Si usted se pone a pensar, este país es ideal para los afortunados que tienen los bolsillos bien buchús de billetes y hermosas cuentas en los bancos nacionales o extranjeros. Esto es así porque todos sabemos que a los ricos –los de verdad, no los que los tratan de imitarlos burdamente – no sólo aceptan, sino que les gusta y hasta exigen que les cobren más caro por las cosas que compran o poseen, pues así se diferencian del resto de los mortales y proyectan su personalidad de elite exclusiva y con mucha capacidad de poder.
Por eso prefieren que sus carros tengan el mayor precio posible y no les importa mucho el millonario costo de sus mansiones, siempre y cuando sean las más grandes, gocen de una buena vista panorámica, una preciosa piscina bien diseñada y puedan dar envidia por toneladas a extraños y amigos. Tampoco se fijan los precios del popular y sufrido pollo cuando van a un supermercado, o envían a su servidumbre, sino que mejor miran si hay filetes de agnus importado, o faisán, que por ser escaso y delicioso, tiene un costo muchísimo más elevado.
Para estos afortunados, el país en que vivimos es el ideal, pues aquí cualquier precio ya sea de un vestido, de un detergente, o un simple chicle, es para ricos o muy ricos. Por eso un par de zapatos llegan a valer el doble que otros iguales de fuera, o una pieza de repuesto para un vehículo tiene tres veces el precio que en el extranjero. Pero, por contraste y de manera curiosa, también es un país ideal para los pobres, sobre todo para los que menos o nada poseen.
Esto así porque sus estructuras, sobre todo administrativas, están tejidas durante siglos para que se aquí se pueda subsistir dentro de las más mínimas condiciones físicas y materiales. Por ejemplo, un señor que apenas tiene dinero para malvivir, que jamás podrá soñar habitar en un apartamento, puede darse el lujo, a su manera, vivir en un ranchito de tablas con techo de zinc en un solar ocupado del estado, sin pagar un solo centavo de alquiler.
Con la luz pasa lo mismo, pues la toma ¨ prestada ¨ del poste más cercano para conectar el tremenda radio, el enorme televisor de pantalla plana y la nevera grandota que le regalaron sus hijos que viven en Boston, y con el agua hace los mismo enganchándose a las tuberías u obteniéndola de la fuente más cercana, claro está, y no a va ser del grupo de los pocos tontos que la pagan.
Tampoco paga nada por la educación de sus hijos y como es pobre, los recaudadores de impuestos ni se le acercan pues donde nada hay, nada se puede sacar, librándose así de la sarta de impuestos que el Estado le exprime a cualquiera que ¨ maneje ¨ un par de pesos en los bolsillos. Y si es lo suficiente listo, que de seguro lo es, se acerca al orilla política ¨ correcta ¨ de cada gobierno, y hasta puede caerle una, dos, o tres tarjetitas de esas llamadas de solidaridad que les alcanzan para el gas o ayudan de laguna manera en la comprita básica de alimentos y hasta su botellita de ron para el juego de dominó.
¿Para quiénes entonces no es ideal este país? pues para los que están en la clase media, que ni tienen tan poco para vivir como los pobres, ni tanto para hacerlo como los ricos. Son los que trabajan asalariados y pagan impuestos vía nómina, o vía dueños de empresas medianas o pequeñas y que soportan sobre sus costillas la mayor parte de los paquetes fiscales venidos y por venir.
Así que ya lo sabe, si usted es de los del medio y tiene la oportunidad de subir al escalón superior, entonces felicidades va a vivir mejor, y si las cosas se ponen malas y le toca bajar de escala social, no se preocupe mucho, ya hemos visto como ser pobre también tiene sus ventajas. Qué razón tenía el señor aquel que dijo eso de que los pueblos no se suicidan.