Desde finales de los sesenta la República Dominicana arrastra una serie de dificultades cuya suma ha procreado un grave problema generacional, como resultado de una inadecuada política de tránsito y transporte de pasajeros a nivel urbano.

Cincuenta años nos separan de aquel momento en el que inició este derrotero histórico y las diferencias que encontramos hoy en día evidencian la peligrosidad del momento en el cual nos encontramos; territorialmente la densidad ha aumentado a 192.70 Habs./km², debido a que la población se ha triplicado (9,378,818 habs. según ONE-2010) a nivel nacional, este aumento se produce en momentos donde la concentración de habitantes en las ciudades dominicanas se ha multiplicado pasando de un 30.52% (1960) hasta un 70.08% (2010); este incremento incide en los niveles de ocupación del suelo, el cual se ha desarrollado de manera desorganizada y por lo tanto las necesidades de transporte han aumentado para conectar los centros urbanos con las periferias.

Esta realidad territorial unida a la realidad institucional, económica y social que prevalece en nuestro país, convierten la problemática del tránsito y transporte de pasajeros en una bomba de tiempo, a punto de estallar, desencadenando consecuencias nefastas para la nación dominicana.

La amenaza latente del incremento y futura escasez de los derivados del petróleo a nivel internacional impactan de manera directa en la debilidad local que acompaña nuestras principales ciudades desde casi medio siglo; cualquier día encontramos entaponamientos que retrasan nuestras agendas, contribuyen a la contaminación ambiental, multiplican los gastos en combustible y distorsionan la dinámica saludable de la ciudad.

Por otro lado el transporte colectivo de pasajeros se encuentra en su peor momento, caracterizado por su ineficiencia, peligrosidad y el descontrol reflejado en cada esquina de la ciudad; el sistema actual no posee una buena oferta de asientos a nivel gubernamental, sino que la mayor cantidad de plazas ofertadas corresponde al sector privado, controlado por los sindicatos y empresas vinculadas.

La debilidad de las instituciones responsables de regular el sector y el incremento sostenido del precio de los combustibles se adhieren a este compendio de situaciones que complican la situación del sector en este momento.

El desafío que se presenta a esta generación es significativo. De no enfrentar esta problemática se advierte un estallido incontrolable producto de la inconformidad acumulada por las grandes mayorías, la cuales se ven obligadas a utilizar un servicio de transporte que no suple sus demandas, sino que sirve como carnada para el enriquecimiento de unos pocos.