Un titulo como este pudiese sugerir en el pensamiento de mis lectores/as que se trata de los frutos que un trabajo como el que hago deja en  las familias, las instituciones o la sociedad.

Pero esta vez no se trata de los y las otras sino de mí y de la huella que, hacer un trabajo como el que hago, deja en mi propia vida, en mis pensamientos, sentimientos y conducta.

Se trata del aporte que me hace cada encuentro con un paciente, cada mujer atendida en el centro, cada decisión tomada en la universidad, cada tema abordado en el programa de radio  o en los artículos y todo ello me convierte en una nueva persona.

Es el aporte de vivir consciente cada fragmento de lo que como trabajo me ha tocado y poder hacerlo con pasión y alegría, atenta no sólo al impacto que cada intervención tiene en las personas, sino y sobre todo, en mí misma.

Ver cada mañana el rostro de las mujeres víctimas de violencia en el centro, conocer sus vivencias y la fuerza que desarrollan para continuar, ha ido transformando poco a poco mi vida

Cuando miro atrás y veo quién era hace algunos años, desconozco la imagen contrastada con la de hoy. Agradezco la llegada a mi vida del tema violencia contra la mujer, lo cual como sabemos los terapeutas, no es casualidad, sencillamente me buscó y yo me dejé encontrar.

Llegar a este tema me cambió la vida. A partir de él ocurrieron las decisiones más dolorosas de mi existencia, pero las que más me han hecho crecer. Descubrí mis fortalezas y la dureza como roble que podemos desarrollar las mujeres para defender lo que amamos o lo que creemos. Al mismo tiempo este tema me fue entregando una compasión, misericordia y sensibilidad desconocidas para mí.

Puede verse como paradójico pero no es así, como le digo a mis pacientes, la única manera de crecer es afrontar el dolor hasta que éste nos convierte en un ser humano real: suave y fuerte a la vez, con posturas para tomar partido y con la aceptación tranquila hacia otro punto de vista. Con la misericordia para entender el error propio y el de los demás intentando caer cada vez menos en el juicio y la crítica.

Ver cada mañana el rostro de las mujeres víctimas de violencia en el centro, conocer sus vivencias y la fuerza que desarrollan para continuar, ha ido transformando poco a poco mi vida. Vivir de cerca al mismo tiempo las miserias que vivimos las mujeres y sacar de mi propia historia la fuerza para superarlo, ha sido una experiencia de crecimiento insuperable.

Con ellas y sus historias he aprendido a acompañarnos en las soledades, a aceptar los miedos, a entender las culpas y vivir las rabias.

Las mujeres que han despertado a través de la violencia, me han dado la posibilidad de despertar con ellas y  de vivir la transformación y el cambio hacia una vida más comprometida, más real, más consciente.

Este articulo pudiera tener un titulo alternativo que pudiera ser algo como "Confesiones de una terapeuta", pero es sólo el agradecimiento a un tema que me ha permitido crecer y ser una mejor persona. Esto a propósito de un nuevo 25 de noviembre que nos recrea la lucha de las mujeres a una vida digna y libre de violencia.

solangealvarado@yahoo.com

@solangealvara2