John le Carré, el famoso escritor y espía británico, cuya notoriedad intelectual estuvo a la vista del mundo cuando en medio de la Guerra Fría publicó su muy comentada novela El espía que surgió del frío (1963), dice en Volar en círculos (2016), la última obra que escribió, que los servicios de inteligencia de un Estado son como la instalación eléctrica de una casa de alquiler: cada nuevo inquilino que llega enciende la luz pulsando el mismo interruptor. Y yo digo que los gobiernos de nuestra nación, a diferencia de los inquilinos de una casa de alquiler, no siempre logran acierto al oprimir el botón con que designan un funcionario del gabinete. Pero en este caso, el jefe del Estado, al nombrar al doctor Daniel Rivera como Ministro de Salud Pública, dio un “palo” gaitoso, como se dice en lenguaje callejero, pues el Dr. Rivera es, indudablemente, uno de los poquísimos médicos dominicanos que posee el raro atributo de ser organizado y cauto en las labores que ejecuta.
El doctor Rivera lleva al cargo ministerial no solo su formación en alta gerencia de empresas de servicios de salud, sino que también lleva incorporado en su estilo de trabajo eso que en Psicología organizacional llamamos “coherencia asociativa”, es decir, las habilidades para ver claramente separadas las líneas de la dirección ejecutiva de la línea de la confianza subjetiva, cosa esta última que se pone de manifiesto cuando el ejecutivo o gestor de un cargo público importante confunde los halagos y sutilezas de quienes le rodean, como subalternos y como agentes de negocios, con las aptitudes de aquellos que defienden el interés de la institución pública puesta bajo su dirección.
Claro, el presidente le ha confiado al colega y amigo Rivera el Ministerio que posee la mayor cantidad de vasos comunicantes con el mundo -sombra del país- y esa circunstancia obligará al nuevo ministro a aceptar la idea de que en la Cartera que el Gobierno puso a su cargo nada es lo que parece ser. Tendrá que vivir como san Agustín, creyendo firmemente en la predestinación, pero sin convertirse en apóstata del libre albedrío.
Desde hace muchos años el Ministerio de Salud fue “tomado” por una especie de Guaraguao-100 garras, cuyas destrezas ponen en aprieto al más brillante de los ministros que allí designen. Hasta hoy nadie sabe cómo es que dicho Guaraguao-100 garras descubrió que una ‘borona’ funciona idéntico a la “lógica pinta”, la más útil de todas las lógicas conocidas porque si usted sabe cómo usarla para sus fines, usted puede entrar y salir de la constelación lógica de las compras del Ministerio sin ser visto porque el único que lo ve, lo vigila y escucha todo es el Guaraguao-100 garras que anda por los pasillos mostrando su cortante pico, sus vistosas plumas y afiladas garras sin el menor riesgo de ser cazado cualquier día. Pues parece que en el Ministerio de Salud nadie tiene una licencia de Interior y Policía para portar una escopeta.
Creo que el nombramiento del doctor Rivera fue oportuno, ahora cuando nuestra población está siendo diezmada por una epidemia, porque a pesar de que el Ministerio de Salud es la institución del Estado responsable de afrontar la plaga y de diseñar los métodos y estrategias para su ataque y de la aplicación de la vacuna, la verdad monda y lironda es que no siempre dicho Ministerio ha sido gerenciado por un experto, y aprovecho para decir que cuando digo “experto” me refiero a una persona que posee el mérito de constar con un sinnúmero de aptitudes o competencias capaces de inyectarle confianza a los subalternos para que estos aprendan a centrar su atención no en el chisme y las nimiedades, sino en las arduas tareas que se realizan. Y en situaciones como esta lo sensato es que el Ministerio sea dirigido por una persona con una mente cuyas funciones cognitivas trabajen en una cascada estrictamente organizada y secuenciada donde la distracción no tenga lugar.
La gente con mente organizada tiene la ventaja de que mientras dirige la puesta en marcha de una estrategia, un programa piloto o un ensayo, a media que supervisa su desarrollo, es capaz de avanzar predicciones sobre los resultados y de prever fracasos. Sé que en el MSP hay gente capaz y honorable, impermeable a la pestilente zorrería, con los que el doctor Rivera puede contar, pero también abundan los que se comen un caballo muerto y tal vez al otro día evacuan solo el galillo.
Enhorabuena, doctor Rivera. Ponte a salvo de las aves de rapiña que anidan dentro y fuera del Ministerio. Recuerda que te conté cómo varios empresarios de la construcción, en alianza con algunos comunicadores de prensa y televisión, lograron que el gobierno pasado ordenara la paralización de la reconstrucción y remodelación del hospital Cabral y Báez en 6 ocasiones mediante el truco de la intriga y la puesta en circulación de las fabulaciones más extravagantes hasta que esos grupos conseguían su borona.
Ten pendiente lo que aconsejaba el famoso agente del FBI, John Douglas en 1992, sobre cómo protegerse del delincuente de cuello blanco: Dado que ese tipo de delincuente es centrado y no improvisa la toma del control de quién asigna y maneja o distribuye recursos financieros, frecuentemente empieza por la taza de café. De modo que seguir los pasos y el humo de la taza de café es vital porque al seguir el humo y el aroma del café éste nos llevará hasta donde se coló el café, a quién lo endulzó, quién prestó o compró la taza y quién le guayó la nuezmoscada. El delincuente de cuello blanco no toma pastillas para dormir sino para no dormir, tampoco se toma un descanso para comer, divertirse o bañarse. Él solo vigila, estudia el contexto, acecha y aplica sus procedimientos o tácticas. Sus principales fortalezas son la intriga, la sagacidad, la discreción, la constancia y, a veces, adelantar la borona que promete. La única lanza que lo detiene o pone al descubierto es darle un poco de su misma medicina.
Todos tus amigos y relacionados estamos absolutamente seguros de que el MSP bajo tu regencia marchará un poco mejor organizado. El país, el MSP y el gobierno de turno necesita de esa mejoría, hoy más que nunca ante la tragedia que vivimos.
Y en el Estado dominicano, a pesar de pequeñeces, sucede lo mismo que pasaba en la Guerra Fría de los años 60: ¡absolutamente nada es lo que parece!