En los últimos días hemos sido testigos de una violencia rampante y brutal que ha invadido nuestra sociedad, en un corto periodo menor a 72 horas, seis personas han muerto en una forma violenta, el asesinato de dos miembros del Partido de La Liberación Dominicana ocurrido durante las elecciones primarias de ese partido el pasado domingo 13 de diciembre y este fatídico martes que nos trajo el asesinato del señor Antonio Castillo ultimado de dos disparos en la ciudad de Santiago originado por un accidente de tránsito, trayéndonos también la trágica noticia de la muerte del alcalde de Santo Domingo Este, Juan de los Santos, su custodio Archie de Jesús Medina y la muerte del autor de ambos homicidio y suicidio Luis Esmerlin Feliz, acto que aparentemente obedeció supuestamente a una deuda monetaria y un embargo, hechos que han consternado la sociedad dominicana, lo que ha dejado al descubierto la situación de antivalores reinantes, una tragedia que nos exige reflexionar hacia dónde vamos como sociedad.

Definitivamente nuestra sociedad está enferma y a diario observamos los síntomas que se manifiestan en conductas antisociales, tales como las violaciones sexuales, abuso sexual de menores, feminicidios, asaltos, Robos, crímenes, pandillerismo, sicariato ligado al tráfico de drogas, y acciones criminales dirigidas a la eliminación física de personas por encargo. Todos acompañados con un alto índice de violencia y un marcado aumento de las adicciones, vicios de consumo y trastornos de valores ético- morales tales como corrupción, impunidad, complicidad y una resultante crisis de valores compleja con ribetes anárquicos, es tal la crisis de valores, descomposición individual y social que nos afecta que no solo es vergonzoso sino lastimero.

Pero como sociedad tenemos que revisarnos y preguntarnos a dónde hemos llegado y dónde vamos a llegar. Es evidente en nuestra comunidad la pérdida del concepto de valorización de la vida humana y falta de compasión frente al dolor de otros, pareciera que hemos perdido la capacidad de asombro, tenemos que revisarnos como sociedad y preocuparnos por esta descomposición espiritual y social resultante de las grandes necesidades, falta de oportunidades y la deuda social acumulada que nuestro sistema ha creado.

El hombre dominicano no debe ni puede permanecer indiferente frente a esta irracionalidad individualista que nos afecta, el solo hecho de ser hombre le plantea un dilema frente a otros humanos y no puede permanecer apartado frente a la dicotomía existente entre su espiritualidad humana y las demandas de una sociedad consumista y un capitalismo brutal alienante.

Después de analizar este estado de cosas, nos toca reflexionar y preguntarnos, ¿qué se podría hacer frente a una sociedad que parece enfilándose a un estado agónico?; ¿cómo rescatar valores y virtudes extraviados, ¿cómo encontrarlos y hacer de nuestra sociedad, una saludable y virtuosa? Creo que es la responsabilidad de todos el reflexionar y buscar formas de cómo cambiar todo este malestar que resulta en una sociedad enferma que contribuye al individualismo ególatra y antihumano enfrentándonos en una lucha fratricida de unos contra otros, en una carrera de competencia y rivalidad sin final, donde no habrá perdedores ni ganadores, pero sí heredaremos una sociedad dividida por afanes de lucro y fiebre de adquisición.

El futuro del país depende de la educación y formación de nuestros jóvenes pues ellos son los llamados a continuar, mejorar o cambiar las ideas y valores existentes heredadas de nuestros antepasados, es deber de la generación presente y las venideras el dirigir los destinos de la nación hacia una colectividad más justa y equitativa.

Precisamos evaluar las superestructuras actuales y nuestra orientación social, es hora de rescatar nuestros valores superiores y es deber de todos lograr una sociedad con valores virtuosos con un carácter social más saludable y humano y detener este tipo de comportamiento irracional y agresivo que ha consternado y llenado de dolor y luto la Nación Dominicana.