Hatch fue un empresario quien, con su denuncia, ayudó mucho a que el Senado norteamericano votara en 1870 en contra de la anexión dominicana a Estados Unidos, algo auspiciado tanto por Buenaventura Báez como por el presidente norteamericano Ulysses Grant.
Hatch, ciudadano norteamericano, durante la anexión a España fue enviado a Santo Domingo por una empresa de New York para lograr la concesión de la mina de sal y yeso de Barahona. Después de la Restauración y durante uno de los gobiernos de Báez, había caído en desgracia con Cazneau, el inescrupuloso aventurero y cabildero en Washington de Báez, pues este buscaba la concesión. Además, cuando Gregorio Luperón, quien luchaba contra Báez, llevó su barco “El Telégrafo” a Barahona, recibió allí el apoyo de Hatch. Por esa razón Báez lo hizo apresar por varios meses y fue condenado a muerte. Cuando Grant envió a Santo Domingo a su mano derecha, el coronel Babcock, a negociar la anexión, como Hatch sabía todo sobre los aspectos inmorales y no éticos de ese plan, que incluía concesiones a Cazneau y su socio Fabens y un referéndum totalmente falso entre la población dominicana, no hizo nada para que lo soltaran, pues se suponía que reportaría todo lo que sabía y por eso debería de quedar preso hasta que el Senado norteamericano aprobase la anexión. Además, era corresponsal en Santo Domingo de New York Times. Tan solo una petición de un almirante americano logró que en marzo de 1870 Hatch fuese liberado por Báez.
Tan pronto pudo salir del país envió un largo reporte a un senador norteamericano lo que obligó al Senado a crear una comisión para investigar sus acusaciones. Allí tuvieron que ir a declarar el canciller norteamericano Hamilton Fish, Babcock, el cabildero Fabens y los dos más recientes representantes comerciales norteamericanos en Santo Domingo. Dos mil ejemplares del reporte de 265 páginas de la comisión circularon en el Senado cinco días antes del voto en contra de la anexión y que de seguro influyeron en ese voto. A la comisión le fueron entregados todos los documentos del departamento de Estado y de la marina de guerra sobre el comportamiento de Báez y sus cabilderos. Sin solicitar la necesaria aprobación senatorial, por constituir un acto de guerra, Grant había enviado barcos de guerra a Santo Domingo para defender a Báez y perseguir a Luperón.
El reporte de Hatch enlodaba al gobierno de Grant, desde el propio presidente hacia abajo, pues recogía el rumor de que el presidente norteamericano había recibido tierras en Samaná y otros americanos concesiones agrícolas, mineras y migratorias. Tan enlodada quedó esa administración en el asunto de Santo Domingo que, sabiendo ya que no podrían lograrse en el Senado más votos favorables, Grant nombró una comisión “de investigación” que estuvo en Santo Domingo entre enero y marzo de 1871 y que no contaba con capacidad alguna para negociar de nuevo, compuesta por personas muy honorables. En su reporte no encontraron evidencias de que tierras en Samaná hubiesen sido regaladas a políticos americanos, o que se hubiese de otra forma sobornada a sus funcionarios. Sí admitió que Cazneau y Fabens contaban con muchas concesiones. De esa forma el reporte de esa comisión logró su propósito de “limpiar” al gobierno de Grant.
Cuando Báez estuvo en New York en 1876, durante uno de sus exilios, Hatch aprovechó y lo sometió a la justicia por los daños que le había causado en Santo Domingo, pero la corte determinó que no tenía jurisdicción sobre actos criminales de gobiernos extranjeros. Ese precedente legal sería invocado cuando el dictador Augusto Pinochet en 1998 estaba en Europa, donde fue acusado por los crímenes que cometió en Chile. Nunca fue sometido allí a la justicia.
Contamos con varias calles con nombres de extranjeros que ayudaron al país. Schomburgk, por ejemplo, además de sus contribuciones a la geografía y arqueología, como cónsul inglés evitó que Santana vendiese a Samaná a los americanos en 1854 y en eso estuvo apoyado por un dominicano de origen inglés, Teodoro Stanley Heneken, quien presidía la comisión del Congreso dominicano que estudiaba el contrato de venta y quien tiene calle. Hatch merece la misma distinción.