Desde hace un tiempo hemos estado instruyendo a la comunidad evangélica nacional que el deber ciudadano de votar en las próximas elecciones, se realice con la debida consciencia de que votemos por los valores y no solamente con criterio político partidario.

En los tiempos actuales y más que nunca, en ningún momento nuestros valores tanto cristianos y los que nos definen como nación se han visto tan afectados. La protección de la vida desde la concepción, la transparencia en el manejo de los fondos públicos, la identidad nacional y  la soberanía,  son algunos de los que debemos proteger, y que están siendo severamente afectados.

Han sido muchas las luchas que desde el Consejo Dominicano de Unidad Evangélica (CODUE) entidad que me honro en presidir, hemos llevado para mantener la identidad cultural y religiosa  de nuestra nación, ante la influencia cada vez mayor de las que yo denomino industrias transnacionales  escudadas en organismos multilaterales que pretenden llevar antivalores y cambiar formas de vida  y la redefinición de  bases sociales como por ejemplo el matrimonio en países de América Latina.

En una ocasión dije que la comunidad evangélica no debe votar por autoridades congresuales y municipales que estén en contra  de los principios y los valores que nos definen como cristianos.  No votemos por candidatos que luzcan ambivalentes ante temas tan cruciales como el aborto, el matrimonio homosexual, personas cuestionadas por el uso de los fondos públicos y los que no tengan una posición coherente acerca de nuestra soberanía política y cultural.

Más adelante haremos una proclama con los principales puntos de orientación para la agenda eleccionaria de la comunidad evangélica que debe hacer sentir su voz profética a la nación y decir no a los problemas que más nos afectan.

Sin embargo, ante todo debemos fijarnos, atender las orientaciones y señalar aquellos candidatos y sus discursos propositivos (aquellos que los tengan).  Observamos que en cada  elección tanto los candidatos y los que ya ocupan puestos en el Estado se alejan de las genuinas aspiraciones del pueblo.

Ese distanciamiento se debe a que cada vez más el sistema de partidos es ineficiente para contar con una efectiva y genuina representatividad. Es por esa razón que vemos con tristeza cómo nuestra clase gobernante está siendo zarandeada por antivalores y colonialismos ideológicos foráneos, porque desde hace tiempo no han sintonizado con las genuinas aspiraciones sociales.

Sin embargo ya es hora de que la comunidad evangélica y la cristiana en general que representamos una parte importante de la población, exijamos a través de las urnas, que nuestros valores no sean agredidos.