Nadie es tan ingenuo para pretender que vivimos en un paraíso. Pero empecinarse en restarle méritos  a cuanto hace el gobierno, como si todo  fuera negativo, es un error común a la oposición.  Esa actitud le quita a los partidos opositores el respaldo y la simpatía de aquellos sectores beneficiarios de muchos de los planes de carácter social que han sido puestos en marcha por la administración. Me refiero, entre otros, a la construcción de escuelas y la tanda extendida, las carreteras y puentes, las estancias infantiles y las llamadas “visitas sorpresas”,  de un gran valor intangible, tan importante o más que los aportes materiales que ellas llevan a grupos de productores de las comunidades visitadas.

Muchos dirigentes  políticos yerran al creer  que el país que conocen en sus recorridos de campaña es el mismo que encontrarán en el Palacio Nacional. Bajo esa creencia, critican programas que la condicionante realidad les obligaría a mantener y profundizar si alcanzaran el poder.

Las encuestas, aún las más críticas, dicen que más de la mitad de la población está conforme con el estilo de gobierno del presidente Medina. Eso hace a muchos dominicanos, dentro y fuera de la nómina estatal,  sentirse  a gusto e incluso orgullosos de formar parte del gobierno.

La buena  valoración de las ejecutorias del presidente Medina no proviene sólo de sus colaboradores y de la militancia de su partido. En una de sus visitas al país el presidente de  Panamá, Juan Carlos Varela, dijo estar positivamente impresionado por el programa escolar y el modelo de acercamiento con la población de las “visitas sorpresas”, anunciando que las replicaría a su regreso. Cuanto quiero decir  es que ya que el Presidente  no puede reelegirse le sería muy difícil a su sucesor descontinuar la mayoría de esos programas. No todo cuanto hace el gobierno merece aplausos. Pero tampoco la crítica a sus buenas acciones.