Siguiendo una verdad de Perogrullo, inicio esta divagación con el llamado «impeachment» que prevé la Constitución de Estados Unidos de América que es la original vigente desde que la redactó la Asamblea Constituyente reunida en 1787 Filadelfia, Pennsylvania, aunque se les ha agregado enmiendas, pero el texto permanece fiel al original.
Uno de estos mecanismos diseñados para disuadir que un Presidente en ejercicio sufra la tentación de convertirse en un “Tirano”, el mayor pecado político aberrante en el marco de la democracia, es el «impeachment», que en español no tiene significado especifico, porque se le puede traducir como: destitución, acusación, impugnación, desafuero, y, el más socorrido, juicio político. Por ello, solo dos presidentes han sido enjuiciados en “proceso constitucional”, Andrew Johnson en 1868 y Bill Clinton, en 1998. Richard Nixon, por el escándalo de Watergate, estuvo a punto de serlo, pero renunció antes. Y hubo intentos de “armarle” uno a Obama con el cuento aquel de que nació en Kenia.
Dice la BBC: «El proceso de impeachment contra Trump se originó a partir de una investigación sobre un supuesto intento por parte del mandatario de usar la ayuda militar de Estados Unidos a Ucrania para presionar al gobierno de ese país para que abriera una investigación contra Joe Biden, uno de los dirigentes del Partido Demócrata con más opciones de disputarle la presidencia en las elecciones de 2020.
A esa acusación se añade la negativa de la Casa Blanca a colaborar con los legisladores durante el proceso de investigación para el impeachment, lo que dio origen a las acusaciones por obstrucción al Congreso.» (Ver: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-50846061)
¿Por qué es tan engorroso el procedimiento del Juicio Político? La BBC nos señala: «La Carta Magna estadounidense no especifica cómo debe realizarse el juicio, aunque existen algunas normas aprobadas por el Senado en la década de 1980 que pueden servir de orientación.
En todo caso, los miembros de esa Cámara deberán ponerse de acuerdo sobre las reglas más importantes como, por ejemplo, si se permitirá la presentación de testigos, el tipo de evidencia que se aceptará o la duración del juicio.
El ejemplo moderno más reciente fue el impeachment en contra de Bill Clinton en 1998, cuando no se permitió la presentación de nueva evidencia y solamente se aceptaron testimonios pregrabados de testigos claves.
En la actualidad, los líderes de ambos partidos en el Senado han dado muestras de tener posiciones muy distintas sobre cómo debe realizarse el juicio contra Trump, aunque parecen coincidir en su deseo de evitar que el proceso se les vaya de las manos y se convierta en una suerte de espectáculo político, subrayan los analistas.»
No es un juicio cualquiera y por ello no se le define. Cada caso es único y, por lo tanto, debe inventarse en cada momento. Es el momento que está pasando en “Capitol Hill”, el lugar donde se encuentra el Congreso y el Poder Legislativo en Washington, D.C.
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¿Qué se puede especular sobre el desenlace del “juicio político”? El desenlace que más insisten los republicanos es que el cálculo de la mayoría y el control de la Cámara del Senado que les favorece para rechazar la acusación que ha presentado la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes. ¿Sera posible? Depende de si el “borreguismo” se manifiesta en una votación, pero, éste es un juicio y debe parecerlo. Por ello, deberán llevarse a testigos y, por lo tanto, Trump espera incriminar a Joe Biden sospechoso de los “negocios sospechosos” de su hijo en Ucrania, y así sacar a su contrincante más probable en la elecciones de noviembre.
Por su parte, los demócratas quieren enfrentar a los senadores republicanos contra las cuerdas cuando se “desvelen” los resultados de los testimonios “secretos” obtenidos por diferentes Comités de la Cámara de Representantes, y así erosionar la imagen del candidato a la reelección, además, de establecerse como guardianes de la probidad del comportamiento de la rama ejecutiva como lo reclama el texto constitucional.
Sea cual que sea el resultado, la institucionalidad norteamericana está a prueba para lo que resta el siglo XXI, ¿Cómo afectará a la concepción y la mecánica del sistema de chequeos y balances entre los poderes del Estado? ¿Estaremos los latinoamericanos dispuestos a tener esta “bazooka” en su arsenal en contra de la tiranía y saber usarlo? O, al contrario, si el resultado es impreciso, ¿resultará en un ejemplo a seguir por nuestros políticos “mimetistas” o se replegarán en su “saltimbanqui” constitucional?
Tendremos todo el 2020 para ver si las apuestas electorales favorecerán a los demócratas o a los republicanos, pero algo es cierto: el juicio político puede durar pocos meses con vistas a esclarecer rápidamente el panorama antes de las elecciones, o puede durar años si es que hay raíces que lleguen a un escenario complejo e incierto. ¿No es así?