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Una indiscreción estética

Las cartas literarias ya no se estilan; entre las cosas que ha sepultado la tecnología moderna están esas sabrosas comunicaciones cuando no había otras formas, por la ausencia del teléfono o porque hay cosas que no se dicen, que solo se sueltan cuando se escribe. Sería, creo yo, un gesto egoísta de mi parte si la primera de las cartas que me remitiera ese amigo a quien llamo El Giocondo, después de muchos años de no vernos, salvo una vez que pasé una semana con él y su esposa en su retiro semi urbano, me las quedara para mí.

El Giocondo es un lector voraz, sobre todo de filosofía y psicología, y lo más asombroso, de alquimia; aunque vivo peleando con él por no fajarse seriamente a escribir literatura, por ese fervor por las letras que se trasluce en esa carta; como él y ella viven solos, leyendo, escuchando música, tomando sus copas de vino (ella blanco y él tinto), dedicados a vivir, ahora retirados a pesar de algún problema de salud, al final veremos lo que comen de manera sana. Sin más preámbulos ahí va la carta, aunque para sustituir la foto del autor, va ese poema pintado, que tanto motivó al crítico Hubertus Ameluxen que comentamos, en el cual dice que fue como si por primera vez viera el mar (https://acento.com.do/2018/opinion/8591176-arte-util-no-arte-segun-famoso-critico-aleman/)

El mar, de Ron Orther, el pintor citado en el artículo citado

Carta literaria de El Giocondo

Querido amigo:

Para ti, aquí va este vagón de papel, un depósito lleno de sacos con virutas de cedro, pino y caoba, canastos con tiernos brotes de mayo, girasoles, pastos verdes en flor, espigas doradas; semillas, zambos, limo y leño de los ríos, escombros negros, lunas de plata, soles amarillos; litorales marinos, morros y puertos hundidos, costales de sal en granos, mareas de la luna; sierras y altiplanos, ramas de laurel y olivo, montes fríos, nieblas ciegas, piedras blancas, lava negra, mármol pentélico, rubíes, miel de Hymeto, almíbar, alcanfor, flores de azafrán, cristales de cinabar, dolomitas del Piave, pigmentos de todos los colores, cobalto azul, giottos, tizianos, dureros, acuarelas de Repin, bazares de Bagdad, sedas de Samarcanda, talismanes, gacelas, aves del paraíso, cuernos de diablo, burritos de plata, espejos de azabache, escarabajos de cristales negros, asnos de oro, toros celosos, deltas lejanos, mares rojos, inmensos silencios de la noche, fuegos celestes; pitonisas sentada en la silla de tres patas, vapores mareantes, cabras tiritantes, frescos de Pompeya, astrolabios, telescopios, alambiques, aparejos de burro, sillas de montar, frenos y estribos, triciclos, planchas de hierro, coladores, machetes, tinajas, filtros de piedra, botijas, cadenas de perro, lata de salchichón Dájer, lata de chocolate Cortés, una bolsa de galletas de Moca, reinos perdidos en la densa bruma del tiempo; un baúl lleno de mapas de continentes perdidos, planos de la eclíptica, lienzos de la creación, cifras desconocidas, rutas azorinas, ideogramas chinos, caligrafías del Corán, leyendas de diluvios, libros arcanos, herméticos, parábolas, panchatantras, sutras, bestiarios, la eureka de Poe, nudos imposibles; un álbum con retratos de Daruma, Vimalakirti, Lao Tse, Abaris, Zalmoxis, Calchas, Tiresias, Elías, Habacuc, Onofre, Dioscórides, Harón al-Rashid, Rabi’a de Basra, el tormento de San Antonio, Tobías y Gabriel, alegorías del buen pastor; iconos bizantinos, imágenes de Medea, Ifigenia, Dido, la Fedra de Cabanel, Myriam, Salome; acuarelas de Timfi, tomarós, la hiera oikia de Dodoni, acuarelas y oleos de la palma alada con sus pilares grises, altos, anillados, su punzón verde, crines verdes, que sacuden delirantes al viento impenitente sus anhelos bajo cielos de sol y nube oscura, y cartuchos que revientan en un licor de luces donde liban las abejas; flamboyanes rojos del verano, tumultos de la calle de febreros lejanos; y otros bultos más con mistrales, residencias, extravagarios, eneadas, heraldos negros, amadas inmóviles, libros sobre la magia, oráculos caldeos, augurios, disciplinas etruscas, Tages, Vegoia, hígados disecados y algunos tratados de botánica, medicina, y astrología, de los tiempos de Matusalén. Una sola cosa más, un lobo blanco y un rayo de sol en la mañana temprana que se cuela por las rendijas y agujeros en la casa de la primavera.

