El otro día estuve viendo unos programas sobre el universo, tengo que reconocer que me fascinan por la inmensidad del tema y lo sorprendente de los relatos, pero a la vez me dejan más planchado que una corbata para ir a ver a un presidente. Tanta grandeza, tanta inmensidad me anodina, me deja sin habla, me obnubila, palabrita ésta un tanto pedante que denota cultura y sapiencia.

Ahí es nada, una estrella que está a 200 millones de años luz de la tierra ¿Ustedes se han puesto a pensar lo que eso significa? Pues agárrese de la barra más próxima porque con una matemáticas de cocina, esas de calcular cuánto valen dos libras de ajíes y tres de rábanos comprados en el mercado, por cierto bastante caros, intentaremos saberlo.

Son 200.000.000 millones de años multiplicados x 365 días cada año x 24 horas al día x 60 minutos cada hora x 60 segundos cada minuto x 300.000 kilómetros que es la velocidad que recorre la luz cada segundo, intente hacer la operación con su computadora y verá como de tantos números que da el resultado se revienta la pantalla

¡Y nosotros que consideramos lejos ir a Santiago, 160 míseros kilómetros y paramos en Jacaranda a tomarnos un bocadillo para reponer fuerzas para tan largo viaje! ¡Y no digamos si vamos a Montecristi, Dajabón o Pedernales¡ para ese recorrido llevamos almohadas, colchones y víveres de supervivencia, Monstruosa y deplorable finitud humana!

Entonces uno piensa, sí a esto se le puede llamar pensar, qué vaina somos nosotros entre esas magnitudes bestiales, inimaginables, ¡Nada! ni siquiera un ultraminimillonesimonfintesimomicro pedo en el universo. ¿Cuántas tropecientasmuchotodos y aún mas millones de toneladas métricas debe pesar el universo compuesto por miles de millones de cuerpos celestes de bestiales dimensiones y qué somos nosotros comparados con las ciento veinte, ciento ochenta o doscientas libras promedio de dudosa carne corruptible por persona?

Y encima nos preocupamos hasta enfermar por aumentar o disminuir veinte o treinta libras de grasa comestible almacenadas en la barriga maldiciendo y pateando la balanza que no tiene la culpa de que usted se haya jartado de donuts, pizzas, hot dog y otras basuras comestibles? Patética realidad humana.

Otra andanada de cifras: al universo se le calcula por el momento 170.770 millones de años, milloncito más, milloncito menos. Como decimos en Dominicana, no es de ahora, trabajando constantemente y sin tomarse siquiera un par de semanas de vacaciones no pagadas en un resort espacial.

La Tierra, esa corteza de material relativamente duro y seco encima de una monstruosa bola de fuego líquido que navega bajo los continentes y que a veces nos visita en forma de erupciones volcánicas para que no nos olvidemos donde en realidad estamos parados, tiene unos 4.543 millones de años, unas cuarenta veces más joven que su mamá universo, ríase usted o mejor carcajéese y hágalo hasta con la muela de atrás de la figura longeva de Matusalén.

Nosotros los llamados humanos andamos unos trecientos doscientos mil años arrastrando miserias y vicisitudes por el suelo de la Tierra comiendo de todo y de todos según periodos, desde mocos de dinosaurios, patas de mamut hasta la carne de angus importado a precios de dos ojos de la cara, un riñón y el páncreas que ahora está tan de moda, hasta llegar al llamado homo sapiens de nuestros días ¡Homo sapiens! Tan sapiens que ni siquiera sabemos calcular lo que nos cobran los bancos o las tarjetas de crédito, este cargo porque sí, este porque no y aquel porque les da su santa gana.

Vivimos otro pedo existencial de setenta, ochenta, noventa años y algunos humanos, los más avariciosos de la edad apenas sobrepasan el centenar de ellos. A uno le da una hernia mental estrangulada de solo pensar lo poco que fuñimos en este mundo.

Pues bien ahora voy a dejar de pensar y voy a ponerme a filosofar en busca de la verdad porque si Aristóteles, Sócrates, Sófocles y otros griegos igual de vagos que no tenían nada que hacer más que decir cosas raras para enredarnos la cabuya dos mil años después en los libros de textos y sufrir tratando de explicarlas en los exámenes de colegios y universidades ¿Por qué no lo voy a hacer yo que como, duermo, orino, defeco y e incluso pago más impuestos que ellos?

Comencemos con la pregunta clásica de qué carajos hacemos en esta porquería de mundo porque un planeta con escasez de recursos, vulnerable hasta de los gases que expelen las vacas responsables en buena parte del cambio climático, con terremotos, maremotos, inundaciones, volcanes, plagas, pestes, enfermedades, animales peligrosos, políticos, temperaturas extremas y lo peor de todo lleno de cobradores de impuestos, es una porquería.

¿Por qué no se creó una bola de queso, miel y mermelada con campos de batatas y fresas como dice la canción de Juan Luís Guerra? ¿Por qué no llueve café en lugar de agua sin control y granizo helado y así se abarataría este oloroso producto pues pagar ochenta, cien o ciento veinte pesos por vasito de agua negra y una cucharadita de azúcar es realmente un abuso? Si hay un creador como afirman muchos qué le costaba hacerlo de estas sabrosas materias?

