(Apuntes para un Manual de Sociología barata.)
Un político dominicano, es ante todo un dominicano auténtico: “opina de todo sin saber de nada, resuelve poco y miente de manera natural.” Como decía Bruce Lee: “Crean de mí la mitad de lo que ven y nada de lo que escuchan…” El político dominicano, es un miembro privilegiado del club del BAM: “Bulto, Allante y Movimientos.” Su bandera es ser “Tránsfuga.”
Para un político dominicano, el saco y la corbata no es un traje que amerita su rol, es la esencia que le da razón de ser. Es su formalidad más auténtica. Son profesionales por el vestido, no por ser eficientes y cumplidores del deber público.
No tienen ideología. Son veletas orientadas hacía el interés personal. Seres sedientos de poder y dinero. Miembros que gozan de privilegios inmerecidos. Forman parte de una cosa que se llama “Congreso” donde el lema es “ando con mi cuchillo en la boca. Me la estoy buscando como un toro.” Son pandillas que ocasionalmente legislan a favor del interés público.
Son burdamente diplomáticos, eternamente se le ve el veneno hasta cuando predican la supuesta palabra de Dios. La acción en ellos está marcada por un sello de “lambones C por A.” Esperar más…, es un absurdo. Pobreza genera pobreza. La mayoría provienen de una escasez extrema que configuró su carácter de seres sumisos y latosos, en especial si el amo es blanco. Nunca legislan para frenar o enfrentar los intereses espurios de una burguesía criolla “improductiva y parasitaria…”
Son abusadores autorizados. Solamente tienen patria cuando el pleito es contra Haití o un ladroncito de poca monta. Todos quieren ser aliados del imperio, escasamente legislan para que las minas y las playas de este país sean patrimonios nuestros.
La ilusión, la patria, la bandera, su religión, su honor, Duarte, hace tiempo que empeñaron esos valores al “Hombre del Maletín”. Son una masa amorfa, sin identidad política. Su voz y su voto casi siempre dependen de cuál es el banquete que ofrece el “Poder Ejecutivo.” Son traidores de la patria porque se confabulan para despilfarrar el erario público. Interpretan la “Constitución de manera mezquina, como les conviene. Es un libro decorativo que contiene leyes que no respetan.
Hablan hasta por los codos, en específico sin son presidentes o jefes de “las famosas comisiones”, que son como los fantasmas: “Están pero no se ven y nadie sabe lo que resuelven”
Lo que más se parece a la abulia es un político dominicano. Únicamente demuestran voluntad en el chantaje y para legislar a favor de valores católicos, o en “defensa” de unos bienes patrios del siglo XVIII. No conocen frontera entre el bien y el mal porque su conducta está resguarda por una cultura política abusadora, corrupta y perversa que patrocina sus indebidas acciones. Están protegidos por una cosa que se llama “Congreso” que considera a un legislador como un “primo hermano de Dios…”
Nuestros políticos son engolados. Pocos lúdicos. No son creíbles ni en el gesto ni en la palabra. Verlos en la televisión es un acto funesto, parecen recordatorios animados. Son voces al servicio de quién pague mejor su opinión pública. Más absurdo aún, cuando pretenden ser intelectuales o profundos, chorrean estupideces: “hablan sin creer en lo que están diciendo.”
Pero como decía un poeta: “la política es como una boca llena de comida, sucia pero tan necesaria…”