Me asombró el nombre de Abz Ul Agrig en tu libro. Lo busqué en un compendio de 1,500 años de literatura árabe; y no lo encontré. Sin embargo, en el libro donde busqué su nombre aparece la siguiente cita de Abu Tammam (c. 805 – 845):

Cuando las relaciones de sangre nos faltan,

Adoptamos la literatura como padre postizo.

Buscando en la red encontré una página de El Diván de Ul Agrig, que es un libro apócrifo de Juan José Domenchina. Leí el poema Dios es  azul y estos otros:

Tu cuerpo adolece y se consume. Pero la demacración que descama tu rostro y afila tus facciones macilentes, te hace aún más deseable. Por tus ojos asoma, en negras relumbres, el fuego que corroe tus entrañas.

El agua hierve al contacto de tu carne siempre enfebrecida. Al amanecer, cuando deshielas con tu cuerpo desnudo la escarchada superficie del estanque, un denso vapor de fiebre aureola y vela tus pudores.

El agua de las termas es menos abrasadora que la linfa en que sumerges tus entrañas de fuego.

Hay algo más suave y estremecedor que el arrullo de las palomas: el resbalar sedoso y escalofriante de tu chal por tu espalda desnuda.

En el Diario de Yorgos Seferis hay unos cortos poemas sacados de la traducción francesa de las noches árabes de Mardrus, que me parecen tener una ligera resonancia con los anteriores:

¿Porque no dijiste que vendrías?

Hubiera puesto delante de la cama,

Una alfombra roja con la sangre de mi corazón,

Y negra como el terciopelo negro de mis ojos,

Viajero de la noche.

¿Porque no dijiste que vendrías?

Te hubiera ofrecido mi cuerpo,

su carne joven y sedosa,

el rocío de mi cara,

y te hubieras acostado dormido a mi lado.

Todavía recuerdo cuando me decías, ocho lustros atrás, la primera línea de El Etrusco: Yo soy Lario Turmo el inmortal y sé que voy a morir. He sacado ahora de los estantes los dos tomos de Sinuhe el egipcio de Mika Waltari, con sus quince capítulos asombrosos.

La historia de Tristán e Isolda, que mencionas en El precio del fervor, me hace recordar las de Kamar al-Zamán y la princesa Budur, Laila y Manon que hace solo poco tiempo descubrí.

Para terminar, añado más abajo un puñado de mentas verdes, espirales de la mente, apuntes viejos que conservo para que no se me emboten los sesos o se me cuaje la sangre, limas y papeles de lija, ricino, higueretas, contraseñas de duendes para calmar las fiebres de la inconciencia, las marañas, las resacas del tedio, el remordimiento criminal y la desesperación:

Inmóvil fui un árbol en el bosque y muchas cosas comprendí que antes me parecieron rematadas locuras (Ezra Pound).

Los hombres son dioses en ruina. El hombre no se funda en la materia sino en el espíritu. Somos como Nabucodonosor destronado, con la razón extraviada, sin juicio, comiendo yerba como como el buey (Ralp Waldo Emerson),

El hombre es un espíritu; una criatura de otro mundo, cuando se libera de las ataduras del cuerpo, puede remontar por el mundo como espíritu y ayudar con el pensamiento. Los Pensamientos son ondas de energía, la materia es energía condensada. (Lobsang Rampa)

A un lado del mar y un rio, temprano de días,

Quise ser un caballo,

Las orillas de juncos eran de viento y yeguas,

Quise ser un caballo (Rafael Alberti).

Lo maravilloso nos envuelve y abraza como la atmosfera,

Pero nosotros no lo vemos (Charles Baudelaire: Diario de Seferis)

Lo inexplicable, lo incomprensible, lo ininteligible, lo imponderable,

lo insondable, nos rodea; a esos blancos el poeta tira con sus balas de plata y pega en el centro, o falla con proyectiles torpes de papel (Carl Sandburg).

Deja que las casas se llenen con habitaciones de muertos,

Tu verás tierras distintas, otras ciudades,

Pero otra alma, como la tuya propia, no hallaras.

(Mardrus, Noches Árabes: Diario de Seferis)

Perdida no puede estar del todo la esperanza,

Si aún resta una flor de romero donde pueda hacer fiesta

La abeja libadora, que es el alma (La casa de la primavera).

