EXISTEN DOS opiniones diferentes sobre Benjamín Netanyahu. Es difícil creer que se refieran a la misma persona.
Una es que Netanyahu es un político superficial, carente de ideas y convicciones, que se lleva únicamente por su obsesión por mantenerse en el poder. Este Netanyahu tiene buena voz y talento para hacer discursos superficiales en la televisión, discursos carentes de contenido intelectual, y eso es todo.
Este Netanyahu es altamente (una palabra hebrea inventado casi exclusivamente para él) “presionable”, un hombre que va a cambiar sus puntos de vista de acuerdo con la conveniencia política, negando en la noche lo que dijo en la mañana. No se debe confiar en ninguna de sus palabras. Mentirá y engañará en cualquier momento con el fin de asegurar su supervivencia.
El otro Netanyahu es casi exactamente lo contrario. Un patriota de principios, un pensador serio, un hombre de Estado que ve el peligro más allá del horizonte. Este Netanyahu es un orador dotado, capaz de conmover al Congreso de Estados Unidos y al pleno de la ONU, admirado por la gran masa de los israelíes.
¿Cuál de estas descripciones es cierta?
Ninguna de las dos.
SI ES cierto que el carácter de una persona está determinado por su infancia, debemos examinar los antecedentes de Netanyahu para poder entenderlo.
Creció a la sombra de un padre fuerte. Benzion Millikowsky, quien cambió su nombre extranjero al Netanyahu hebreo, era una persona muy dominante y muy infeliz. Nacido en Varsovia, entonces una ciudad de provincias bajo el Imperio Ruso, emigró a Palestina siendo un hombre joven, estudió historia en la nueva Universidad Hebrea de Jerusalén y aspiraba a convertirse en un profesor allí. Pero no fue aceptado.
Benzion era hijo de un partidario temprano de Vladimir (Zeev) Jabotinsky, el líder sionista de extrema derecha. Heredó de su padre una perspectiva muy extremista, y la traspasó a sus tres hijos. Benjamín era el segundo. Su hermano mayor, siendo todavía un niño lo llamaba “Bibi”, y el mote infantil se le pegó.
El rechazo de Benzion por la prestigiosa y joven Universidad Hebrea lo convirtió en un hombre amargado, una amargura que duró hasta su muerte en 2012, a la edad de 102 años. Estaba seguro de que este rechazo no tenía nada que ver con su titulación académica, y pero sí con sus opiniones ultranacionalistas.
Su sionismo extremo no impidió que dejara Palestina y buscara su suerte académica en Estados Unidos, donde una universidad de segunda clase le dio una cátedra. El trabajo de su vida como historiador refiere el destino de los judíos en la España cristiana medieval: la expulsión y la inquisición. Esto generó en él una visión del mundo muy tenebrosa: la convicción de que los judíos siempre serán perseguidos, que todos los Goyim (los no judíos) odian a los judíos; que una línea recta conecta el auto de fe de la Inquisición española con el Holocausto nazi.
Durante años, la familia Netanyahu iba y venía entre EE.UU. e Israel. Benjamín creció en “América”, y adquirió un perfecto “inglés americano”, esencial para su futura carrera; estudió y se convirtió en un vendedor. Su talento evidente para esta profesión atrajo a un ministro de Relaciones Exteriores del Likud, quien lo envió a la ONU como portavoz israelí.
BENZION NETANYAHU no sólo era una persona muy amarga, que acusó al sistema académico sionista e israelí de no reconocer su estatura académica. También era un jefe de familia muy autocrático.
Los tres chicos Netanyahu vivían en el temor constante al padre. No se les permitía hacer ruido en su casa mientras el Gran Hombre trabajaba encerrado en su estudio. No se permitía traer a otros niños a la casa. La madre estaba completamente dedicada a su marido y le servía en todos los sentidos, sacrificando su propia personalidad.
En cada familia, el segundo hijo de tres está en una posición difícil. No es admirado como el mayor, ni se es indulgente con él como con el más joven. Para Benjamín esto fue especialmente difícil, debido a la personalidad del mayor.
Yonatan Netanyahu (ambos nombres significan “Dado por Dios”) parece haber sido un niño especialmente bendecido. Era guapo, talentoso, muy querido, incluso admirado. En el ejército se convirtió en el comandante de la venerada Sayeret Matkal ("Unidad de Comando del Personal General), la élite de la élite del Ejército.
Como tal, fue el comandante de tropas terrestres tierra de la audaz incursión comando Entebbe de 1976 en Uganda, que liberó a los pasajeros cautivos de un vuelo secuestrado por guerrilleros palestinos y alemanes en camino hacia Israel. Yonatan murió y se convirtió en un héroe nacional. También era adorado por su padre, quien nunca aceptó del todo las cualidades de su segundo hijo.
Entre su padre, el amargado gran pensador, y su hermano mayor, el héroe legendario, Benjamín creció como un chico tranquilo, pero muy ambicioso, en parte israelí y en parte estadounidense.
Trabajó durante algún tiempo como vendedor de muebles, hasta que fue descubierto por el ministro de Relaciones Exteriores de extrema derecha del Likud, Moshe Arens.
Entre su obsesiva necesidad de ganarse la aprobación de su padre y de ser visto igual a su hermano glorioso, se forjó el carácter de Netanyahu. Su padre nunca lo apreció gran cosa, y una vez dijo que sería un buen ministro de Relaciones Exteriores, pero no un primer ministro.
