La falta de oportunidades en la zona fronteriza ha provocado una migración de sus pobladores hacia el centro y la parte oriental del territorio nacional de una intensidad no similar a la inmigración haitiana hacia esta parte de la isla, pero sí tan perjudicial como ésta a los esfuerzos por defender nuestra integridad territorial. El abandono por décadas de esas provincias es, probablemente, la causa de la debilidad que ha permitido una inmigración ilegal frente a la cual no ha habido resistencia real alguna.
Por eso he venido sosteniendo que el muro más sólido que podríamos construir para detener el éxodo masivo haitiano hacia suelo dominicano, sería una muralla de oportunidades, que estimule el regreso de los que se han movido de allí a causa de la falta de empleo y de futuro. No sugiero que una verja a lo largo de la frontera no sea necesaria para contener la avalancha ilegal haitiana. Pero sí es evidente que un muro físico, como el que se propone, no sería suficiente.
Es preciso, por tanto, que el crecimiento económico nacional se refleje en la frontera. Necesitamos un esfuerzo masivo oficial y privado para dotar a las provincias fronterizas de ofertas de empleo, que le dé un mayor sentido a la vida en esa importante región, donde nace la nación dominicana.
Todo el poder disuasivo del ejército y la policía no será capaz de detener la ola de inmigrantes que sigue desbordando nuestra capacidad para asimilarla. Si seguimos ignorando esa realidad podría llegar, mucho antes de lo que imaginamos, el momento en que ya no tendríamos ni tiempo ni capacidad para construir ese muro de contención que solo la repoblación dominicana de la frontera podrá conseguir.
Ese y no otro es el muro que verdaderamente necesitamos. Hablo de empleos, buenas escuelas, universidades, hospitales, etc. Los demás que puedan erigirse serán solo simples obstáculos físicos.