En los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento. -Albert Einstein.

Curiosamente, los países europeos, antes de declararse la pandemia, se situaban en los primeros lugares del ranking mundial de la calidad de prestación de servicios de salud a los ciudadanos. Hoy, los más afectados por la enfermedad, excepto Suecia hasta estos momentos, ven sus capacidades de atención sanitaria desbordadas y, en algunos casos (España e Italia), en los límites del colapso. De hecho, las más distinguidas potencias europeas han tenido que reforzar repentinamente sus sistemas nacionales de atención sanitaria, en un contexto general de incremento sostenido del número de contagiados.

Un ejemplo elocuente es España que, según las Naciones Unidas (74ª Asamblea General de la ONU: debate sobre la cobertura sanitaria universal), ocupaba el decimosegundo lugar entre los sistemas sanitarios más seguros y robustos del mundo. En este ámbito, España superaba a Noruega, Suecia, Alemania, Japón, Austria y Nueva Zelanda. Esto es, el viejo país de los tartesos y  celtas (o íberos) no estaba muy lejos de los Estados Unidos, Tailandia, Holanda y Canadá, naciones situadas en los primeros peldaños.

En cuanto al índice consolidado del estado de un sistema sanitario, es decir, el que aglutina todos los aspectos relacionados con la prevención, detección y respuesta frente a brotes de enfermedades infecciosas que pueden ser declaradas epidemias o pandemias, España se enorgullecía de ocupar el decimoquinto escalón como Estado “preparado”, otra vez superando a un grupo de naciones caracterizadas por sus eficientes políticas de Estado a favor de la salud.

Aunque parezca ahora increíble, la mejor valoración la obtuvo España (“muy preparado”) en el indicador que habla de la capacidad de mitigar los riesgos generales y las amenazas biológicas, ocupando el lugar número 21, detrás del Principado de Liechtenstein, Noruega y Suiza.

De penetrar el SARS-Cov-2 con la saña con que lo ha hecho en China en un primer momento, Corea del Sur, Irán, Italia, España, Alemania y New York, ¿cuál sería la situación de las naciones que en este ranking presentan unos indicadores catastróficos en materia de prevención, detección y respuesta ante brotes de enfermedades infecciosas? En este grupo se encuentran casi todos los países latinoamericanos, incluido el nuestro.

España ha puesto a prueba su poder sanitario; un poder evidenciado, como ya vimos, en indicadores de connotación mundial. Si el sistema de salud español no ha colapsado a esta hora, debe estar cerca de hacerlo. El número de contagios sigue acelerándose y expandiéndose por todo su vasto territorio, los hospitales se encuentran desbordados y  es evidente la insuficiencia de personal médico.

Un hecho inesperado en España es que el número de contagios de la población joven sin patologías previas se incrementa. El dilema que se está planteando en estos momentos en las antesalas de las UCI es a quien ingresar, teniendo disponible solamente una cama y un respirador: a un joven o a un anciano con patologías previas.

España se ha situado en el cuarto indeseable lugar a nivel mundial entre los países de más desarrollo por el número de casos confirmados y personas fallecidas. La situación sanitaria es tan crítica que el Gobierno español ha tenido que recurrir a la conversión de pabellones municipales en hospitales, como si estuviéramos viviendo nuevamente las grotescas escenas de la Segunda Guerra Mundial.

Italia, ocupando uno de los primeros lugares del ranking mundial en eficiencia sanitaria, ahora se coloca en el segundo lugar, luego de que los Estados Unidos pasaran al primer lugar.

El primero ha visto relumbrar todas las debilidades y vulnerabilidades de su reconocido y reformado sistema de salud, al margen de los crasos errores cometidos por sus autoridades en la fase de penetración del virus.

El segundo ya no duda en utilizar la plena autoridad del Gobierno federal para combatir la crisis. La gran potencia llama a los reservistas del Ejército y de la Guardia Costera al combate contra el covid-19; ordena la producción de 100,000 aparatos de respiración artificial en los próximos 100 días; pone al servicio de la batalla a gigantes como Boeing y a otras grandes corporaciones invocando la Ley de Producción de Defensa, y aprueba de emergencia la ley de estímulo de la economía por la suma de dos billones de dólares.

La lectura de lo que está pasando en estos países desarrollados, sin mencionar todavía a Francia y Alemania, acentúa el carácter sistémico del concepto de seguridad nacional. Los mejores sistemas sanitarios del mundo se han visto excedidos por lo que las potencias activan sus otros componentes conocidos. Se demuestra una vez más que las pandemias reclaman la intervención de todas las fuerzas vivas de la nación y de las capacidades profesionales, técnicas y científicas. Requieren el concurso de todas las instituciones, infraestructura disponible, ejércitos y reservistas, ahorro nacional  y fuentes de financiamiento no bancarias.