Para los lectores caribeños, incluso para los latinoamericanos que conocieron el género salsa, no les será extraño el título de un tema de El Gran Combo de Puerto Rico y que era Un Verano en Nueva York (NY). En la referida canción se hace una especie de apología de lo bien que se pasa el período estival en la capital del mundo. De hecho se plantea diversión con encanto y con primor viviendo el verano allí.
Al regresar a Madrid y a sus 40º de temperatura, después del primer tramo de nuestras vacaciones, por alguna razón nos llega a la mente dicha canción, quizás deseando un poco conocer aquella Babel de Acero. No conocemos NY, pero tenemos entendido que aquello no es tan caliente y mucho menos tan seco como la capital de España.
A pesar de todo y en términos urbanísticos Madrid plantea opciones, a modo de oasis, que bien merecen la pena pasar algunos de los días del verano en la capital del reino, aunque sean algunos pocos. El parque de El Retiro, en pleno centro, supone una opción que a partir de las 18:00 puede llegar a ser muy apetecible disfrutar. Otro parque que puede resultar interesante es el del Jardín El Capricho de la Alameda de Osuna al nordeste del centro urbano. El Parque Quinta de la Fuente del Berro es la otra opción muy recomendable para disfrutar un verano menos infernal en Madrid. Dicen que el madrileño inteligente huye de su ciudad hacia la Sierra Norte o hacia la costa del Levante, por no decir a la costa norte…o en su defecto hacia alguna piscina cercana; pero Madrid sigue funcionando, así sea a medio gas, en verano con lo cual los que entramos y salimos “truqueamos” con los gramos de más que nos devuelve el asfalto.
Y es que además de las razones propias de la situación geográfica de esta ciudad – que nos acoge siempre como si fuéramos propios- se produce un fenómeno que se ha consolidado en la mayoría de las ciudades y es la llamada Isla de Calor.
Compartimos la definición sucinta pero correcta del término isla de calor que nos presenta la Wikipedia: La Isla de Calor es una situación urbana, de acumulación de calor por la inmensa mole de hormigón, y demás materiales absorbentes de calor; y atmosférica que se da en situaciones de estabilidad por la acción de un anticiclón térmico.1
Como material absorbente, y ampliando la definición que nos plantea esta enciclopedia popular, tenemos el asfalto que tanto agradecemos cuando circulamos en nuestros vehículos, pero que supone un horno constante en verano, con mayores o menores temperaturas, pero un horno al fin de cuentas. Esas superficies o pavimentos asfaltados u hormigonados no solo suponen superficies absorbentes, también dotan a las ciudades de un nivel de impermeabilización que no es del todo deseable, por aquellos de la interrupción del ciclo natural del agua o su interacción con el suelo.
Madrid con sus cielos casi siempre despejados, se vive muy bien desde uno de los oasis antes mencionados o incluso de una de las vitrinas climatizadas de sus bares y cafés. Atención urbanistas y arquitectos, tomemos nota al diseñar nuestras ciudades, que el pavimento natural también existe (sarcasmo). Si tanto queremos imitar las grandes urbes, incluida NY, tomemos ejemplos de buenas prácticas para la reducción de la perniciosa isla de calor. (Ver: https://www.thehighline.org/ )
Hasta la próxima