NO SÉ si el Libro Guinness de récords mundiales tiene una sección especial para la chutzpah (insolencia, audacia).

Si no es así, debería tenerla. Esa es la única competición en la que podemos llevar a casa unas cuantas medallas de oro.

La primera de ellas, sin duda, sería para Benjamín Netanyahu.

ESTA SEMANA, en la víspera de la primera ronda de negociaciones serias entre el Gobierno israelí y la Autoridad Palestina, Netanyahu hizo dos cosas interesantes: anunció planes para varios grandes proyectos de asentamientos nuevos y acusó a los palestinos de incitación grave contra Israel.

Veamos primero los asentamientos. Según lo explicado por los diplomáticos israelíes a sus colegas estadounidenses, y ha sido repetido por todos los medios de comunicación israelíes, el pobre Netanyahu no tenía otra opción. John Kerry lo obligó a liberar a 104 prisioneros palestinos como una "medida para fomentar la confianza".

Después de una concesión tan trascendental, tuvo que tranquilizar a sus colegas extremistas del Likud y en el gabinete. Un millar de nuevas viviendas en los territorios ocupados (incluida Jerusalén oriental) fue lo mínimo.

El acuerdo para liberar a los presos desencadenó una verdadero sabbath de brujas. Todos los periódicos y programas de noticias de televisión fueron inundadas con sangre ‒la sangre en las manos de los asesinos palestinos. "Asesinos", fue la denominación de rigor. No "luchadores", ni "militantes", ni siquiera "terroristas". Sólo "asesinos", simple y llanamente.

Todos los prisioneros que serán liberados fueron condenados antes de la firma del acuerdo de Oslo, lo que significa que han estado en prisión durante no menos de 20 años. La probabilidad de que participen en futuras actividades sangrientas debe ser mínima.

Algunas de las familias de las víctimas llevaron a cabo protestas tormentosas, con las manos ensangrentadas y banderas manchados de sangre. Los medios de comunicación competían entre sí en la publicación de fotografías de las madres llorando (la TV adora a las mujeres llorando), agitando las fotos de sus hijos muertos y espeluznantes descripciones de los ataques en los que murieron. (Algunos de los cuales fueron atroces, sin lugar a dudas.)

Sin embargo, no hace mucho tiempo, Netanyahu acordó liberar a más de un millar de presos a cambio de un soldado israelí capturado. Esto significa que un solo soldado israelí es diez veces más valioso que las posibilidades de paz.

La liberación actual bordea lo grotesco. Con el fin de evitar las fotos en los periódicos de la mañana de la entusiasta recepción de los prisioneros por parte de sus familias, la liberación real de los primeros 26 prisioneros tuvo lugar después de la medianoche, bajo un manto de misterio, que nos recuerda el pasaje bíblico en el que David lloraba por Saúl, muerto en la batalla con los filisteos: "No lo digas en Gath, no lo publiques en las calles de Ascalón (ambas ciudades filisteas), para que las hijas de los filisteos no se alegren, para que las hijas de los incircuncisos no triunfen", (II Samuel 1).

¿Es que todo esto da testimonio de un ambiente de paz en la víspera del proceso de paz? Espere, que hay más.

EL DIA que se anunciaron los nuevos proyectos de asentamientos, Netanyahu le disparó a John Kerry una furiosa protesta contra la actual "incitación" palestina contra Israel. Esta misiva podría interesar a los jueces del récord “Chutzpah” de Guinness.

La prueba principal de la perfidia de Mahmoud Abbas ‒en la carta de Netanyahu‒ es un texto en el que un funcionario palestino menor pedía de un Estado palestino "desde Rosh Hanikra hasta Eila”. Rosh Hanikra (Ras Naqura, en árabe) se encuentra en la frontera con el Líbano, por lo que este estado incluiría todo Israel. Además, durante un evento de fútbol en Ramala se escucharon gritos en contra de Israel.

Horrible, sencillamente horrible. Kerry debería saltar furioso de su asiento. Si no fuera por el hecho de que casi todos los miembros principales del Likud proclaman que toda la Palestina histórica pertenece a Israel, y que Naftali Bennett, uno de los pilares de la coalición de gobierno de Netanyahu, acaba de anunciar que los palestinos "puede olvidarse de" un Estado palestino.

Eso, por no hablar de un tal Daniel Seaman, el exdirector del Ministerio de Explicación (ese es su nombre real, yo no lo inventé. Los israelíes no hacen propaganda, Dios no lo quiera. Seaman acaba de ser nombrado para la oficina de Netanyahu a cargo de "explicar" en el Internet).

Esta semana se publicó un mensaje en Facebook dirigido a Saeb Erekat, el jefe de la delegación palestina en las conversaciones de paz, diciéndole que "se vaya a la m…". Para la declaración teológica de la Iglesia de Escocia, de que los judíos no tienen ningún derecho especial en Palestina, publicó la respuesta: "No importa un [obscenidad] lo que dice."

Este genio de las relaciones públicas está creando un grupo clandestino de jóvenes universitarios israelíes, al que se le pagará por inundar las redes sociales internacionales con material “explicativo” del Gobierno.

