DE REPENTE, un rostro familiar, casi olvidado, apareció en la pantalla del televisor. Bueno, no totalmente familiar, porque ahora tiene una notable barba negra. (Si yo fuera él, me la quitaría inmediatamente).
Pero ahí estaba. El antiguo jefe de gabinete y ex primer ministro, Ehud Barak.
Barak en un nuevo formato. Agresivo. Sin pelos en la lengua. Condenatorio de Benjamín Netanyahu en los términos nada inciertos. Repitiendo casi palabra por palabra mi advertencia de que Netanyahu ha perdido la razón. Diciendo que Netanyahu “se ha salido de los carriles”, y que en la actualidad hay “signos de fascismo” en Israel.
El país entero se despertó y escuchó. ¿Barak de nuevo? ¿Por fin, el hombre que podría derrotar a Netanyahu?
Barak negó que él era un candidato potencial para el primer ministro. Nadie le creyó. Cada comentarista de valía comenzó a especular sobre los planes para un nuevo partido. ¿Por qué no Barak junto con Moshe Yaalon, el ex jefe de Gabinete y el ministro de Defensa que acaba de ser expulsado por Netanyahu? ¿Por qué no con Gabi Ashkenazi, otro ex jefe de Gabinete, que tiene la ventaja adicional de ser un judío oriental? El aire se llenó de nombres barajados.
Hubo un cambio de Se sintió una nueva atmósfera. La sensación generalizada de que “Bibi tiene que irse”. Una nueva sensación de que existe una posibilidad real de deshacerse de él y de Sarah’le, su esposa impopular.
TENGO UN pequeño problema con eso. Se puede resumir con el nombre del lugar: Camp David.
Para mí, Camp David fue un punto de inflexión histórico. Hasta la conferencia de Camp David, julio de 2000, había optimismo sobre la paz. Desde la conferencia, la paz desapareció de la escena.
Para mí, el hombre que carga casi toda la responsabilidad por aquello es Ehud Barak.
Permítanme un recuento de los acontecimientos, tal como los vi entonces.
El presidente Bill Clinton estaba ávido de un triunfo importante antes de terminar su mandato. Desde que el presidente Jimmy Carter antes que él alcanzó un gran éxito en Camp David con el acuerdo de paz entre Israel y Egipto, él apuntaba a tener un triunfo histórico aún más grande con una paz israelí-palestina.
El socio palestino, Yasser Arafat, se mostró reacio a asistir. Él señalaba, con razón, que no se habían hecho los trabajos preparatorios por los comités de expertos, y temía convertirse en una nuez en el cascanueces estadounidense-israelí.
Clinton finalmente tuvo éxito al arrastrarlo a Camp David, después de prometer que en caso de un fracaso, él –Clinton− no culparían a ninguna de las partes. Más tarde, sin escrúpulo alguno, rompió esta promesa.
Por eso Arafat fue a la conferencia en un estado de ánimo de muchas sospechas, dispuesto a mantenerse alerta ante las trampas, sin esperar ningún avance. Estaba seguro de que Clinton y Barak conspirarían contra él.
LA CONFERENCIA duró unos no previstos 14 días. Durante todo este tiempo, Barak y Arafat no se vieron ni una sola vez en privado. Barak no visitó a Arafat, ni tampoco lo invitó a sus habitaciones privadas, a un centenar de yardas de distancia.
En mi opinión, esto era muy importante. Arafat era un tipo expresivo. Amaba el contacto personal, entretener a los invitados, en algún momento alimentarlos con sus propios dedos. En una forma muy árabe, creía en las relaciones de persona a persona.
Barak es exactamente lo contrario: frío, distante, prefiere la lógica impersonal al contacto personal. Cualquier tipo de intimidad le resulta desagradable.
A veces me pregunto qué habría pasado si Ariel Sharon hubiera estado allí en lugar de Barak. Sharon, al igual que Arafat, era extrovertido, disfrutaba el contacto personal, le gustaba acoger a la gente y quizá hubiera ayudado a crear un ambiente diferente.
PERO, POR supuesto, las diferencias políticas eran más importantes que las personales.
Puesto que no se habían hecho preparativos en absoluto, los dos lados vinieron con propuestas altamente incompatibles.
Barak no tenía en absoluto experiencia previa de los asuntos árabes. Llegó a Camp David con un conjunto de propuestas que de hecho eran de mucho mayor alcance que cualquier cosa que Israel hubiera propuesto antes. Estaba dispuesto a aceptar un Estado palestino, aunque con muchas condiciones y limitaciones. Tal vez él esperaba que los palestinos saltarían y lo abrazarían al escuchar sus concesiones.
Por desgracia, el máximo de Barak estuvo lejos del mínimo de Arafat. El líder palestino pensó en su recepción de vuelta a casa si él renunciaba a las demandas palestinas básicas. Al final, no hubo acuerdo.