Me gustaría tener una explicación racional, sensata, lógica, sin cosmovisiones o dogmas religiosos basados en supuestos de fe, que me haga abandonar o reafirmar la creencia que tengo de que somos un accidente biológico evolutivo de cientos de miles de años con origen en bacterias y bichos raros por el estilo. Estoy abierto a todo, a todos. Hasta creer que podrían haber presidentes y ministros efectivos y honestos, que no es poco creer.

¿Qué hacemos nosotros durante unas míseras docenas órbitas alrededor del sol yendo de un lado para otro tratando de sobrevivir, y muchos no lo logramos? Los llamados creyentes dan varias versiones difíciles de admitir, una es para ganarnos la Gloria, dicen, después de pasar una vida de vicisitudes, muchas caídas y levantadas. Pero ¿Qué es la Gloria? ¿Dónde está?¿Qué se hace allí? ¿Existe en realidad la Gloria? Nadie la ha visto, nadie ha estado ahí para relatarla, solo se sabe por unos señores antiquísimos que la describieron sin haberla jamás visitado.

Otra explicación es para dar gracias al Creador por darnos la vida. A un señor que tiene la capacidad de hacer el universo me parece que no necesite que lo alaben con órgano, guitarras o panderetas. En caso de existir este señor debe estar muy entretenido día y noche haciendo burbujas espaciales cada una de ellas con un cuerpo celeste al igual que los niños hacen burbujas con las pompas ingrávidas de jabón que decía el poeta Machado. Mientras, nosotros deambulamos abandonados y cómo podemos en este micro nano corpúsculo llamado tierra. Ambas explicaciones religiosas no convencen.

No sabemos aún como se creó el mundo de la nada o si es que estuvo ahí desde siempre. No sigo más de filósofo rasante y pedestre porque ya la cabeza empieza a dolerme y hay que preservarla lo más posible, la edad, las pastillas, la falta de memoria inmediata, ustedes me entienden.

A la respuesta de la existencia del mundo los científicos buscan afanosamente la pregunta del por qué. Hasta ahora tenemos el Bing Bang como teoría muy cercana pero no suficiente y se avanza un importante paso más con el Boson de Higg, la llamada irónicamente la ¨partícula de Dios¨ en lugar de ¨la maldita partícula¨ dado que no la encontraban y que era la propuesta para su primer nombre y por prurito social no fue aceptada.

El Boson de Higg aparece en el cercano 2012 cuando los científicos estaban a punto de tirar la toalla en medio del ring investigativo como resultado experimental al hacer una colisión de protón a protón para obtener las partículas llamadas elementales que pueden explicar el origen del universo, en unas complejas y costosísimas instalaciones, a partir de ahí veremos que dicen los sabios de bata blanca, microscopio y telescopio en ojo.

Los filósofos considerados modernos de carne y hueso y muchas canas pensantes, en sus cultas jeringonzas se devanan los sesos buscando explicaciones sobre el hombre, si es o no es a la vez, el To be or not to be de Hamlet, o el caso de ser y no ser a la vez del Gato de Schrodinguer en el mundo cuántico. Qué es el hombre (y la mujer), qué significa, qué piensa, qué hace de pendejo o de trascendente en esta vida, qué hizo antes de mono hombre y que hace ahora con camisas Clavin Klein y lentes Rayban presumiendo de hombre mono, hacia dónde va y mil temas más.

Ahí están los más o menos modernos Kant, Soren Kirkegaart, Nietzche, Jurgen Habermas, Bertrand Rusell, el tan influyente Jean Paul Sartre con su nada y su existencialismo, la Simone de Beuavoir y su feminismo a cuestas, el muy reciente francés Jacques Lacan con su estructuralismo lingüístico y matemático y cientos de ellos más cada uno con su parcela de real o asumida verdad y sus tribus de seguidores y detractores intentando darse a entender y orientar a la humanidad.

Pero están muy lejos de ser entendidos por las masas que prefieren la filosofía del teteo, la del del baileo, la del vagueo, la del forniqueo, porque la vida es una caña dulce, se pasa rápida y hay que sacarle el mayor jugo posible. Como se decía en la era del dictador Francisco Franco respecto a las ideas avanzadas que provenían del extranjero ¨Qué piensen ellos¨. Eso, que piensen los filósofos y nosotros a al goce existencial, a lo nuestro, a lo puramente terrenal con serpiente y manzana incluida.

Por mi parte y aunque he leído y leo algunos de ellos, clásicos o modernos, para no perecer de tantas teorías diversas y hasta contrarias a veces me los desayuno a todos ellos crudos sin sal y sin eructar, A todos menos al nuestro filósofo de la casa Armando Almanzar-Botello al que suelo leerlo en sus publicaciones en facebook aunque no siempre lo entiendo, debo admitirlo, pero aprendo muchas cosas y me pone a meditar dentro de lo limitado de mi cerebro.

Lo dicho al principio del escrito: Somos un pedo en el universo, pero tan, tan, tan, tan, tan, tan, tan micro minúsculo pedo que ni siquiera se oye y por suerte para todos ni tan solo hiede. Tranquilos pues.