Recientemente en unos días de vacaciones, me trasladé por la zona de Samaná a disfrutar sus paisajes, exótica vegetación, playas y cocoteros. La impresión y tranquilidad de ánimo fue impactante en mí que venía con una acumulación intensa de trabajo. Cercano al pueblo estuve cuatro días de maravillas y descanso especialmente dialogando con las olas del mar y el intenso sol y sus cándidas aguas caribeñas.
Pasado algunos días, me iniciaron inquietudes y que terminaron hasta que levanté vuelo hacia Santiago, sin el menor interés de alejarme del paraíso vivido en esos días. Escogí un bello y tranquilo lugar y solo me interrumpía de mi introyección ociosa, el sonido de los cuervos, o de una armoniosa ave que cruzaba para saludarme. Cuando estaba muy lejos y distraído de todo, era el sonido recurrente de las olas que musicalizaba un ruido de turbulencia y eco que te invitaba a su compañía.
Tanto fue mi identidad con aquella soledad y agradable compañía de la naturaleza y todo su ecosistema y mi familia acompañante, que me pesaba salir a recorrer su entorno, nos envolvió y nos enamoramos del sitio que nos acogió en sus matorrales, jardines naturales endémicos, mar apacible que se dejaba sentir solo por el crujir de sus aguas al terminar su recorrido en las orillas de la playa.
Como resultado de esta impactante y última experiencia del viaje, no solo le compré pescados, cangrejo y pulpo, sino que terminé admirándolo y confirmando que, cuando se quiere se puede
Bien conceptualizado como diseño integral arquitectónico, ecológico y playero, Vista Mare es un hotel para integrarse con la naturaleza en un dialogo de armonía con sus encantos naturales, aprovechando su montañosa topografía y no necesitando más que tiempo para el disfrute y ganas de pasarlo bien y en buena compañía con la naturaleza.
Este paraíso a 9 kilómetros de la ciudad de Samaná te invita a solearte, bañarte y ensimismarte contigo y la naturaleza para no necesitar más tiempo que el tuyo, los tuyos y esa bella vista y sus acompañantes paisajísticos extremadamente embriagantes y merecedor de un tesoro solo para el disfrute, el delite y la catarsis interior de vivir ese momento de paz y alejado de todo.
Con el tiempo me surgieron preocupaciones que me interrumpieron esa bella experiencia de la que no pude escapar. Quise obtener pescados frescos o frutos del mar como le llaman y se convirtió en una odisea en medio de un mar extenso. Los frutos agrícolas en carreteras orilladas para su venta eran escasos, y por momento se alojó en mí una profunda preocupación al ver pocas iniciativas entre las comunidades visitadas, poco esfuerzo por sintonizar con el reto del paisaje, el turismo que representa una ventana para el empuje económico y lo que ya la naturaleza le había dejado como legado: el mar, sus playas, sus paisajes, sus montañas, y esa riqueza natural convertida en sí misma, en capital agregado de su existencia.
La prosperidad no ronda sus carreteras, las condiciones de vida de sus pobladores, el detalle de una vivienda campesina o rural llamativa, con jardines naturales, decorados agradables y simbólicos de ese mundo rural y por demás costero, brillaron por su ausencia. Los frutos agrícolas no eran el resultado de una producción intensa y calculada, sino más bien resultado de una economía natural que no implicaba el mayor esfuerzo.
La presencia de establecimientos comerciales que podrían nutrirse de una circularidad vial producto del turismo, era casi inexistente y muchos de estos establecimientos estaban todavía cerradas sus puertas bien entrada la mañana, y todo vino, un día que quería disfrutar del jugoso zumo de agua de coco, rica y abundante mata del lugar y me resultó imposible obtenerlo y por supuesto me preocupó, quizás no por mí en ese momento, sino la cantidad de visitante que lo frecuenta y quisiera obtener un coco de agua frío para refrescar su garganta.
La visita a la ciudad no fue un gran atractivo porque con excepción de los edificios gubernamentales y del gobierno local, y las dos iglesias simbólicas de su fe (católica una y la Church, la otra), la ciudad muestra una cierta despreocupación y abandono en su principal frontal hacia el mar que es su principal atractivo visual, pues parece no ser atendida desde hace mucho su entorno y debió ser el principal atractivo para el visitante y el residente, pues posee una de sus vistas más hermosas, pero parece poco atractivo sentarse a su contemplación, por la ausencia de un diseño urbano que lo permita, y sin contar la entrada de esta ciudad que no se merece el nivel de arrabalización que presenta, parece como si sus autoridades no poseen el mínimo criterio de reocupación urbanística, pues las entradas de las ciudades son su rostro.
La vieja tradición arquitectónica victoriana sustituida por moles de cemento en el primer proyecto de desarrollo turístico de Samaná por los años de 1975, desconfiguró su fisonomía cultural y su principal oferta, y los remanentes mismos de esa cultura étnica de los negros libertos venidos en la segunda década del 1800, hoy se encuentra diluida y profundamente mestiza, perdiendo su esencia ancestral en lo fundamental, quedando en precariedad, algunas de sus tradiciones como el festival de la cosecha y los cánticos protestantes de su feligresía.
Las autoridades locales de Samaná deben entender este escrito como la mirada externa, desinteresada y preocupada y recomponer su agenda de cara a una que relance la zona y los sintonice con las necesidades de desarrollo en el que, el turismo es uno de sus puntales. El sector privado, comercial, empresarial y sus principales familias deben retornar su mirada hacia Samaná para contribuir en una alianza pública /privada, con la construcción de un tejido de desarrollo sostenible, con equidad y de rescate y fortalecimiento del orgullo de pertenencia cultural de la zona y el manejo eficiente y correcto de sus recursos naturales.
Al retirarme del lugar finalizada mi estancia, se acrecentó mi preocupación pues quise encontrar ya en carretera el coco de agua y casi por Nagua aparecieron los primeros puestos formales de este sorbo sabroso y dulce, sintiéndome profundamente triste y preocupado por este descuido que es responsabilidad ya de las iniciativas individuales, de la falta de una visión empresarial familiar, personal o de emprendimiento, de las autoridades locales y del sector privado de la provincia, que les permite a sus pobladores insertarse en este desafío turístico que representa Samaná como uno de los rincones paisajísticos más hermosos de nuestro país.
Finalmente, esta preocupación se aceleró hasta llegar a la entrada de la ciudad de Sánchez, pues saliendo del lugar de descanso y atravesar la ciudad hacia Sánchez, contamos más de 50 Banca de apuestas a más de una por kilómetros; y finalmente en la entrada de Sánchez, pueblo de mar como Samaná, había abundante fruto marino y en la persona del señor Cangrejo, me abastecí de ellos, con su amable trato, su humildad, bonhomía y su carácter de emprendedor nato y espontáneo con cierta gracia comercial.
Como resultado de esta impactante y última experiencia del viaje, no solo le compré pescados, cangrejo y pulpo, sino que terminé admirándolo y confirmando que, cuando se quiere se puede, y por todo ello, mis experiencias carenciales de cosas se convirtieron en preocupación que quise compartirlas y contribuir a su mejoría con estos comentarios que no buscan culpables, sino el retrato crítico de una situación y que cada uno, se ponga la ropa que le encaje para para su solución.