Clinton estaba furioso y, en violación de su solemne promesa, echó toda la culpa a Arafat. Probablemente estaba pensando en su esposa, Hillary, que entonces estaba en pie para la elección como senador de “Judío-York”.
Pero fue Barak el que convirtió su fracaso personal en una catástrofe histórica.
¿QUÉ HUBIERA hecho un estadista verdadero en una situación así?
Puedo imaginar un discurso como este:
"Queridos conciudadanos,
“Siento tener que decirles que la conferencia de Camp David se ha aplazado sin alcanzar el resultado esperado.
“Por supuesto, habría sido imprudente esperar que un conflicto que ha durado ya más de cien años se podría resolver en quince días. Eso habría sido un milagro.
“Las dos partes se han comprometido en un diálogo serio, basado en el respeto mutuo. Hemos aprendido mucho acerca de los puntos de vista y los problemas de cada uno.
“Ahora hemos nombrado a un número de comités conjuntos para estudiar los diversos aspectos del conflicto, como las fronteras, Jerusalén, la seguridad, los refugiados, etc., en detalle. A su debido tiempo convocaremos una segunda, y si es necesario una tercera conferencia, para lograr el acuerdo final de paz.
“Ambas partes han acordado que, mientras tanto, vamos a hacer lo posible para evitar cualquier acto de guerra y violencia.
“Damos las gracias a nuestro anfitrión, el presidente Clinton, por su hospitalidad y compromiso”.
En lugar de algo así, Ehud Barak hizo algo que cambió el curso de la historia.
A su regreso, denunció Arafat y a los palestinos en general, como enemigos implacables.
No sólo hizo echó toda la culpa por el fracaso a los palestinos, sino que declaró que no teníamos un “socio para la paz”.
Estas fueron palabras fatales. Desde entonces, “no tenemos ningún socio para la paz” se ha convertido en un axioma entre los israelíes, una excusa para todas las acciones y omisiones. Eso le permitió a Netanyahu y sus similares llegar al poder. Fue el canto fúnebre para el movimiento israelí por la paz, que no se ha recuperado desde entonces.
¿QUÉ PASA con el futuro de la candidatura, Ehud Barak para primer ministro?
¿Puede configurar un nuevo partido que lograra unir una gran coalición contra Netanyahu?
Me han dicho que él tiene sus dudas. “Todos me odian”, se supone que dijo.
Hasta cierto punto, eso es bastante cierto. A Barak lo ven como una persona sin principios. La gente se acuerda de su última aventura política, cuando dividió el Partido del Trabajo con el fin de unirse a gabinete de Netanyahu como ministro de Defensa.
Desde que se despidió de la política, tiene fama de haber amasado una gran fortuna, poniendo su experiencia y conexiones al servicio de los gobiernos y los capitalistas extranjeros.
Lejos de ocultar esa fortuna, anda dando vueltas, ocupando varios apartamentos en uno de los edificios más lujosos de Tel Aviv. Todo esto parecía indicar que él había dicho adiós a la política para siempre.
Pero ahora aparece su rostro barbado en la pequeña pantalla. Parece anunciar: “¡Hola compañeros, estoy de vuelta!”.
¿DE VERDAD? ¿Puede él convertirse en el punto focal de una nueva alianza, una alianza para “sacar a Bibi”?
No es imposible. Creo que sólo unas pocas personas odian Barak. Visto junto a Netanyahu, parece se le ve en luz mucho más positiva.
La gente cambia. Incluso los políticos. Tal vez ha tenido tiempo para reflexionar sobre su experiencia, incluyendo Camp David, y aprendido de sus errores. Tal vez sería preferible a nuevas personas que aún no han cometido sus propios errores, y por lo tanto no tienen nada que aprender.
Barak es una persona muy inteligente. Él tiene mucho más conocimiento histórico (adquirido de manera autodidacta) de lo habitual en los círculos dirigentes de Israel. Tiene conciencia social. En resumen, no es Netanyahu.
No ser un Netanyahu es tener más de la mitad de los requisitos para ser un nuevo primer ministro. Y si Barak es el único candidato creíble en los alrededores, es, por definición, el mejor.
Los alemanes dicen: “Cuando tiene hambre, el diablo come moscas”. Incluso a la gente a la que no le gusta Barak demasiado le daría la bienvenida a Barak como quien los salvó de Netanyahu.
En hebreo, “Barak” significa “rayo” (a diferencia de Barack en árabe, que se deriva de “bendición”). El rayo es una fracción de segundo que ilumina la oscuridad. ¿Revela esta fracción de segundo un nuevo Ehud Barak?
En resumen: ¿Es posible una segunda venida de Barak? Mi respuesta es sí.