En este país se ha llegado al tope de sus niveles tolerables en varios aspectos. Por ejemplo el nivel de endeudamiento, al cual lo ha sometido este gobierno raya en sus límites. El nivel de corrupción e impunidad no soporta un ápice más. Pero el peor de los límites traspasados es el nivel moral. Quienes han dirigido los destinos nacionales en los últimos años, han culminado los límites aceptables de la conducta antiética e inmoral.
Lo más grave es que esta conducta ha sido tan reiterada que ha llegado a ser socialmente aceptada en un sector de la población. El próximo gobierno debe ser esencialmente ético. Uno de los objetivos que debe alcanzar al finalizar su período es rescatar la cultura de la moral. Como repetía mi abuela “dejar la poca vergüenza”.
Y Luis Abinader, que se perfila como el próximo presidente, debe tener en cuenta que si bien su equipo fundamental actúa de conformidad con estos postulados, en un conglomerado numeroso como lo es un equipo de gobierno alguien podría no haber entendido la seriedad de su prédica constante en ese sentido. Para los amigos también aplica la ley. La ley es de aplicación general e igual para todos. Es imposible hacer un gobierno ético, como el que Luis aspira, sin causar dolor y sin que también llegue el dolor a quien tiene el deber de aplicar la ley cuando se le aplica a un amigo o a un compañero de jornada política.
Luis Abinader tiene el deber o la obligación de sembrar en la mente de los dominicanos, la idea de que hacer uso del patrimonio público es un delito peor que robar en un centro comercial privado, por las consecuencias sociales que el primero implica. Yo confío en que Luis lo hará.