Algunos rasgos del paisaje urbano de la Ciudad Primada de America deben cambiar. Un ejemplo es la desproporción del estatuario en favor de figuras históricas extranjeras, apocopando la gloria de los iconos nativos. De mayor trascendencia es que, por razones diversas, algunos parques no cumplen con su misión esencial de vivificar el espíritu y brindar solaz esparcimiento. El caso del Parque Independencia es el que más ofende los sentidos. La haragana configuración de su entorno, traducida a una grotesca encerrona de sus encantos, constituye un mudo pero flagrante atentado a la libertad que su nombre insinúa.
Del francés parc, en el contexto urbano un parque es una porción de terreno que está destinada a árboles, jardines y césped para la recreación o el descanso. Es un espacio público al cual pueden acceder cualquier visitante, siendo las autoridades municipales (o nacionales) las responsables de su diseño y mantenimiento. En general, los parques constituyen los principales espacios verdes dentro de una ciudad y cumplen una benéfica misión de generar oxígeno. Suelen incluir fuentes, bancos para sentarse, bebederos, juegos infantiles, áreas para la práctica deportiva, senderos, baños públicos y otras comodidades. Su principal servicio es el recreativo, por lo cual sus facilidades deben estar de acuerdo con las necesidades y gustos de los posibles usuarios.
La salud física y mental que se deriva de la visita a los parques es bien reconocida. Un observador cubano los concibe como rediles de pureza: “La limpieza del entorno y la atmósfera apacible imponen respeto, atenúan la agresividad, la violencia y el afán depredador. Lo hermoso no requiere ostentación. Nace de la armonía entre lo humano y cuanto lo rodea. Produce el bienestar de los más pequeños que juegan en un parque bien cuidado y se reproduce en los ancianos que los contemplan al atardecer, sentados en un banco.” De esa correcta concepción de lo que debe ser un parque se deriva la conclusión de que nuestro Parque Independencia incumple su rol de promotor de nuestra nacionalidad porque le niega a la ciudadanía el acceso a sus facilidades y potenciales servicios. Peor aún, niega el acceso a sus extraordinarias reliquias históricas.
La historia misma del Parque se ha encargado de convertirlo en un lugar venerable. Hacia 1880 el lugar paso a ser una plaza de toros y no fue hasta el 1912 que fuera convertido en un parque. El 27 de febrero de 1933, por órdenes de Trujillo su puerta principal es llamada Puerta 27 de Febrero, en homenaje a todos los febreristas. En 1935 la puerta es declarada por el Estado como Monumento Nacional Dominicano y, por la Ley No. 1185 del 1936, le fue otorgado el nombre de Altar de la Patria. En 1943 se trasladaron a ella, desde la Capilla de los Inmortales de la Catedral de Santo Domingo, los restos de los tres Padres de la Patria, siendo ratificada como Altar de la Patria por la Ley No.237 de ese año. Hoy día los dominicanos la conocen como Puerta del Conde, en honor al Conde de Peñalva, quien repelió exitosamente la invasión inglesa de Penn y Venables en 1655. En su arco hay una inscripción latina que dice ¨Dulce et decorum est pro patria mori¨, que se traduce al español como: "Dulce y decoroso es morir por la patria".
Fue en 1976 que se inaugura el mausoleo donde hoy descansan los restos de los Padres de la Patria. Este ostenta ahora el nombre de Altar de la Patria, el más sacrosanto de nuestros monumentos republicanos. A él acuden innúmeras peregrinaciones –por parte de diversos actores sociales– para hacerle honor a su memoria, ya sea conmemorando los aniversarios de nuestra independencia o por otros motivos de índole patriótica. La gesta independentista liderada por los Padres de la Patria rindió el preciado fruto de la autodeterminación del pueblo dominicano, lo cual constituye la más insigne expresión de libertad. De ahí que la configuración del parque debería constituir un excelso homenaje a la libertad que ellos nos legaron. Sin embargo, hoy día no existe congruencia entre la configuración y uso del Parque y el legado patriótico que contiene.
