Cartagena de Indias, Colombia, se encuentra bañada por dos impresionantes océanos que abrazan la belleza de tan importante destino turístico sudamericano. Rodeada de personas amables y muy alegres, que brindan su espíritu caribeño en cada esquina; mientras gentilmente ofrecen su ayuda a los visitantes que transitan por sus calles.

Antes de entrar a las Bóvedas, reliquia colonial construida entre el 1792 y 1798, hoy el principal centro comercial de artesanía local, eres recibido por la exuberancia del Monumento a La India Catalina, cuya leyenda está plagada de luces y sombras; para quienes la ven como mártir o villana; pero sin negar que ella y su etnia formaron parte del proceso de mestizaje colombiano.

Su centro histórico, “La Ciudad Amurallada” se encuentra protegido con la pletórica fortificación del Baluarte de Santiago Apóstol, donde se puede visualizar Bocagrande, intercalándose lo colonial y lo moderno en un mismo escenario.

Al caminar por sus estrechas y coloridas calles, es típico encontrar a una “palanqueras”, una hermosa mulata vestida de traje típico cartagenero, quienes no dudan en mostrar su encanto y posar para que turistas y locales puedan embriagarse de tu talento. Las garitas en la muralla, sirven de escenario para dejar plasmadas instantáneas mientras recibes un atardecer de ensueño.

Desde el Malecón, se aprecian los coches transportando a los visitantes a la ciudad mientras le explicaban los acontecimientos históricos la hacen tan especial. Al día siguiente, nos quedamos casi sin aliento al ascender al Castillo de San Felipe, fortificación que fue construida para proteger la ciudad y como si quedar sin aliento no fue poco.

Ese mismo día, continuamos subiendo para quedarnos asombrados del esplendor del Convento de La Popa en cuyo alrededor se entrecruza lo espiritual y el comercio informal, al ofrecer todo tipo de bebidas frías y sombreros. Al decidir caminar por su zona antigua, plagada de turistas pese a la pandemia, se aprecia con admiración el porqué La Unesco la declarara patrimonio de la Humanidad, ya que sus calles mermasen casi intactas desde el 1533.

Ver La magnificencia del teatro la Heredia, la Torre del Reloj, La Plaza de la Aduana, El Palacio de la Inquisición, San Pedro Claver, El Fuerte de San Sebastián, El Fuerte de San Fernando así como también el Monumento a las Botas. Exhaustos por las altas temperaturas, decidimos visitar fuera de la muralla el barrio Getsemani.

Sin que pudiera faltar hacer un “stop” en la gastronomía cartagenera que no es más que un contraste histórico indígena, africano y español, todo resumidos bajo el concepto “Cocina Fusión”. Donde en cada restaurante los comensales pueden experimentar la singularidad y frescura de sus tradicionales productos, dándole una explosión de sabor al paladar más exigente. Donde el coco asume un papel protagónico.

Es importante tener mucho cuidado al visitar Cartagena de indias, ya que la hospitalidad de los cartageneros puede que te haga sentir “como un pez en el agua”, ya que la ciudad te ofrece tanto que ver y experimentar, sintiéndote que todo lo que necesitas esta allí siempre contigo. Los olores de los cientos de diferentes restaurantes, la música en cada esquina que como expresión universal nadie deja de moverse al son de un malape, cumbia o son.

Al Detenerse frente a una de las propiedades del Nobel de literatura Gabriel García Márquez que cuentan los lugareños paso algunos meses antes de desencarnar, ya que sus obrar permanecen ancladas en la memoria de todos los que hemos disfrutado de sus novelas.

En fin, la experiencia vivida en Cartagena de Indias fue inimaginable en una ciudad tan llena de vida e historia que te envuelve entre lo viejo y lo nuevo, siendo una experiencia que no puedes dejar de experimentar en tus próximas vacaciones.