El mal manejo de los alimentos constituye una amenaza a la salud y se impone por eso más cuidado de parte de las autoridades municipales en lo que respecta a la supervisión de lo que se vende en las calles. En cualquier punto de la ciudad se instalan, sin autorización muchas veces, puestos de venta de alimentos sin higiene alguna. Estos negocios ambulatorios son focos permanentes de infección, al que están expuestos quienes se sirven de los mismos, casi siempre por razones de precio.

No se trata de quitarle oportunidad a quienes se esfuerzan, sin recursos para establecer un negocio dentro del marco de la formalidad, por lo general  honrados y laboriosos ciudadanos, pero una inspección frecuente de esos puestos de venta, puede ayudarlos a prosperar y operar con más estabilidad y sin temor a requisas que acaben con la fuente de manutención de sus familias. La supervisión exhaustiva de esos pequeños negocios ayudaría a sus dueños a mejorar las posibilidades de crear mayor confianza en sus clientes en lo que ofrecen.

Muchos problemas creados por el manejo de productos perecederos, como los quesos y los embutidos, tienen que ver con su manejo inadecuado en esos lugares, proyectando una imagen falsa sobre la calidad de muchos de los productos industriales que allí se expenden o se emplean en la preparación de emparedados y otras comidas calientes o frías. De ahí, la necesidad de etiquetar los productos manufactureros que, como en el caso de los quesos, su perdurabilidad depende muchas veces de la forma en que se expenden fuera de fábrica. La etiqueta le dice al consumidor qué realmente compra con indicaciones de las fechas en que puede consumirlo.

En el país existen industrias de altos estándares de calidad muy cercas de pequeños negocios artesanales en su misma área que ofrecen los mismos productos. La etiqueta haría la diferencia en beneficio del público y del Fisco.