Sabrás que te quiero y que no te quiero,

Puesto que de dos modos es la vida,

La palabra es un ala del silencio

Y el fuego tiene una mitad de frío (Neruda).

Todo es un tablero de noches y de días,

donde el destino usando hombres como piezas juega,

Hace movidas, embiste y mata, y al final de la partida,

recoge las piezas y las pone de vuelta en su caja (Omar Khayyam)

Los hombres revolotean alrededor de la mentira, huyen de la verdad. Yo, Sinuhe, en mis días de vejez y de decepción estoy hastiado de la mentira. He escrito este libro no para alabar a los dioses, porque estoy cansado de los dioses, no para halagar a los reyes y faraones porque estoy cansado de sus actos. En su maldad el hombre es más cruel y más endurecido que el cocodrilo del río. Su corazón es más duro que la piedra. Su vanidad, más ligera que el polvo del camino. Escribo porque el vino es amargo a mi paladar; porque he perdido el deseo de divertirme con las mujeres, y ni el jardín ni el estanque de los peces causan regocijo a mis ojos. La verdad es un cuchillo afilado, la verdad es una llaga incurable, la verdad es un ácido corrosivo. Por esto durante los días de su juventud y de su fuerza, el hombre huye de la verdad hacia las casas de placer y se ciega con el trabajo y con una actividad  febril, con viajes y diversiones, con el poder y las construcciones. Yo, Sinuhe, escribo con plena conciencia de que mis actos han sido malos y mis caminos injustos. Yo, Sinuhe, me purifico escribiendo mis actos. Yo, Sinuhe, peso mi corazón, en la balanza de Osiris, con una brizna de junco (Sinuhe, el egipcio).

El hombre exterior perece, pero el hombre interior se renueva cada día (Corintios II, 4:16).

Los salones del Potala están repletos de estatuas maravillosas, libros antiguos, y bellas pinturas de tema religioso. Se ven parejas de hombre y mujer abrazados estrechamente, pero la intención de las pinturas está bien lejos de ser obscena. La intención detrás de las parejas desnudas es expresar el éxtasis que invade las almas cuando se logra la síntesis, la unión del conocimiento y la sabiduría de vivir (El tercer ojo, Lobsang Rampa).

El vestido de honor del amante es la visión del objeto amado (Rumi, Yalāl ad-Dīn Muhammad Balkhi).

Tres días atrás, recibí por correo desde Orlando, una copia de La Luisa, que el tío P… me envió con una cariñosa dedicación tuya para mí y O… Miles gracias. Abrí el libro, leí unas páginas, como si metiera una cuchara grande en un tazón de buen caldo criollo y me quedé hechizado con esas historias. Se siente la pureza, el acabado fino, la técnica, el sentimiento hondo por todos esos seres vivos, que sueñan, aman, sufren y mueren, que dejaron sus huellas por el camino de la vida. Es una mina de ricas vetas y filones.

Hace seis meses que me retiré. Cuando menguan las horas del día y la tarde es fresca, Ella y yo salimos al patio de la casa a tomar té y mirar el jardín. La luz suave y dorada se cuela por entre el follaje de las ramas cubiertas de líquenes y cae sobre la magia verde de un mar de helechos, begonias y la enredadera enamorada. Estelas rosadas, cálices azules, violetas, de carmín blanco, licores amarillos, salpican el jardín. Los azulejos, cardenales y ardillas y la negra serpiente siempre de patrulla. El colibrí llega en septiembre y se va en abril. Este año la mata de mango esta colmada. Ha cambiado el jardín, no es el mismo donde nos sentamos una vez y me hablaste de Vachel Lindsay y de su libro Rimas para cambiar por pan. Es imposible entrar dos veces a la corriente del rio. Una noche Birozka nos miró dulce y fijamente, salió al patio y no volvió más. Después de ella vinieron Sieri y Jaina, pero ya no están. Kysia, una gata toda negra, que le gusta hablar, pero reticente con los que no son de la casa, con pelo de terciopelo negro, ya tiene quince años con nosotros. Dos cercas de madera se levantaron en dos lados del jardín y ahora se siente todo más íntimo. O… prepara de vez en cuando, para comer al fresco, un humus de garbanzo, paté de salmón con yogurt, berenjena a la vinagreta, ensalada de remolacha y zanahoria cruda rayada y brócoli con aceite de oliva y balsámico, queso de cabra y pan de pita tostado.

El Giocondo

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La fotografía

Naturaleza viva en el fervor del trópico