Es por ese glorioso historial de lucha por la libertad que representan los contenidos del Parque Independencia que se impone considerar su actual configuración como un infame secuestro. La monótona y anodina palizada que marca descaradamente su perímetro es la más resonante evidencia de la falta de imaginación y de interpretación histórica que reviste su actual entorno. La irritante incompatibilidad que representa esa palizada con el espíritu de libertad que simbolizan las reliquias históricas no podría ser más indeseable. Solo los bípedos despistados apelarían a tan incongruente y aburrido recurso. El soberbio valladar que ella constituye aturde y entumece los sentidos, amen de que impide el disfrute soberano del Parque por quienes anhelan sus encantos.
El secuestro, tambien conocido como delito contra la libertad, se define como la “privación de libertad ambulatoria a una persona o grupo de personas, exigiendo, a cambio de su liberación, el cumplimiento de alguna condición, como puede ser el pago de un rescate.” Por eso acabar con el encerramiento del Parque equivaldría a mover el péndulo de la libertad hacia la democracia y alejarlo del autoritarismo. El Parque es un espacio publico al que debe poder accederse sin restricciones y de manera tal que el mismo pueda hacerle honor a su designación como parque.
Con la eliminación de ese baldón a la democracia debe tambien eliminarse los surcos del pavimento adyacente que flanquean sus esquinas en el este. Ellos tambien representan una afrenta al ciudadano al haberse creado, dizque para marcar la trayectoria de la muralla colonial, un urticante y enojoso obstáculo al suave rodamiento de los vehículos que transitan por allí. No es solo que pocos son los que conocen su significado, sino que tampoco vale la pena recordárselo. El conductor promedio no tiene mas remedio que rechinar los dientes cuando pasa por encima de las cortantes piedras que ahí enterraron sin consideración al daño que desgarra las gomas de los vehículos.
El Parque Independencia debe ser rediseñado y remodelado de tal forma que cumpla con su misión de engrandecer la memoria de los Padres de la Patria y les permita a sus visitantes disfrutar de un ambiente recreativo de exquisito esplendor. Eso significa que, cual panel de abejas rebosante de dulce miel, debe atraer la visita de los ciudadanos porque su entorno proyecta belleza y armonía en pro del solaz esparcimiento. Debe permitir, como se permite en muchos otros países donde se han erigido mausoleos a la memoria de sus insignes figuras históricas, que los visitantes puedan aproximarse físicamente a los sepulcros.
Un esmerado cuidado de la tumba de los Padres de la Patria, por supuesto, debe ser un rasgo prominente de un nuevo entorno. Las opiniones estarían divididas respecto a si debe permitirse la libre visita de los ciudadanos al interior del mausoleo, tal y como es el caso en el Panteón Nacional. Pero hay formas de resguardar los sepulcros sin necesidad de alejar al visitante. De hecho, la proximidad física es el elemento que puede generar mayor apego y reverencia hacia sus excelsos ocupantes. Y demás esta señalar que la guardia militar debe permanecer y hacerse más rigurosa.
En consecuencia, procede que la Academia de la Historia, el Ayuntamiento del Distrito Nacional y la Comisión Nacional de Efemérides Patrias celebren un concurso nacional para elegir un nuevo diseño del Parque con las características deseadas. Además de una nueva glorieta, una jardinería abarrotada de flores y varias fuentes de agua, el diseño debe incorporar una cercana estación del metro a fin de que las hordas humanas que visiten sean mayores que las atraídas por el Parque Colon.
Pero quienes participen en el concurso deberán remontarse al significado histórico del Parque y a las funciones propias de un parque, proscribiendo para siempre los rasgos mediocres que coarten la libertad de los ciudadanos y su derecho al sano esparcimiento. Solo si el nuevo diseño logra, cual poderoso imán, que los ciudadanos se identifiquen con la gesta libertaria de los Padres de la Patria podrá cobrar vigencia el lema de que morir por la Patria es dulce y decoroso.