En cuanto a los aficionados al fútbol, el estadio de Betar, que está vinculado con el Likud, en cada partido resuenan gritos de "¡Muerte a los árabes!" '

Así que, ¿por quién doblan las campanas? Al parecer, no por la paz.

UNO DE los problemas es que absolutamente nadie sabe lo que realmente quiere Netanyahu. Tal vez, ni siquiera él mismo.

El primer ministro es actualmente la persona más solitaria en Israel. No tiene amigos. No confía en nadie, y nadie de los que lo rodean confía en él.

Sus colegas en el liderazgo del Likud lo desprecian abiertamente, lo ven como un hombre sin principios, sin columna vertebral, cediendo a todas las presiones. Esta parece haber sido la opinión de su difunto padre, quien alguna vez declaró que Benjamín sería un buen canciller, pero realmente no un primer ministro.

En el gobierno está bastante solo. Primeros ministros anteriores tenían un grupo cercano de ministros con los que consultaban. Golda Meir tenía un “gabinete de cocina”. Netanyahu no tiene ninguno. Él no consulta con nadie. Anuncia sus decisiones y eso es todo.

En periodos anteriores él tenía, por lo menos, un grupo de confidentes en su oficina. Estos funcionarios han sido descartados, uno a uno, por Sarah, su mujer.

Así que, como nos recordaba un comentarista esta semana, este hombre solo, sin la ayuda de un grupo de confianza, de asesores, expertos o confidentes, está llamado a decidir, casi por sí mismo, el destino de Israel para las generaciones venideras.

ESTO NO habría sido tan peligroso si Netanyahu hubiera sido un Charles de Gaulle. Por desgracia, no lo es.

De Gaulle fue una de las figuras más destacadas del siglo XX. Frío, distante, arrogante, intensamente rechazado por el resto de los líderes del mundo, este general de extrema derecha tomó la histórica decisión de renunciar al enorme país de Argelia, cuatro veces más grande que la Francia metropolitana.

Argelia, hay que recordar, no era oficialmente una colonia, ni un territorio ocupado, sino, propiamente, parte de Francia. Había estado bajo dominio francés desde hacía más de un siglo. Más de un millón de colonos la veían como su patria. Sin embargo, De Gaulle tomó la decisión por sí solo de renunciar a ella, poniendo su vida en grave peligro.

Desde entonces, los izquierdistas israelíes han anhelado "un De Gaulle israelí", que haría el trabajo por ellos, de acuerdo con el viejo dicho hebreo de que "la obra del justo la hacen los demás" ‒los “demás”, se supone, significa personas que no son tan justas.

Existe, por supuesto, una diferencia importante. De Gaulle fue apoyado por sus aliados conservadores, los magnates de la economía francesa. Estos capitalistas sobrios vieron cómo los alemanes se estaban apoderando de la economía de Europa, que estaba en el proceso de unificación, mientras que Francia estaba perdiendo sus recursos en una guerra colonial cara, totalmente inútil, en el norte de África. Querían deshacerse de ella tan pronto como fuera posible, y De Gaulle era el hombre.

Netanyahu está tan cerca de los magnates israelíes como De Gaulle de los suyos, pero a los magnates israelíes la paz les importa un comino. Esta actitud puede cambiar, si es que la deslegitimación de Israel se convierte en una pesada carga económica.

En este contexto, el boicot impuesto por la Unión Europea contra los productos de los asentamientos puede ser un presagio de lo que vendrá.

Por cierto, la petición presentada por mí y Gush Shalom en la Corte Suprema de Justicia, en contra de la nueva ley para penalizar a los defensores de un boicot de los asentamientos, se escuchará en el próximo febrero. El tribunal, obviamente, está aplazando esta papa caliente. Pero nos hizo un cumplido único: "Avnery contra el Kneset" será escuchada por nueve jueces supremos, casi todos los miembros de la Corte.

ASÍ QUE, ¿es serio este "proceso de paz"? ¿Qué quiere Netanyahu?

¿Quiere entrar en los libros de historia como el "De Gaulle israelí?" ¿El iluminado líder sionista que puso fin a 120 años de conflicto?

¿O es sólo otro tipo listo que está haciendo un movimiento táctico para evitar una pelea con EE.UU. y detener el proceso de deslegitimación, al menos por un tiempo?

Tal como se ve ahora, de Gaulle puede relajarse en su cielo. No tiene ningún rival a la vista.

No hay el más mínimo indicio de orientación hacia la paz. Todo lo contrario. Nuestro gobierno está usando el nuevo "proceso de paz" como una cortina de humo detrás de la cual el buldózer de los asentamientos está trabajando a tiempo completo.

El Gobierno condena la resolución de boicot de la UE, puesto que “perjudica el proceso de paz”. Rechaza todas las demandas de congelación de los asentamientos, porque esto "obstaculiza el proceso de paz". Invierte cientos de   millones en asentamientos que, bajo cualquier acuerdo de paz imaginable tendrían que ser evacuados porque, al parecer, son favorables para la paz.

Entonces, ¿hay alguna esperanza? Es hora de citar de nuevo el refrán yiddish: "Si Dios lo quiere, hasta un palo de escoba puede disparar"