Lo más grave de la eliminación de la exención a las compras por internet que estén por debajo de US$200.00 dólares, no es sólo que es una estocada a los hábitos de consumo de la clase media, quien en dicha exención encontraba una alternativa, cual si fuera una válvula de escape, ante una oferta comercial expoliadora por parte de los importadores quienes venden los mismos productos que se venden fuera a sobreprecio y con una menor variedad que la que se encuentra en los mercados internacionales.
Mi posición sobre este tema, no puede ser tomado como un endoso a las actitudes que históricamente ha asumido la clase media, las cuales se han caracterizado por obrar, en mayor medida, única y exclusivamente en función de su intereses particulares y no en función de intereses fundado en una conciencia de clase como tal. Mientras, Constanza arde y en Gaza han muertos cientos de niños, la clase media afectada con esta medida ha brillado por su ausencia en estas luchas, contando siempre con sus honrosas excepciones, ya sea por accidentes de clase o por cierto sentido humanista que trasciende al ser social.
Sin embargo, no puedo dejar de destacar lo preocupante de esta medida, pues en ella de encuentra implícita un confesión alarmante y estrepitosa. Con ella, queda demostrado el tipo de Estado que tenemos tomando en cuenta la dirección que le dan los gobiernos de turno. Se evidencia un Estado que favorece sistemáticamente a grupúsculos, en este caso, al oligopolio comercial importador, en cuyas manos descansa el actual modelo económico de nuestro país.
Con esta medida se benefician muy pocos y se perjudican a un gran sector. Se benefician los importadores y se perjudica a los consumidores, a los cuales se les coacciona a consumir productos cuyo precio en el mercado local es superior a como pudieran ser adquiridos en mercados foráneos derivado de la exención que hoy desaparece. Se le crea pues un mercado cautivo a ese sector rentista que se dedica esencialmente a las importaciones y se le garantiza pingues utilidades.
La única manera en que es posible apoyar una medida como ésta, es en el marco de un proceso integral que tenga como propósito la reorientación del modelo económico hacia un modelo productivo que favorezca la producción nacional y por ende las exportaciones y la reducción de las importaciones y en donde se busque generar mercado para sectores productivos nacionales que produzcan mercancías como las que son adquiridas en otros mercados. Esto de la mano, con un proceso de reforma fiscal en donde se desmonte la estructura tributaria actual, la cual principalmente, afecta al consumo y no a la grandes rentas que se producen este país.
Bajo ese esquema, serán los mismos consumidores quienes dejarán de preferir muchos productos que se encuentran fuera. Esto implica, por supuesto, diversificar la economía dominicana y para ello se necesita del concurso de una clase empresarial dedica a innovar e incursionar en la producción de commodities que tradicionalmente no se fabrican en el país. Es el avance decidido hacia la industrialización y con ello, pasar de ser solamente una economía de servicios a una economía en donde por igual se produzcan bienes de calidad internacional.
De otra forma, no hay posibilidad alguna de apoyar una medida en la que resulta favorecida, para variar, el fuerte y se afecte al débil. Es loable repetir y repetir que nos encontramos bajo la égida de un Estado que favorece sistemáticamente a una clase privilegiada.