La noticia, como suele pasar, apareció sin querer, pues lo que yo intentaba era leer sobre el Barcelona, que sigue perdiendo a lo tonto y sin marcar siquiera el golecillo de la honra (Messi dónde estás), pero en lugar de eso vi que la justicia italiana había condenado al alcalde de Riace, en la región Calabria, a trece años de cárcel; sin importarles números cabalísticos o supersticiones.

Domenico "Mimmo" Lucano no es el típico político que se sirve del erario para comprarse una casota en Miami con vistas al outlet o para alimentar “discretamente” su cuenta en las Islas Caimán, sino un tipo que quiso reavivar su comuna con una política migratoria novedosa.

Confieso que no sabía nada del personaje hasta que leí la nota de su infortunio. El juez lo acusó de arreglar matrimonios al estilo de la Celestina, para que chicas venidas desde lejos pudieran tener sus papeles con mayor celeridad. También dijo que había hecho mal uso de los dineros que la Unión Europea le habían confiado para ayudar a la migración.

Nunca he estado en Calabria ni mucho menos en el pueblito en cuestión, pero si vemos el mapa de Italia como una bota, Riace estaría en la suela, a la mitad, donde aparecen los agujeros, como el que, de acuerdo con el juzgador, Mimmo habría dejado y que sólo se arregla devolviendo la bicoca de medio millón de euros.

Desde las casas situadas en las colinas de Riace se aprecia el Mediterráneo. Casas colmadas de telarañas y de ausencias, cuyos antiguos propietarios se fueron al norte o al cementerio.  Don Domenico pensó que los recién llegados podrían instalarse allí, así que les dio pintura y demás materiales para una bienvenida inusual. Ya lo sabemos, los migrantes huyen de guerras y miserias varias (algunos también se dan el gusto de cambiar de aires). Vienen de cualquier sitio: Marruecos, Egipto, Libia, Afganistán, Siria, Ghana, Kenia, Bolivia, Turquía…

El hombre ha perdido su condición humana, decía el hoy ex alcalde cuando empezó a concretar sus proyectos en 2004. De esta forma, la ciudad recibió a muchos, muchos, muchos y les dio trabajo, a unos en talleres artesanales; a otros, en la recolección de basura; que a decir del tribunal fue resultado de adjudicaciones mañosas para favorecer a cooperativas de migrantes…

En aquellos días era tan famoso que hasta salió en la revista Fortune como uno de los hombres más influyentes del planeta y casi gana el título de alcalde del año. Sin embargo, hoy se siente triste, cansado, ojeroso y sin ilusiones (melodramas operísticos aparte) y aunque es claro que apelará la decisión, hay quien la interpreta como una nefasta señal del gobierno: si imitas a Mimmo, ya sabes las consecuencias…

Las muestras de apoyo no se hicieron esperar –siempre llegan puntuales, como la frase gastada que las anuncia–. He visto videos de marchas y protestas contra la sentencia. Los medios de comunicación también han mostrado su consternación y añaden que el alcalde fue suspendido desde 2018 para ser vinculado al juicio en comento. Por esas fechas, ¿coincidencia, fatalidad, dolo?, llegaba al poder un tal Matteo Salvini, cuyas arengas mencionaban algo como: los italianos primero. ¿Dónde se ha visto ya esto, dónde?

Las calles de Riace han vuelto a su estado fantasmal, señalan las crónicas. ¿Adónde se habrán ido aquellos que recibió el ex alcalde, a otros sitios de Italia, de Europa o acabaron deportados como los haitianos que se amontonan en la frontera entre Coahuila y Texas?

Si algo me causa alergia es pontificar, pero en estos tiempos del twitter no hay oficio más peligroso que el de ser migrante, aunque se haya practicado desde siempre. Los gobiernos de los países ricos, temerosos e inútiles, rehúyen el tema y carecen de la osadía y de la imaginación de Lucano. En cambio, las tácticas trumpianas se multiplican. Como decía la tía de mi amigo Pablo: que diosito nos agarre confesados.