Más que un anacronismo, construir un muro en la frontera sería retroceder a los tiempos en que reinaba la barbarie, cuando hordas salvajes arrasaban con todo a su paso.
Hace más de 2,500 años que pueblos bárbaros la emprendieron contra los chinos, que se defendieron construyendo una muralla, de la que aún hoy día quedan vestigios.
Cuando los corsarios ingleses William Penn y Robert Venables asolaban por esta parte del mundo, a mediados del siglo XVII, las autoridades coloniales "doblaron el pulso" a la monarquía española, y se erigió la muralla de la entonces ciudad de Santo Domingo (que tardó dos siglos en concluirse), de la que también quedan reminiscencias, aunque luce muy abandonada.
Hoy día, esta muralla debería ser un atractivo turístico, aunque no tanto como lo es la que se extiende por más de 8 mil kilómetros del territorio chino.
Los problemas que están latentes entre República Dominicana y Haití obligatoriamente deben tener solución, sin que para ello tenga que erigirse un muro de varios metros de altura entre ambos pueblos.