El presidente del Colegio Médico anunció un nuevo paro de labores en los hospitales públicos, esta vez por tres días a partir de mañana. La medida me parece ilógica en medio de un proceso de negociación relacionado con las demandas de mejora salarial planteadas por el gremio. Irracional, además, si se aceptan como válidas las denuncias del colegio sobre el deterioro de los servicios en esos establecimientos, dado que el abandono de la atención médica sólo conseguirá agravarlos.
En la fase final del proceso electoral, la actitud del gremio será entendida por una amplia gama de sectores como un acto de campaña política, por la conocida filiación partidaria de parte de sus dirigencia, por más que la mueva un sincero deseo de reivindicación laboral. El caso es que los paros de los servicios hospitalarios es una medida contra aquellos que sólo cuentan con ellos para resolver sus problemas de salud. Es decir, los más vulnerables, los segmentos de población en los más bajos niveles en la escala de ingresos.
En el voluminoso historial de huelgas médicas son pocos los logros alcanzados. El presidente del colegio, que ha encabezado muchas de ellas, puede dar testimonio de esa realidad. La mesa de negociación es el camino correcto, a la que se debe ir sin impaciencia, ni arrogancia, evitando hacer del caso un asunto personal. La paralización de los hospitales no le hará daño al gobierno ni a sus funcionarios, que pueden pagar asistencia privada. Será una huelga contra los más necesitados de esos servicios; los que siempre pagan las consecuencias. Existen otras muchas maneras de luchar por los justos reclamos del colegio, sin afectar el derecho a la salud de millones de ciudadanos.
Si los hospitales son un desastre, los que allí laboran son parte de él y deben ayudar a mejorarlos. La huelga de tres días dejará a los más necesitados sin un servicio que moralmente los médicos están obligados a prestar.