Decir lo que no escapa a su presencia; de nuevo muerte de la vida, espacios tensiones, geologías nocturnas, elementos y guerras de gigantes, larvas y bestiarios sin vida ni forma sigilosa. Borges. Dostoievski, Dante, San Patricio. La piadosa Marta: Miriam, Egeria, la Santa de Bizancio. Todos en el más allá de la pregunta. No hay éxodo, no hay génesis, no hay iglesias rescatadas, ni guerras, ni tumbas, ni perfiles luminosos. Es lo que perdemos cada día:
Lenguas vivas, dormidas, suspendidas, expulsadas del mundo. Capturadas texturas y capas de silencios ya negadas por otras fuerzas terrenales.
¿Qué hay debajo del mar, de los océanos, debajo de todos los cementerios del planeta? Un humor geológico, una geografía de huesos y tormentos; polvo y residuo de cuerpos disueltos como vida, forma y nombre. La rosa negra y destructora busca-no-busca su presa; está petrificada, perpleja en nombrada y “nombrosa” huella; no pierde su valor si es encontrada; su soledad es un hueco gigantesco impronunciable, ilegible como nombre y punto. Todo lo que se ha consumado absorbe su lugar. Su gesto cadavérico no anuncia otra cosa que ironía, conjunción de origen y final, pero también, la vida a oscuras de ciegos y dormidas sombras, amarguras del no-ser, diálogo trunco. Invertebrado. Sin edad ni tiempo.
Brujas como malas lenguas aparecen en ciudades subterráneas. En tugurios tranquilos. En quieta y sonora nombradía. No escapas al azar. No te llamas. No te llaman, sin sexo, ni pulso, ni costumbre ya de ser. El cuerpo oscuro se convierte en cuerpo claro de repente. Hueso de claridad en tumba y órgano. Falible. Infalible. Así es la subida y el descenso de la piel. La cáscara de un cuerpo lejano. Dilatado el orbe, la semilla, el tubérculo que habla por sus hilos, huesos vegetales y nudos. No cesan de salir. Empujan tierra, piedra y agua. Polos que dialogan a lo interno del planeta; expresión que anuncia, se convierte en mensaje y tono del subsuelo. Todo lo que resiste al tiempo, a la ceguera.
Masa y volumen. Poder y sombra soterrado en la memoria. Se extiende el forúnculo geológico del cuerpo suspendido. Filigrana que nutre la raíz, la fiebre del gusano y la culebra escondida en el silencio de la escala terrestre que mide, posiciona, lame número y especie. El viaje no pierde su premura, más bien se busca en los surcos del camino, donde los vínculos renacen.
Punta.
Codo.
Labio.
Superficie.
Geografía.
Es. Ser. No-ser. Pregunta. Forma de un espacio disoluto y grave.
Todo lo que ocurre en el instante visibiliza el sueño numinoso de la especie. Como el ente es huella, permite su relato, y así-toda-presencia-será encontrada-en-la-dimensión-posible-del-deseo. Logos desatado. Deseable forma de un espacio que pronuncia sus encuentros en el centro mismo de la esfera clásica, moderna y terrenal del mundo y la memoria.
El cuerpo se abre al orificio del día, de la noche temeraria
que no cesa de avanzar. La voz del otro se encuentra
en el destierro, en la venganza, en el enorme abismo
de la nada. El centro de gravedad de la mirada
pulsa toda huella de amor y odio; amor en odio,
amor terrestre, mineral; amor de nuestra sangre:
latencia insistente que exalta el ojo de la carne;
estado de presencia y vendaval que arropa tiempo.
Línea y borde. Todo se concentra en velo, cisma y movimiento circular.
Lo que expulsa sombra no es solo tierra o mansedumbre.
Tubérculos y especies subterráneas aspiran células, filigranas y formas nucleares. Células vivas y células muertas.
Heliolatría. Sexolatría. Idolatría. Insulatría. Todo se hace latría. Adoración de cuerpos y sombras; historias profanas donde el humo surge y vuelve a la tierra. Sombras y arrebatos que hablan y trascienden superficies. Sería necesario el rescate de viejos cuadernos con apuntes y notas. Con infantiles garabatos y señales. Leemos esta historia de palabras y silencios en muchas partes del planeta. En bibliotecas soñadas, naufragadas; en augurios y rostros exhumados y lejanos. Es el mito del hongo y la corteza. Salen desde la sombra serpientes, anfisbenas, quimeras, cocorólogos, pulpos, peces voladores, perros rabilargos, cerdos voladores, caballos de seis patas, calandrias venenosas, liebres tormentosas, ranas mitológicas y otras entidades zoológicas y botánicas pertenecientes a un bestiario fantástico surgido de sueños milenarios.
Si la vena femoral se rompe, la palabra es la sangre que pierde su sendero. Nuevos pedimentos para el cuerpo. Lo que es la historia interna del organismo y sus funciones. Alteridad de pulso que desteje el movimiento; circulación que arroja datos para volver al orden. Suspensión de cuerpos que crean anomalías sórdidas. De ahí los choques fisiológicos del cuerpo en diversos puntos del organismo. Visión que propicia el dictum orgánico a través de los viaductos del organismo, tal y como podemos reconocer en los síntomas que arrastran la vida interna del cuerpo. El ritmo que marca la frecuencia del elemento dinámico dirigido por conductos cercanos a la experiencia de cambio del organismo. Interioridad y exterioridad, ambas justificadas por la acción y el ritmo propiciador de la trama vital del cosmos. Táctil, sensible, vivaz está la danza del deseo.