Como hijo de su padre, Netanyahu incitó al pueblo israelí contra Yitzhak Rabin después del Acuerdo de Oslo y fue fotografiado en el balcón del orador durante la manifestación en la que se mostraba un ataúd simbólico de Rabin. Poco después, cuando Rabin fue asesinado, él negó toda responsabilidad.
El sucesor de Rabin, Shimon Peres, fracasó estrepitosamente, y Netanyahu se convirtió en primer ministro. Fue una catástrofe total. La noche después de las elecciones siguientes, cuando estaba claro que él había perdido, la multitud se trasladó a la plaza central de Tel Aviv (que ahora lleva el nombre de Rabin) en una manifestación espontánea de alegría, como cuando la liberación de París.
Su sucesor, Ehud Barak, del Partido Laborista, no tuvo mejor suerte. Un exjefe del Estado Mayor, admirado por muchos y sobre todo por él mismo, obligó al presidente Bill Clinton a convocar una conferencia de paz entre israelíes y palestinos en Camp David. Barak, que era bastante ignorante de las actitudes palestinas, fue allí a imponer sus términos y se sorprendió cuando fueron rechazados. De regreso en casa, declaró que los palestinos querían arrojarnos al mar. Al oír esto, el público lo echó y eligió al duro general de extrema derecha Ariel Sharon, el fundador del Likud.
Netanyahu se convirtió en Ministro de Hacienda. Como tal tuvo bastante éxito. La aplicación de la doctrina ultra-capitalista neoliberal que había inhalado en EE.UU., hizo a los pobres más pobres y a los ricos más ricos. Pero a los pobres parecía gustarle.
Sharon fue el padre de los asentamientos en Cisjordania. Para fortalecerlos, decidió abandonar la Franja de Gaza, con sus pocos asentamientos, que constituían un lastre desproporcionado para el ejército. Pero su retirada unilateral de la Franja de Gaza conmocionó al campo derechista. El anciano Netanyahu calificó la medida como un “crimen contra la humanidad”.
Impaciente con la oposición, Sharon dividió el Likud y fundó su propio partido, Kadima (Adelante). Netanyahu volvió a ser el líder del Likud.
Como de costumbre, tuvo suerte. Sharon sufrió un derrame cerebral y cayó en coma, del que nunca se recuperó. Su sucesor, Ehud Olmert, fue acusado de corrupción y tuvo que renunciar. Quien seguía en la fila, Tzipi Livni, era incompetente e no fue capaz de formar un gobierno, a pesar de que contaba con todos los ingredientes.
Netanyahu, el hombre que fue expulsado sólo unos años antes por las masas entusiastas, regresó como un emperador. Una vez más las masas lo vitorearon. A Shakespeare le habría encantado.
DESDE ENTONCES, Netanyahu ha sido elegido una y otra vez. La última ocasión fue una clara victoria personal. Venció a todos sus rivales de la Derecha.
Entonces, ¿quién es este Netanyahu? Contrariamente a la opinión popular, él es un hombre de creencias muy fuertes, las creencias de su padre de extrema derecha. El mundo entero está ahí esperando liquidarnos, en todo momento; necesitamos un estado poderoso para defendernos; toda la tierra entre el Mediterráneo y el Jordán nos fue dada por Dios (si existe o no). Todo lo demás son mentiras, subterfugios, tácticas.
Cuando, en un famoso discurso en la Universidad Bar-Ilan, cerca de Tel Aviv, Netanyahu abrazó el principio de “dos estados para dos pueblos”, los que lo conocían no podían menos que sonreír. Era como si él hubiera recomendado el consumo de carne de cerdo en el Yom Kippur.
Lanzó esta declaración ante los ojos de los ingenuos estadounidenses y dejó que su ministro de Justicia, Tzipi Livni, encabezara interminables negociaciones con los palestinos, a los que él desprecia.
Cuando parecía que las negociaciones se acercaban a algún objetivo, rápidamente sacaba otra condición, como la demanda ridícula de que los palestinos reconozcan a Israel como el Estado-nación del pueblo judío. Por supuesto, él no soñaría con reconocer los territorios palestinos como Estado Nación del pueblo palestino, un pueblo que en realidad él no cree que exista.
En vísperas de las últimas elecciones, es decir, ahora, Netanyahu anunció que no habría un estado palestino mientras él estuviera en el poder. Cuando los estadounidenses protestaron, él se refutó a sí mismo. ¿Y por qué no? Al igual que su predecesor del Likud, Yitzhak Shamir, dijo la famosa frase: “Está permitido mentir por la Patria”.
Netanyahu mentiría, engañaría, se refutaría a sí mismo, crearía falsas banderas ‒todo con el propósito de lograr su único objetivo real: la “Roca de Nuestra Existencia” (como adora decir), la herencia de su padre: el Estado Judío, desde el mar hasta el río.
EL PROBLEMA es que en esta zona los árabes ya son la mayoría, una pequeña mayoría, pero que tiende a crecer de manera constante.
Es imposible un estado judío y democrático en todo el país. Un chiste popular dice que esto es demasiado “incluso para Dios”. Así que Él decretó que tenemos que elegir dos de los tres atributos: un estado judío y democrático en parte del país, un estado judío en todo el país que no será democrático, o de un estado democrático en todo el país que no sea judío.
La solución de Netanyahu para este problema es ignorarlo. Seguir adelante, incrementar los asentamientos, y concentrarse en el problema inmediato: instalar su cuarto gobierno y planear el quinto, dentro de cuatro años
Y, por supuesto, demostrarle a su padre, que lo está mirando desde el cielo, que después de todo el pequeño Bibi, su segundo hijo, es digno de él.