Este es el inicio de un dicho que he oído desde pequeño, y que aparentemente fue el resultado de los imperios, hogares, gobiernos, y vidas que estos simples flecos han causado en la historia de la humanidad.

Eva provocó que Adán, goloso y esperanzado en comer de la fruta prohibida, en complicidad con la serpiente, no solo que las demás evas, parieran con el dolor de su frente, sino que, hasta hace poco tiempo, (hasta que llegaron los políticos, lambones, megadivas, correveidiles, adulones, pica pica y compartes) los hombres comiéramos a través del sudor de nuestra frente, o del trabajo esforzado y constante.

Salome, hija de Herodías, bailó la danza de los siete velos a Herodes, quien dispuesto a regalarle la mitad de su reino, y eso llevó a una transacción malvada que le costó nada más y nada menos que la cabeza a Juan el Bautista.

Dalila, vendió a Sansón, a quien dormido le cortó su virtuoso cabello y con él su fuerza. Sobeyda fue la némesis de David Figueroa Agosto. Josefina la de Napoleón, quien por estar de celoso descuidó su arte en la artillería, y sucumbió en Waterloo; Eva Brown volvió loco a Hitler, de Cleopatra ni hablar que volvió locos a Julio Cesar y Marco Antonio, dos de los hombres más grandes de la historia.

En la historia, todos los hombres tenemos nuestra debilidad, ya sea por una mujer, o conforme avanzan los tiempos, por la carne de cocote, que es una variable muy utilizada en la actualidad, y que, incluso se “embarazan” de la manera más olímpica y publica, mediante vientres de alquiler y los crían como “Madre y Padre?

Asi las cosas, cuando el dicho existía, porque esas vellosidades eran el Olimpo en el cual, mediante maniobras sensuales podías llegar a este, a pesar y a través de las mismas, este escabroso monte imponía en el arencoso manjar de su aroma. Ahora es calvo e imponente, de tamaños, colores y conformaciones absolutamente disimiles pero, igualmente sabrosas.

En el ínterin como he referido, a través del tiempo, fue realizándose un paulatino recorte del vello público, perdón púbico,  al cual me refiero, dejando incluso diseños de espanto y brinco, todos llamativos. Triángulos, pinitos, corazones, y otros fueron los diseños más atractivos que provocaron los mismos infartos que antaño, la montaña rocosa, en el cual se ocultaba como digo, este clítoris siempre llamativo y dulce.

Hoy es muy difícil encontrar alguna parte púbica provocadora de estos requiebros y dolores, que tenga “pelo” y por tanto, afirmar con el pueblo, que este,  jala más que una “yunta de buey” sería un obvio anacronismo.

A pesar de lo anterior, aparentemente, ya no es el pelo el que jala, sino otras maneras y otros artefactos, tanto asi, que el mismo género que ha provocado tantos sinsabores y tantos imperios perdidos y ganados, sigue causando estragos y estrellones, estropicios y atropellos sin nombre. Aunque al mismo tiempo ensalza y alza nulidades, estulticias y demás yerbas aromáticas.

Al final de la jornada, podemos concluir en esta brevísima disquisición sobre el pelo, o vello púbico, inexistente hoy día, que no es el pelo el que jalaba, sino por el contrario, lo que contenía y guardaba este, porque ahora que sufre de alopecia por química, ceras, afeitadoras, cremas y menjurjes, sigue jalando, igualito o más.

Mientras el rancho sigue ardiendo, a “Correr Fanáticos”.