiólogo y profesor de la universidad de Harvard, no se registra ni una sola muerte por COVID-19 y menos de diez internaciones en UCI entre los 1.8 millones de escolares hasta los 15 años en Suecia. Statista reporta un solo fallecido en el grupo etario de hasta nueve años, pero la víctima no asistía a la escuela, aparentemente por su previo estado de salud. Los maestros han enfermado con la frecuencia usual para otros trabajos presenciales similares en Suecia, sin advertirse riesgo adicional atribuible al trabajo en las aulas y laboratorios, a pesar de no utilizar mascarillas.

El Dr. Kulldorff asegura que “Los maestros suecos tenían el mismo riesgo de contraer COVID-19 que la media de otras profesiones, un riesgo mucho más bajo que, por ejemplo, los trabajadores de restaurantes, taxistas y conductores de autobuses.” Y enfatiza como lección aprendida y recomendación: “Las personas mayores de 60 años tienen un alto riesgo, ya sea que trabajen en una escuela o no, y es de vital importancia que estén protegidas. En lugar de privar a los niños de su educación, es mejor dejar que los maestros mayores trabajen desde casa, ayudando a sus jóvenes colegas a calificar exámenes y ensayos, o brindando tutoría en línea para estudiantes enfermos en casa. Esta es la medida de precaución más importante que pueden tomar las escuelas.” Agregamos que también hay algunos docentes jóvenes que ameritan ser dispensados del trabajo presencial, así como unos pocos alumnos que deben permanecer en casa por razones especiales de salud.

Si bien el desempeño general de Suecia en la gestión de la pandemia sigue siendo debatido apasionadamente, porque la mortalidad general ha sido más alta que en sus vecinos escandinavos, la decisión de mantener las escuelas abiertas sin alterar su calendario escolar ni su formato es generalmente reconocida como muy acertada. Un estudio comparativo de las experiencias de Finlandia y Suecia revela que no hubo diferencias significativas en cuanto a la incidencia del contagio entre los niños en edad escolar, las hospitalizaciones e internamientos en UCI. En ninguno de los dos países fallecieron escolares por COVID-19. En Finlandia las escuelas cerraron desde marzo 18 a mayo 13, mientras que en Suecia nunca cerraron. La conclusión del estudio es que el cierre de ocho semanas en Finlandia no tuvo impacto apreciable en la salud de su comunidad educativa cuando se compara con la experiencia de Suecia de mantener las escuelas abiertas.

¿Por qué mantener cerrada la escuela? ¿Sirve de algo mantener la escuela cerrada? ¿Es seguro abrir la escuela en medio de una pandemia?

¿Por qué los estados con sistemas educativos de mayor calidad y notorio avance tecnológico han regresado a las aulas a la primera oportunidad y utilizan la virtualidad como soporte y complemento de las actividades presenciales?

¿Por qué muchos estados con grandes retos educativos se han resignado a posponer el retorno a las aulas indefinidamente y hacen esfuerzos titánicos por adoptar la educación a distancia o telepresencial?

Es tiempo de intensificar nuestros esfuerzos para avanzar el retorno escalonado a las aulas, sobre todo de los más jóvenes y los alejados de los grandes centros urbanos y su infraestructura tecnológica, sin despreciar las contribuciones a la calidad educativa que puede hacer la educación a distancia o telepresencial.

El oportuno retorno a las aulas es una cuestión de Estado, no una mera decisión burocrática.