A algunos artistas nada los vuelve tan famosos como su propia muerte. Me pregunté si sería el caso de Chayito Valdez, una cantante de rancheras que acaba de morir en San Diego, California y a la que nunca había escuchado.

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Chayito Valdez

Por lo menos en México se les dice Chayo, a los Rosario, como era el caso de María del Rosario Valdez Campos. Nació en Sinaloa, una tierra que hoy sólo se la relaciona con el narcotráfico, pero que ha dado grandes ídolos. El más famoso, pero no el único, es Pedro Infante; de allí también son Los Tigres del Norte, Lola Bertrán, Chalino Sánchez o Cruz Lizárraga, el fundador de la Banda El Recodo.

Dicen las notas que Chayito pasó los últimos años de su vida en coma. Busco su voz en la red, medio chillona, medio aguardentosa. Interpreta una norteña que Los Cadetes de Linares hicieron inmortal. La Chayo olvida el acordeón para beneplácito del mariachi: “No, no te preocupes por mí, aquí todo sigue igual como cuando estabas tú. Sí, es cierto que no hay calor, ni en la casa hay el olor de tu cuerpo sin igual. Ya, ya la fuente se secó el canario ya murió pero aquí no hay novedad…”. La canción cuenta la tristeza infinita de un marido abandonado (en la versión de doña Chayo es la esposa la que sufre, obvio) El quisiera ignorar que su ex tiene todo, menos la inquietud de descubrir sus novedades. Lo mejor es su tono insuperablemente lacrimógeno.

A mediados de los noventa a Selena sólo medio la conocían en su lugar de origen: Texas. Sin embargo, cuando se supo que su agente y amiga, Yolanda Saldívar la había matado a tiros, todos quisieron escucharla: “Amor prohibido murmuran por las calles, porque somos de distintas sociedades…el dinero no importa en ti ni en mi ni en el corazón…” la reina del Tex-mex cantaba su versión pegajosa y desechable de Romeo y Julieta. Tras su asesinato se vendieron millones de discos; tantos que en Estados Unidos sólo la superan Gloria Estefan y Shakira. Incluso, Jennifer López quiso llevar su historia a la pantalla grande. Teñía veintitrés años, a diferencia de Chayito, que ya andaba por los setenta. Sus fans la pueden ver en el Mirador de la flor, donde tiene su estatua. Selena apoya una rodilla en una columna mientras ve el puerto de Corpus Christi.

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Selena

Otro que también salió del cuasi-anonimato fue Valentín Elizalde. El caso del sonorense es mucho más dramático pues lo mataron unos pistoleros al terminar un concierto en Reynosa, Tamaulipas. Los motivos son confusos (la autoridad, caso extraño, nunca lo ha aclarado…como tantas otras muertes violentas). Qué si se ligó a la novia de un matón; qué si el corrido “A mis enemigos”, cuya letra alude a la rivalidad entre carteles, enojó a los malosos de aquel rumbo. El hecho es que aunque venía de una familia de músicos y contaba con estudios en derecho (muy “importantes” para el mundo de la farándula) fuera del noroeste mexicano pocos lo conocían. Tocaba en los palenques y pueblos recónditos de México y EEUU como la Alondra. Semanas antes de su muerte, lo vi en unas canchas polvorientas a las afueras del Distrito Federal, le “abría” el show a los Tigres del Norte. Lamento decir que la gente lo ignoró con impaciencia.

Si buscamos los videos del ‘Vale’ en yutube veremos que algunas de sus canciones hoy sobrepasan los tres millones de visitas. Cantidad similar tiene la llamada “Alondra de México” con “Besos y copas”, uno de sus éxitos: “Me dices que tú ya no me quieres que el mundo y los placeres te importan más que yo…comprendo no tienes tú la culpa, eso es lo que resulta de la desilusión…Tus besos y copas he pagado ya todo ha terminado no tienes qué perder.”. De nueva cuenta, la decepción amorosa justifica las parrandas y los amoríos sinfín. Por cierto, esta canción ha sido interpretada por Alicia Villarreal, Jenny Rivera o Los Humildes. Yo nada más conocía la versión de aquéllos que, además es mi favorita, dados sus chispazos norteños.

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Según wikipedia la Chayo grabó unas mil quinientas canciones, en su mayoría clásicos de la música ranchera como Dos hojas sin rumbo, La silla vacía, Paloma negra o el Golpe traidor.

Antes de morir, Chayito pasó muchos años “dormida” en un hospital de Chula Vista, como el argentino Gustavo Ceratti, líder de Soda Stereo, que acabó sus días en Venezuela, donde ofreció su último concierto. Compartieron la música y la forma inacabable de irse y sospecho que nunca necesitaron de la huesuda para vender discos.