La República Dominicana atraviesa un momento crítico en lo que se refiere a la calidad y cantidad del agua necesaria para el consumo humano y para sostener las actividades comerciales y recreativas propias del recurso. El abuso histórico a que han sido sometidas las aguas nacionales nos ha dejado, en pocas palabras, con fuentes acuíferas escasas, contaminadas y disminuidas, en su cantidad y calidad. Ante esta situación de emergencia, que tiende al deterioro progresivo, estamos conminados a ser creativos y proactivos en la elaboración de proyectos que incentiven la educación, regulación  y responsabilidad del Estado, los inversionistas y particulares, a fin de restaurar y mantener la integridad química, física y biológica de nuestras aguas.

Nuestra falta de atención al agua es histórica; de hecho, se ha acuñado la frase por la que se nos define como “un país costero, que vive de espalda al mar”. Para el siglo dieciocho M. L. Moreau de Saint-Mery, en su “Description Topographique et Politique de la Partie Espagnole de L’isle Saint-Domingue”, nos refiere que “nadie se ha ocupado bastante en Santo Domingo de este fluido, que influye sobre la salud del hombre y por consiguiente sobre la duración de la vida”. Ahora, cuando la escasez, el deterioro y la contaminación son una realidad insoslayable, presente en la cotidianidad de una parte importante de nuestra población rural y urbana, es el momento de modificar esta actitud histórica en beneficio de todos.

Urge la presentación y aprobación de una verdadera ley de aguas de la República Dominicana; pero no un proyecto como el que actualmente reposa en el Congreso Nacional, que parece haber sido redactada con propósitos coyunturales, poniendo más atención a las instituciones rectoras y aspectos puramente filosóficos, que a las prioridades. En cambio, necesitamos un texto legal de amplio consenso, que plantee objetivos claros; imponga estándares de calidad, con metas alcanzables en el tiempo; que imponga sanciones serias a los violadores, empoderando a las comunidades en la defensa de sus recursos y sobre todo, que obedezca a un plan general de políticas públicas, coherente con la Constitución y la Ley General sobre Medioambiente y Recursos Naturales (No. 64-00 del 18 de julio del 2000).

Entendemos que la aplicación de una norma como la propuesta puede representar un reto importante para un Estado e industrias que han operado, casi en su generalidad, de forma irresponsable frente a nuestros recursos acuíferos; sin embargo, si se aspira a un proceso exitoso, el mismo debe ser enfocado más que como una traba al desarrollo y la industria nacional, como una oportunidad para la inversión local y extranjera, que puede encontrar oportunidades frescas tanto en las áreas de nuevas tecnologías, como en la ingeniería, educación y consultoría.

Así mismo, resulta de vital importancia que se trate de un proceso incluyente, donde se involucre activamente a todas las partes afectadas, a fin de que los mismos, no sólo comprendan la importancia de la misión emprendida; sino también, para que perciban e interioricen el valor del recurso protegido, haciendo suyo el proceso.

Todos los elementos están dados para que los dominicanos nos aboquemos a hacer realidad la Ley de Aguas; en apoyo de esta afirmación, tan sólo hay que observar el deterioro en el que se encuentran las principales fuentes de agua en nuestro país, muchas de las cuales han desaparecido completamente y otras dan la impresión de cementerios acuáticos, a juzgar por su hedor y apariencia. Nuestras imágenes de viajes familiares dan fe de la alegría y orgullo con las que disfrutamos y mostramos los bellos balnearios y caídas de agua que aún nos quedan, en contraste a la tristeza con la que nos referimos a aquellos lechos de piedra y arena donde alguna vez corrió un río cristalino, que sólo queda en los recuerdos de no tan viejas fotos.

Acudir al llamado de emergencia que nos hacen nuestras fuentes acuíferas es una responsabilidad impostergable sobre los hombros de todos los dominicanos. El tema no es tan simple como las cinco letras de la palabra agua, se trata de mucho más; cuando decimos “agua” realmente estamos hablando de salud, alimentación y recreación sana para todos, así como para nuestras futuras generaciones.