El que inventó eso de que una cosa es con guitarra y otra con violín, o al revés según convenga, acertó  dándole de lleno al clavo del refranero, sobre todo en lo referente al asunto político.

Es curioso, aunque repetitivo en cada cambio de ñoña cuatroañera, observar lo excelente que estaba el país en manos del gobierno saliente, y en este caso el del PLD, según se afirmaba en su multimillonaria catarata de anuncios, especialmente los del último año, y aún más cuando se proclamó como posible sucesor de Danilo al delfín Gonzalo Castillo, a quien también se le conoce ya con el curioso y hasta cómico alias de ¨el Penco¨.

Todos los ministerios e instituciones gubernamentales importantes, y otras muchas que no importaban absolutamente para nada, pregonaban a los cuatro vientos y a través de todos los medios posibles, lo bien que funcionaban ellos y lo bien que se vivía en este simpático patio nuestro de cada día.

Mejor que en la mítica Jauja, mejor que el aliciano país de las maravillas, una maravilla-nación donde había mucho futuro y todos sus ciudadanos eran tan felices como lombrices, y claro está, dando además los obligados agradecimientos lambónicos al señor Presidente, exaltado y presentado siempre en discursos y encuestas tras encuestas, como el único y más grande factótum nacional de toda la historia dominicana.

El país se gastó miles y miles de millones de pesos en múltiples campañas propagandísticas que, a la postre, resultaron como se ha podido comprobar en un triple fracaso.

El primero, al perder por un amplio y hasta vergonzoso margen de votos para un partido en el poder. Trabajaron bien las infraestructuras, pero olvidaron el desgaste de poder y en especial, la parte moral y ética del ejercicio de la política. No es suficiente construir metros, elevados, hospitales, escuelas o carreteras. Hay que ser decente y honrado también.

El segundo, porque a la inmensa mayoría de la población le resbalaba lo que pudieran decir esos mensajes publicitarios cargados de contenidos oficiales y partidarios para crear la ilusión de una realidad que no lo era, y que machacaban literalmente los cerebros de los oyentes durante la mañana, la  tarde, y la noche de cada día, durante meses y más meses. La gente, el pueblo, ya no es tan crédulo e inocente como antes, ahora tiene más información, más cultura, y más conciencia que antes.

Y el tercer fracaso, fueron los enormes cantidades de dinero dilapidadas de los sufridos contribuyentes sin contemplación alguna en dichas campañas, y que podían haber sido utilizadas muy beneficiosamente en áreas de prioridad social para beneficio de los más vulnerables.

Parece increíble como en solo una muy pocas y cortas semanas, lo que era todo un vergel, un edén, un verdadero paraíso terrenal, se convirtió en un enorme campo yermo de resultados, lleno de hoyos de gestión gubernamental, de fracasos, de ineficiencia, de robos descarados, de déficits, de corrupción, de prevaricación, de nepotismo… puestos al descubierto de manera cruda por las nuevas autoridades.

Esto, aunque esta vez ha sido muy impactante, suele ser lo normal en los cambios de gobiernos de estas latitudes tropicales en el asunto salsero del quítate tú pa´ ponerme yo, porque el gobierno saliente tocaba con el violín, un instrumento sofisticado que tiene sonidos más afinados, mientras la oposición rasgueaba su guitarra como podía y sin mucha coordinación.

Pero ahora, donde antes decía Digo, ahora dice Diego. Los de la guitarra dejaron su popular instrumento y se van poniendo el violín del poder sobre sus hombros y comienzan sus notas iniciales con la clásica mezcla de dinamismo, prudencia y deseos de hacerlo mejor. Y la oposición, ni modo y rabiando , toma en sus manos la guitarra y tendrá que aprender a tocarla después de tantos años de tanta inactividad musical con dicho instrumento.

Como dice el sabio y viejo merengue: ¡La política compay, la política!