Dice la prensa que el país ha repatriado, o sea, afuereado, más de 130.000 personas el recién finalizado año 2018, una cantidad muy grande de personas, casi una vez y media más que toda la provincia del Seibo, que intentaban entrar legal o ilegalmente al país, pero que por no tener los papeles necesarios en regla, o por no tenerlos en absoluto, o por sus antecedentes delictivos y otras causas varias propias de las leyes de migración, fueron devueltos a sus correspondientes lugares de origen.
Es curioso e impresiona la cantidad de nacionalidades tan diversas que tienen, cerca de cuarenta, desde Afganistán ¿querrán los afganos vivir más alegres bailando el son y la bachata? desde Suecia ¿vienen a botar nuestro cálido sol por los poros? o desde Vietnam ¿buscarán el sabroso arroz dominicano los lejanos vietnamita? si bien la mayoría de ellos deben provenir del fronterizo y necesitado Haití. A este paso, si se les dejara entrar a todos, tendríamos que poner un muro trumpero -tipo Trump- erigido de columnas rodeando por entero la isla porque, entre los no admitidos y los sí admitidos, en unos pocos años no íbamos a caber tantos bípedos pensantes -por decir cualquier cosa- en un país de pequeña extensión.
Uno se pregunta qué de bueno o de malo tiene este patio tan singular para atraer a tanta gente. Será que tiene el melao tan rico producto de su caña de azúcar. Será por sus buenas cervezas y excelentes rones, será porque el merengue es un ritmo vibrante y contagioso, será porque las mujeres son hermosas, simpáticas y los hombres alegres y dicharacheros, será porque se conduce a lo loco aun habiendo tanta gente cuerda, será porque su clima es un eterno y cálido verano, será por sus playas inigualables en todo el Caribe, será porque las leyes son más flexibles que un chicle ensalivado, será por sus sabrosos sancochos y chicharrones de chuparse los dedos, será por sus hermosos paisajes tropicales, será por la facilidad de embarazar niñas y adolescentes, será porque por cualquier motivo se hace una tremenda fiesta, será porque a las señales de tránsito no se les hace el menor caso.
Será porque los políticos siempre prometen y nunca cumplen, será porque la corrupción ya es una de las identidades nacionales más destacadas, será por la simpatía y acogida sin igual de sus habitantes, será porque es una isla al revés donde lo lógico es ilógico y viceversa, será por el caótico sistema de transporte público, será por los tapones de las ocho de la mañana y las seis de la tarde en cualquier calle o avenida de la capital, será porque con un poco de boroneo todas las cosas, oficiales y privadas, funcionan mejor, será porque una fiesta campestre de ron y puerco asado en la puya es una experiencia inolvidable.
Será porque todavía la familia es un vínculo muy arraigado e importante, será por aquello de al cheque le falta una firma, lo tuyo está caminado y ven a cobrar el próximo lunes, será porque se puede llegar media hora tarde y nadie se molesta y además todos hacen lo mismo, será porque hay buenas oportunidades de negocios limpios o sucios, será porque es un escondite fácil para los perseguidos por las leyes internacionales.
Sea por lo que sea, este país con un 60% de pobres pese a sus grandes crecimientos anuales retóricos del 5%, 6% o 7%, atrae con panal de miel a las abejasa personas que buscan el paraíso idílico para cambiar sus vidas, ya sea para mejor o peor según quieran labrar su propio destino. Se imaginan ustedes que sucedería si en este patio nuestro de cada día si hubiera un poco más de dinero, no demasiado, para los que no lo tienen, porque los otros lo poseen en demasía, y un poco más de vergüenza política que permitiera contar con instituciones más serias y organizadas.
Tendríamos que poner no una sino dos o tres vallas trumpianas, unas detrás de otras porque las caravanas de Centroamérica como las que se han llegado a través de México hasta la misma frontera norteamericana, estarían a la orden del día marchando hacia esta república de melao. Porque de que tiene melao, lo tiene.