Hace poco tiempo escuché a una señora decir que en este país el que no tiene relaciones o solvencia económica muere moro. La expresión me causó cierta gracia hasta llegar el momento de vivirlo en carne propia.
En la noche del sábado 16 un sobrino en una motocicleta, fue embestido por una yipeta quedando casi sin vida en una provincia del Cibao. Lo llevaron a un hospital público en donde no se le atendió porque supuestamente no había cama.
Decidieron llevarlo a uno de los hospitales traumatológicos del Cibao donde le ofrecieron algunas atenciones, pero sugerían fuera trasladado a la capital por el estado de gravedad y además necesitaba de UCI con ventilador mecánico y en dicho hospital no estaba disponible ni tampoco había cama.
Recibí la noticia a las 3 de la mañana y desde esa hora salí a recorrer diferentes centros de salud en la capital. En una clínica me imprimieron un listado de 43 centros médicos tanto público como privado en busca de trasladarlo a la capital; fui personalmente a la mayoría de estos centros o los llamé por teléfono y para mi sorpresa en ninguno de los 43 centros tenían cama disponible, ni el ventilador y en las clínicas que los tenían me pedían un depósito que oscilaba entre los 100 y 250 mil pesos si el paciente no tenía seguro.
En este trajín me dieron las 9 de la mañana y decidí acudir a un Hospital asistido por unas religiosas con quienes conservo una amistad de muchos años. Estas hermanas contactaron al encargado de cirugía del hospital quien me pidió le narrara el cuadro clínico. Como carecía de los elementos técnicos para informarle decido llamar al hospital donde atendían mi sobrino para que la doctora que estaba a cargo hablara con el médico.
Cuando concluyó la conversación telefónica el galeno me dice que no puede autorizar el traslado a la capital ofreciendo unos argumentos pocos convincentes lo que me hizo pensar que había un interés económico detrás. No sé si el doctor advirtió mi cara de impotencia y decidió ser sincero: “mire amigo lo que pasa es que el caso de su sobrino es de alto riesgo y ningún médico quiere que un paciente se le quede en una cirugía”. Mi impotencia se acrecentó al escuchar esto y le dije “Doctor, pero eso es una irresponsabilidad” y sencillamente no me respondió.
Llegó las 11 de la mañana y estaba yo en un dilema complejo: no tenía el dinero que me pedían las clínicas y en los hospitales no había cama ni ventilador. Me volvió el color al rostro cuando recibí la llamada de un primo para decirme que en el hospital ya había disponible un ventilador y una cama para mi sobrino. Cuando investigué por qué ocurrió el cambio de opinión del hospital me enteré de que una persona amiga con cierto grado de influencia había girado una llamada al director del hospital. Con esta experiencia comprobé lo que dijo la señora. Y me pregunté ¿Qué pasará con la gente empobrecida de este país que no tienen a nadie que vele por ellos?
Hoy mi sobrino ha mejorado aunque sigue en un estado delicado, sin embargo no deja de preocuparme que un paciente que se haya accidentado un sábado en la noche recibiera la atención que necesitaba un domingo a las once de la mañana.
En medio de mi impotencia pensé que si me preguntaran con qué letra podría definir este país diría que con una M… y no es de miércoles.