El horizonte de planificación y desarrollo de la Republica Dominicana es de un periodo electoral, como mucho, pues las campañas electorales comienzan muy temprano, por lo que unos dos años antes de las elecciones se comienzan a distorsionar las decisiones de política económica y social en función de la política partidista oficial.

Se acentúa el clientelismo, se aumentan las botellas, se aceleran los proyectos para su inauguración en el periodo electoral, se diseñan los edificios de apartamentos para la repartición de campaña, se mantiene la prima del dólar en base a endeudamiento externo, se incrementan todo tipo de subsidios y dádivas, se expande la corrupción para buscar dinero para la campaña que se aproxima y para asegurar el futuro de los funcionarios claves de la reelección y del continuismo en caso de un revés electoral. Todas esas acciones hacen incrementar el gasto público y el desequilibrio presupuestario de manera desordenada desde el punto de vista de las políticas de desarrollo del país, pero muy bien orientadas según la política de reelección y continuismo del partido en el poder.

El año electoral se sueltan los caballos y el descontrol presupuestario rebasa con mucho el del año anterior, los gastos directos en la campaña hacen aumentar el déficit presupuestario a los niveles exagerados en que se encuentran hoy día. Entonces llega el momento de ajustar cuentas, de pagar, de hacer ajustes tributarios, de aumentar impuestos y de imponer sacrificios a toda la población. Y este ciclo se ha repetido tantas veces que parece que estamos acostumbrados a continuar con lo mismo.

Un país sin una visión de largo plazo navega como un barco sin rumbo, el país se mantiene a flote porque genera las riquezas necesarias para el dispendio, pero no sabe a dónde va. Como dijo el Dr. Balaguer una vez, “nuestro país es un país rico, pobremente administrado”.  Es un país donde son más importantes los objetivos y las metas de un partido y de una personalidad que los objetivos y las metas de la nación. Aunque el país no se hunda, cada vez está más atrás y con mayor desventaja para competir en un mundo cada día más globalizado, donde otros países están avanzando a pasos agigantados.

Echemos una mirada a un país que ha dado pasos de gigante, y ha pasado de la pobreza y del tercer mundo ha colocarse en un segundo lugar a nivel mundial. Un país donde entre 1958 y 1961 murieron un estimado de 45 millones de personas principalmente por falta de alimentos. La Republica Popular China, a partir de las reformas económicas de 1978 se ha convertido, entre las economías grandes, en la de más rápido crecimiento, ha crecido a una tasa de más de 9% anual durante casi 30 años, se ha convertido en la segunda economía más grande del mundo, después de la de Estados Unidos, en términos del Producto Nacional Bruto y de su poder de compra. Es el mayor exportador del mundo y el segundo importador de bienes.

China se convirtió en el tercer país, después de la Unión Soviética y Estados Unidos en enviar independientemente una misión tripulada exitosa al espacio. Ha sacado de la pobreza a más de 400 millones de personas. Es el ejemplo de desarrollo económico más exitoso en la historia  mundial.

Por supuesto no estamos tratando de comparar a la Republica Popular China, un país con aproximadamente 9.6 millones de kilómetros cuadrados y con 1,336,718,000 habitantes, la mayor población del mundo, con la Republica Dominicana. Lo que queremos destacar son dos conceptos que consideramos de mayor importancia en el cambio originado en China y que le han posibilitado este crecimiento. Dos conceptos que pueden ser aplicados en cualquier país, incluyendo el nuestro.

Según lo resume Fareed Zakaria[1],  en el año 1978, el nuevo jefe del Partido Comunista de China, Deng Xiaoping dió un discurso que resultó ser el más importante en la historia moderna de China. Instó al régimen a enfocarse en el desarrollo económico, y dejar que los hechos-no la ideología-guiara el camino. “No importa si el gato es un gato blanco o un gato negro” dijo Deng “Siempre que pueda atrapar ratones es un buen gato”. Desde entonces China ha hecho solo eso, seguir el camino de la modernización y del pragmatismo.

En segundo lugar China reconoció que el país necesitaba una fuerza de trabajo mejor entrenada  para ascender en la cadena de valor de la economía.  Aumentaron el gasto gubernamental en educación de un miserable 2.8 % del Producto Nacional Bruto en el 2006 al 4% en el 2010.

Con estos dos conceptos como guía y un pacto nacional para fijar la visión del país de largo plazo y los objetivos  y trayectoria de un plan nacional de desarrollo como compromiso de todos los sectores incluyendo los partidos políticos, los sindicatos, sector privado empresarial, cámaras de comercio, organizaciones rurales y campesinas, universidades, sociedad civil y la prensa, se puede hacer el gran cambio. Con un plan de nación el cual se diseñe con la participación sincera, pragmática y objetiva de estos sectores, poniendo en primer lugar el interés del desarrollo económico del país, y no los intereses personales y partidarios, podemos hacer el milagro dominicano sin ser la China ni Irlanda.