Los fuertes señalamientos con que preludió el inicio de la Semana Santa el Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo, monseñor Ozoria, cuando en la entrevista televisiva concedida a “Huchi” Lora, llegó tan lejos como advertir de la posibilidad de llevar el país a una dictadura, y los de similar tono por parte de los sacerdotes que tuvieron a su cargo el Sermón de las Siete Palabras, y desde Baní, los externados por el obispo Víctor Masalles, enfocados sobre todo en el controversial tema de la modificación de la Constitución y la posibilidad impulsada por sus parciales de que el presidente Danilo Medina decida aspirar a un tercer período, presagiaban el inicio de una guerra a campo abierto entre el gobierno y la alta jerarquía católica.
Sin embargo, quienes habían adquirido sillas de ring-side para ver de cerca lo que presumían un feroz combate entre pesos pesados, se han tenido que conformar en cambio con apenas unos simples amagos iniciales donde al parecer, al menos uno de los contendientes ha bajado la guardia y ha mostrado poco interés en intercambiar golpes en una pelea a distancia donde a fin de cuentas ambos terminarían seriamente lastimados.
Comenzando la semana, que será de mini-feriado al igual que la que acabamos de dejar atrás, se dejó escuchar la voz conciliadora de la figura que luce más cercana al presidente Danilo Medina, al punto de que la mayoría entiende que por su boca habla el propio mandatario.
La declaración de José Ramón Peralta señalando que el gobierno respeta todas las opiniones, favorables o desfavorables, y en consecuencia las externadas por la Iglesia vertidas a través del tradicional Sermón de las Siete Palabras, viene a ser algo así como la puesta en escena de un ramo de olivo, señal de que superada la inicial y brusca reacción que provocaron las críticas externadas desde el púlpito, en el seno del gobierno se entiende que nada bueno tiene que buscar ni puede salir de un ácido y prolongado enfrentamiento con la Iglesia Católica, que tal como ha establecido la propia encuesta Gallup, en nuestro país figura a la cabecera de las instituciones que disfruta de mayor credibilidad.
Otra figura influyente del gobierno, Gonzalo Castillo, de quien en más de una ocasión se llegó a pensar pudiera resultar el favorito en la posible sucesión del mandatario, afirma que es el pueblo el que decidirá sobre la posible reelección de este, y haciendo gala de gran optimismo, llega a afirmar que si así lo decide, la iglesia estará al lado del pueblo.
Queda ahora por ver la reacción de la soliviantada jerarquía eclesiástica, que aun cuando mantenga inalterable su rechazo a la modificación de la Carta Magna para permitir al presidente Medina presentarse para un tercer período, luce poco probable que vaya a responder con aspereza al conciliador mensaje enviado por el gobierno a través de su Ministro Administrativo de la Presidencia.
Es probable por consiguiente que quienes aspiraban a disfrutar de “la pelea del siglo”, tengan que reclamar les devuelvan lo que pagaron por la entrada y buscar otra forma de ver la sangre correr mezclada con agua bendita para satisfacer su morboso interés.
Un viejo refrán expresa que “después de la tormenta, viene la calma”. Y aunque continúen soplando vientos de fronda entre la Iglesia y el Gobierno es más que probable que ambos eviten que lleguen a adquirir fuerza de huracán, y aún cuando mantengan los guantes puestos no lleguen a subirse al ring.